Cuando inició la conversación, con firmeza en la voz, Rosa Eneida Marcano Díaz dijo su nombre completo. A renglón seguido, dijo: “Nací en Aguas Buenas, en 1933. El 13 de noviembre cumpliré los 90 [años]”. Evidentemente, no tiene ningún reparo en sincerarse sobre el tema, de la misma manera en la que repasó los momentos más importantes de su vida.

De su niñez, recordó que su familia emigró a Bayamón cuando ella apenas tenía dos años. Más adelante, su padre recibió una parcela en la que construyó su casa, donde vivió hasta que viajó a Nueva York, en busca de trabajo. Aunque había estudiado contabilidad, “el inglés de aquí no es el mismo de allá”, explicó. No obstante, con su espíritu fuerte y su disposición inquebrantable, comenzó a trabajar.

“Muy orgullosa de mis hijos”

En la ciudad de Nueva York nacieron sus primeros dos hijos: Brunilda y Moisés. Su hijo menor, Lemuel, nació en Puerto Rico, adonde tuvieron que regresar cuando Moisés fuera diagnosticado con condiciones que afectaban sus huesos y que empeoraban con el frío del invierno.

“Cuando tuve que dejar de trabajar para cuidar a Moisés, mi esposo me compró una máquina de coser, y con eso pude echar adelante a mis hijos. Nunca me faltó nada”, apuntó.

Aunque sabía que sus hijos enfrentarían el reto de una discapacidad de por vida, es evidente el aplomo que Rosa Eneida manifestó y el esfuerzo que dedicó para que los tres obtuvieran sus carreras profesionales. Incluso su hijo Moisés –que, lamentablemente, falleció– logró convertirse en abogado y ejerció su profesión con éxito.

“Estoy muy orgullosa de ellos”, aseguró con una sonrisa. “Si querían algo, yo les mostraba la puerta del camino por el que querían pasar y siempre les dije: ‘lo que pase después de esa puerta es tu responsabilidad, y también de salir con éxito’. Al final, no me defraudaron. Son personas nobles y se han ganado el respeto de la gente con su esfuerzo”, admitió.

Y llegaron las nietas…

Doña Rosa Eneida con su hija Brunilda González (a la derecha), y sus nietas Tamara (a la izquierda) y Rebecca Silva (en primer plano).
Doña Rosa Eneida con su hija Brunilda González (a la derecha), y sus nietas Tamara (a la izquierda) y Rebecca Silva (en primer plano). (Suministrada)

Rosa Eneida destacó que lo que aprendieron sus hijos desde el seno de su hogar es prácticamente el mismo camino que han seguido sus nietas, Tamara y Rebecca –ya adultas y profesionales. Sin embargo, aunque sus ojos brillan al hablar de sus nietas, siempre ha estado muy clara de su rol como abuela.

“La responsabilidad [de criar y educar] es de su mamá”, aseguró. “Una vez, mi hija me pidió que hablara con mi nieta para que la aconsejara en un asunto. Yo le respondí: ‘eso tienes que hacerlo tú’. [Los abuelos] estamos para tongonear a los muchachos, quererlos… En su hogar hay que enseñarles principios y valores, sobre todo, saber que la vida no siempre es peaches and cream”, planteó con una risa de complicidad.

Precisamente, la risa ha sido una aliada para esos momentos en los que ha tenido que ofrecerles un consejo a sus nietas. “A veces, una de mis nietas viene buscando consejo y me siento con ella a conversar. La aconsejo y le recuerdo que cada una de sus decisiones es importante porque afecta su vida”, recalcó. Sin embargo, entre consejos y anécdotas, entre la abuela y las nietas hay mucha complicidad. “Son mis amigas; yo las trato así, busco la forma de acercarme para que tengan confianza de decir cualquier cosa. Les cocino y, yo creo que eso les gusta, porque cuando llegan a casa, lo primero que hacen es abrir la nevera”, dijo risueña.

Rosa Eneida se quedó pensativa un momento. “Podría ser la abuela amiga, pero si les preguntaras a ellos, a lo mejor te dicen que soy la abuela cocinera”, concedió, gozosa.

Todos entran por la cocina

Aunque piensa en sí misma como “una abuela amiga”, se echó a reír cuando admitió que todos van a su casa a comer. “Es que me gusta cocinarles y en casa no hay restricción de dieta para nada”, aseguró. De hecho, dijo con modestia que hacía pasteles para la venta y, “según dicen, me quedan buenos”. Los bisnietos –Abdiel e Isaac– también disfrutan de ese arte, y uno de ellos es el único que se ha interesado en aprender sus secretos culinarios.

“Me dijo: ‘abuela, tengo que aprender’, y yo le enseño”, aprobó con un amplia sonrisa. Por supuesto, Rosa Eneida le ayuda en el proceso, sin soltar el timón –porque la cocina es su reino.

Rosa Eneida es una mujer de detalles. Se acuerda de los cumpleaños de sus hijos, nietos y bisnietos y, por supuesto, todo amerita una celebración que empieza y termina, como siempre, en su cocina. “Me siento feliz de tenerlos juntos y trato de aconsejarlos. No me importa lo que hagan con sus vidas, porque ya van creciendo, pero siempre les digo que hagan las cosas bien, porque, una vez abres esa puerta, hay que enfrentar todo lo que venga”.

Al final, triunfa la fe

Satisfecha con su labor, y rodeada por el amor inconmensurable de su familia, Rosa Eneida Marcano Díaz atribuyó sus logros a su profunda fe cristiana, particularmente en las situaciones más difíciles que le ha tocado enfrentar.

“En el momento, cuando se presentan los problemas, mi actitud siempre ha sido buscar cómo lo puedo arreglar. A veces, me preguntan cuándo lloro y sí, he llorado, he cruzado el valle de sombras y de muerte, como dice la Biblia. Pero, aquí seguimos adelante, con la fuerza de ese Dios a quien yo le creo, a quien le sirvo y que nunca me ha soltado de Su mano”, culminó.

El autor es periodista colaborador de Suplementos.