A Ana María Gregorio todos la conocen por su apodo, Anita. Hace más de 30 años, ha ejercido su profesión de relacionista en la que ahora, desde su propia empresa, todavía maneja cuentas privadas y de gobierno.

No obstante, sus cinco nietos la han bautizado con nombres muy particulares, que ella celebra con gusto. “Tres (de los nietos) son de sangre, hijos de mis hijos (Fernando y Anamari). A los otros dos les llamo, ‘los nietos instantáneos –fue el nombre que le puse a los dos hijos de mi yerno cuando mi hija y él comenzaron su relación”, planteó. “Así que los de sangre me llaman Abi, y los instantáneos me llaman Awita”, relató, divertidísima.

De izquierda a derecha, Julieta Caratini, Valeria Delgado, la abuela Anita con Andrés Delgado; Diego Delgado y María Fernanda Caratini.
De izquierda a derecha, Julieta Caratini, Valeria Delgado, la abuela Anita con Andrés Delgado; Diego Delgado y María Fernanda Caratini. (Suministrada)

Sus cinco nietos fluctúan entre los ocho meses y los 15 años. “Ahora me estoy reentrenando para tener a un bebé gateando de nuevo por mi casa”, describió.

La experiencia de ser abuela

A los 65 años, Anita admitió que la naturaleza de su trabajo la ha capacitado para reaccionar con rapidez ante cambios inesperados. Por eso, no se considera una abuela “tradicional”.

“Nunca me he comprometido a estar a diario con los nietos. Sí he asumido, en ocasiones, recogerlos en el colegio, si hay una situación especial. Pero, es que un buen día amanezco relax y, de momento, explota [una crisis] y tengo que dejar todo a un lado para resolver [con un cliente]. Sabemos que eso es así, y mis hijos lo entienden”.

No obstante, aseguró que aprovecha todo el tiempo que tenga disponible para compartir con ellos. “Eso sí, los fines de semana, busco un espacio para compartir con ellos, planificamos algo divertido y nos juntamos”, explicó. “Si los papás tienen algún compromiso, puedo darles la mano y enseguida planificamos una aventura aquí en casa, jugamos… Me gusta sentirme como una abuela divertida para ellos”, destacó.

Cuando los nietos tienen actividades escolares, competencias deportivas o presentaciones artísticas, Anita se esfuerza en acompañarlos. “Usualmente, trato de planificar mis actividades alrededor de los eventos que ellos tengan. Para mí, es muy importante compartir esos momentos con ellos”, subrayó.

La transformación del rol

Al analizar su experiencia como madre versus como abuela, Anita concedió que esta etapa es mucho más placentera.

“Cuando uno es madre, tiene la responsabilidad completa [junto con la pareja]; eso incluye la crianza. Con mis hijos fui bien estricta, así que, al principio, me fui por esa misma línea: quería que se portaran bien, obedecieran las reglas y demás, pero, pensé, eso ya no me toca. Así pude relajarme y disfrutarlos en otro plano”, reflexionó.

Anita comentó que, en su casa, se respetan las reglas, y ella se permite romperlas. “Si alguno [de mis nietos] no quiere comer vegetales, le pregunto, ‘¿Quieres pollito y papitas?’, y se lo preparo”, confesó con una gran carcajada.

Un tanto más seria, Anita contó que comparte con sus hijos sus estrategias y tácticas para abordar ciertos asuntos que, en la crianza, pueden complicarse. “Les comparto mi experiencia, pero la decisión siempre queda en sus manos”, puntualizó.

Ante la convulsión del mundo

Como comunicadora, Anita resaltó que el estado actual del mundo le preocupa grandemente, ahora que tiene a sus nietos. “Sé que hay elementos que no puedo controlar”, aceptó. “Por eso, trato que ellos tengan la mayor confianza conmigo. Quiero que sientan que le pueden contar todo a abuela”, indicó. “Quiero que tengan esa confianza porque me da pie para explicarles, sin juicios ni regaños, para no cortarles la inspiración de venir donde mí. Además, ellos son como esponjitas y, entre juegos y anécdotas, les cuento cómo era la vida antes y refuerzo ciertos valores sin decirles, tienes que hacer esto –están mucho más receptivos a aprender”, aseguró.

En ese aspecto, elogió a sus hijos porque han atajado la intrusión de la tecnología lo mejor posible. “Tienen una estructura definida, unas reglas y yo las mantengo cuando están aquí. Ahora, no te voy a negar que alguna vez les he dado mi celular, porque lo he hecho”, confesó. “Pero, es una excepción; en casa de abuela, vale todo, menos estar pegado a una pantalla”, sostuvo.

¿Cómo se percibe en su rol de abuela?

Anita se divierte muchísimo pensando en cómo sus nietos la percibirán en el futuro. “Mis nietos dicen que soy la abuela que juega con ellos. Me tiro al piso, armamos cosas; aunque mis habilidades manuales son muy malas, pero les gusta hacerlas conmigo”, dijo. “En realidad, no soy la abuela típica –me gusta cocinar a veces. Cuando ellos vienen aquí de visita para una ocasión especial, les preparo algo, pero no me recordarán como que soy la más cocinera –para nada”.

Al final, Anita se evaluó como abuela con absoluta sinceridad. “Como abuela, soy la que comparte, la que juega y les acompaña. La que cuenta historias y se pone a bailar con ellos por la casa. Creo que será una memoria bonita para ellos cuando me recuerden porque estoy medio turulata”, admitió, risueña.

El autor es periodista colaborador de Suplementos.