En Puerto Rico la prevalencia de obesidad y diabetes mellitus tipo 2 es alarmante alta.

Comenzando desde los 50 aňos, el riesgo de muerte por el COVID-19 aumenta y muchas de las muertes relacionadas a este virus ocurren en personas sobre los 65 años de edad.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) identifica otro grupo de condiciones médicas, que de estar presentes, ponen al individuo en alto riesgo de complicaciones severas y muerte sin distinción de su edad.

La diabetes mellitus tipo 2 cae en ese grupo de alto riesgo. A pesar de que son muchas las teorías que se estudian en estos casos, mi preocupación como clínico es que habiendo en Puerto Rico una prevalencia de diabetes del 17 % aproximadamente, el impacto del COVID-19 en nuestra población puede ser devastador.

Además de la diabetes mellitus tipo 2, se ha evidenciado que personas que no eran diabéticas (o que no lo sabían), si desarrollan niveles altos de glucosa (mayores a 126 mg/dl) durante hospitalización por el COVID-19 su riesgo de complicaciones y muerte es bien significativo.

La obesidad, aunque no necesariamente sea mórbida, se identifica como un grupo de alto riesgo. La grasa intraabdominal carga una serie de productos inflamatorios al metabolismo y está asociada a hipertensión, problemas de lípidos (colesterol y triglicéridos), diabetes, entre otros.

En el caso de la tiroides, no se ha identificado el hipotiroidismo como un factor de riesgo, pero en varones que son admitidos a la unidad de intensivo por el COVID-19 severo, el riesgo de desarrollar tiroiditis (inflamación de la glándula tiroidea ) es más alto que en mujeres bajo las mismas condiciones.

Se sabe que el COVID-19 puede afectar la tiroides. Cuando un paciente se presenta con síntomas de tiroiditis de reciente diagnóstico, el COVID-19 debe tenerse en consideración como parte de la evaluación del caso (tanto en hombres como en mujeres).

Curiosamente, el paciente con diabetes tipo 1 no cae en el mismo nivel de riesgo del paciente con diabetes tipo 2. En estos casos, el problema identificado es que, por temor a ir a una sala de emergencia, no buscan ayuda a tiempo cuando su condición de diabetes se descompensa, llegando al hospital con cetoacidosis diabética severa y marcadamente deshidratados.

El temor arropa a nuestra población de manera jamás sospechada. Esto ha causado que muchos pacientes no quieran vacunarse (influenza y pulmonía); han dejado de asistir a sus citas médicas regulares, tienen ansiedad, depresión , disturbios en el sueño y, en el peor de los casos, el distanciamiento social culmina en el abandono, sobre todo, en los envejecientes.

La crisis del COVID-19, eventualmente, pasará. Tenemos que enfocar nuestros esfuerzos en cuidar nuestra salud y evitar el contagio.

El efecto en la interrupción de servicios puede apreciarse en la gráfica (ver gráfica). En el área de la curva más oscura está el efecto del COVID-19 en la morbilidad y mortalidad en el paciente de diabetes. El área amarilla corresponde al efecto por falta de atención al control de la diabetes. La línea verde corresponde al efecto de la vacuna cuando esté disponible.

Visita a tu médico y no interrumpas el seguimiento a tu condición.

El autor es endocrinólogo clínico.