A los 71 años, Agustín Santiago Ayala se considera como un “viejito joven”. “Podría estar mejor [de salud], pero, a veces, con el tiempo y algunos incidentes, se pierden ciertas habilidades. El tiempo nos pasa la factura y hay que acomodarse a esa realidad”, comentó.

Retirado “de todo”, aprovecha que todavía tiene la salud para disfrutar a sus ocho nietos –dos varones y seis niñas, cuyas edades fluctúan entre los 4 y los 21 años, procreados por sus cuatro hijos (uno de su primera relación y tres con su actual esposa).

“Tres nietos están fuera de Puerto Rico. Pero, siempre estamos en contacto; nos comunicamos por teléfono y cámara (videollamada)...”. Cuando vienen de visita, siempre lo buscan y comparte con ellos. “Vamos a sus actividades, graduaciones, competencias… Mi esposa y yo celebramos todos sus logros”, aseguró.

La experiencia de cocriar

De izquierda a derecha, Hadassha Santiago (hija), Nazareth Figueroa Santiago (nieta), doña Esther Rosado, esposa de don Agustín; Allan Santiago (hijo), Lilly Ortiz Santiago (nieta) en brazos de Nicole Santiago (hija); y don Agustín.
De izquierda a derecha, Hadassha Santiago (hija), Nazareth Figueroa Santiago (nieta), doña Esther Rosado, esposa de don Agustín; Allan Santiago (hijo), Lilly Ortiz Santiago (nieta) en brazos de Nicole Santiago (hija); y don Agustín. (Suministrada)

En el caso de su nieta de doce años, Agustín se expresó con mayor ternura. “Cuando esa nena nació, sus papás tenían muchos compromisos de trabajo que les requerían viajar fuera de la isla. En lugar de buscar un cuido, mi esposa y yo nos ofrecimos para ayudar a sus papás en la crianza”, explicó. “La nena se queda en casa desde que era una bebé y tengo que admitir que es la más consentida. De hecho, habríamos querido encargarnos de los más chiquitos –una niña de tres años un bebé de ocho meses–, pero, sus papás viven fuera”, subrayó.

Para Agustín –que ya tiene una bisnieta– participar en la crianza de su nieta tiene un significado particular. “Es volver a ser papá, pero de otra manera”, reconoció. “Siempre estamos al tanto [de sus actividades] y verificamos que todo esté en orden”, concedió. Los “tiempos difíciles” requieren un “monitoreo constante”, sin interrumpir el proceso de descubrir el mundo, mientras crece. “La tecnología es buena, pero ellos pueden exponerse a muchas cosas”, comentó.

Tanto él como su esposa conversan francamente con la joven preadolescente, aprendiendo más sobre las redes sociales para aclarar cualquier duda que la niña pudiera tener. Sin embargo, Agustín está claro que, aún cuando están cocriando a su nieta, son los padres quienes les ofrecen la educación, el fortalecimiento de sus valores primarios y, obviamente, sus necesidades –aunque ellos están disponibles para ayudar.

Así ocurrió cuando, con apenas tres años, a su nieta la abordaron para participar de una audición para modelos infantiles. “Estábamos en Plaza Las Américas y la promotora nos habló. Le preguntamos a la mamá y nos encargamos de llenar los formularios. Se la llevaron con un grupo de niñas y, media hora más tarde, salió una persona y anunció quiénes fueron las seleccionadas e incluyeron a mi nieta”, pausó para dejar salir su emoción por aquel momento.

“Nos dijeron que la nena se había portado muy bien, [estuvo] atenta a todo y siguió instrucciones… [Sentimos] una alegría grande”, confesó, todavía conmovido. Por supuesto, los abuelos se encargaron de cubrir los gastos del curso sin ningún problema. “Eso fue un privilegio y una bendición, de verdad”, resaltó emocionado.

Evocación de sus abuelos

La devoción que muestra Agustín por sus nietos se inspira en sus abuelos paternos en Bayamón, donde se crió.

“La familia vivía en un terreno compartido, allá por los años 50. Mi abuela era una mujer maravillosa –cuidó y crió muchos parientes lejanos, primos... Mi abuelo, don Goyo, era bien estricto, el sheriff de la calle. Tenía unos principios y una calidad [humana] extraordinarios”, relató. “Si nos tenía que reprender, con una mirada lo decía todo”, aseguró.

Agustín absorbió esa técnica, pero la aplicó a sus hijos, y ahora a sus nietos, con una visión menos rígida. “Si muchos jóvenes hubieran tenido esa calidad de familiares, les hubieran enseñado respeto a la persona, a los demás, el respeto de la vida… Su ejemplo fue tan impresionante que así mismo criamos a nuestros hijos”, reflexionó.

“Nunca, en mi casa, hubo una palabra fuera de sitio. Explicamos, orientamos y apoyamos su desarrollo, sin cortarles las alas, pero conscientes de sus actos y consecuencias”, subrayó.

Las cosas inevitables

Agustín comentó la lucha para que sus nietos se alimenten bien. En el caso de la nieta que ayuda a cuidar, mencionó que, al principio, “tenía un menú limitado”, algo que, para toda persona con nietos pequeños, es un tema ineludible.

“Sí, hay que cuidarles la alimentación. La nena comía algunas cositas. Poco a poco, ha aprendido a comer alimentos más saludables. Y es bien curioso: acompaña todas sus comidas con agua –no consume refrescos. Eso es un logro”, recalcó.

Inevitable también es pensar, como mencionó al principio, que la vida avanza y los años también. “Hay cosas que ya uno no puede hacer como antes, pero damos la lucha”, afirmó Agustín. No obstante, aunque le inquieta la distancia física, está seguro de lo que ya ha cosechado como abuelo.

“Si les preguntaras a ellos, te dirán que soy el abuelo alcahuete, que está ahí para complacerlos, llevarlos de viaje, apoyarlos… Hasta donde arrope la sábana”, concluyó, entre risas.

El autor es periodista colaborador de Suplementos.