“No te preocupes que todo va a estar bien”
Las palabras de la hermana de Zaida María Correa Meléndez fueron un bálsamo esperanzador que la acompañó durante su tratamiento de cáncer
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Los efectos del tratamiento contra el cáncer de mama no evitaron que Zaida María Correa Meléndez completara una disertación doctoral, mientras asistía a su trabajo como administrativa en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.
A pesar del proceso, la mujer, natural de Naguabo, continuó adelante con sus planes académicos hasta obtener su doctorado en liderazgo en organizaciones educativas, gracias a su esfuerzo inquebrantable y al apoyo de su familia.
Sin embargo, el trayecto caminado no fue nada fácil, pues su diagnóstico de carcinoma invasivo ductal grado 3, triple negativo, representaba un impacto fuerte, al ser un cáncer agresivo de rápido desarrollo.
Según Zaida, quien tiene dos hijas y dos nietas, “eso ocurrió en abril del 2011, antes de cumplir los 52 años; me toqué mi seno izquierdo y sentí una pelotita y me hice los exámenes. Todo corrió bien rápido”.
“Tanto mis hijas como mi hermana, Carmen Ivette, que es farmacéutica, están bien pendientes. Entonces, esa tarde, mi hermana me llamó cuando salió de su trabajo para conocer los resultados de la biopsia. Ella no lo creía. Así que fue a su casa para confirmar el diagnóstico”, relató la madre de Zaida Ivelisse y Maricarmen Figueroa Correa.
“Mi hermana me dijo: ‘No te preocupes que todo va a estar bien’. En donde ella trabajaba le dieron nombres de oncólogos, el doctor Luis Báez Díaz, que en paz descanse; y el doctor Fernando Cabanillas. Los médicos coincidieron en que este tipo de cáncer triple negativo tiende a ser agresivo, pero responde a la quimioterapia”, recordó.
Igualmente, confesó que, “algo positivo era que [el cáncer] no se había regado”. “Fue un proceso de mucho aprendizaje y de mucha valentía porque yo quería demostrarles a mis hijas que podía. Fue un protocolo de 16 quimioterapias. Perdí todo el cabello. Empecé a usar peluca porque no me podía ver calva y no me gustaban los pañuelitos”, admitió la fémina, residente en San Juan.
Aunque, en ese tiempo, una de sus hijas vivía en los Estados Unidos, “ella viajó a Puerto Rico con su esposo para acompañarme. Todo el mundo; mi otra hija, mi hermana y mi familia me acompañaron en algún momento porque querían estar conmigo”.
De hecho, “fuimos varias veces donde mi oncólogo, Luis Báez, porque mis tías, mi hermana, todo el mundo quería escuchar de primera mano qué era lo que él iba a decir, y él, con mucha paciencia, nos explicaba una y otra vez en qué consistía el diagnóstico, cuál sería el protocolo e insistía en que todo iba a estar bien”.
“[Para] la primera quimio, mi hermana quiso ir conmigo. Ese primer día, yo llegué tímidamente, sin saber a lo que me iba a exponer. Me senté en una esquinita, y estas personas que también estaban tomando el tratamiento se convirtieron en hermanas por el tiempo que pasamos allí”, resaltó Correa, quien está jubilada.
“Yo seguí para adelante. Seguía trabajando. En ese momento, yo estaba terminando mi disertación doctoral. Fui a la Facultad de Educación de la UPR en Río Piedras y le comenté a mi directora de disertación que debía hacerme una biopsia y sus palabras fueron alentadoras. Yo quería graduarme”, reveló.
Mientras Zaida continuaba su tratamiento, “seguía trabajando en mi disertación, pero me faltaban doce terapias. El comité de evaluación me dio ánimo y fueron solidarios”.
“Me gradué, soy doctora en lo que actualmente es liderazgo en organizaciones educativas. En aquel momento, se llamaba administración y supervisión”, apuntó.
“[Para] este cáncer, la recomendación fue una lumpectomía, [procedimiento en el] que remueven el tejido alrededor; yo no recibí radio. Ya, gracias a Dios, una vez al año, me hacen los exámenes, mamografía y sonomamografía, y, hasta ahora, estoy bien”, recalcó.
Entretanto, Correa Meléndez compartió su visión sobre el cáncer y lo que considera realmente importante en la vida. Además de reseñar su participación voluntaria en la organización Susan G. Komen.
“Mis hijas crecieron; ya son profesionales. Están junto a mí todo el tiempo. Tengo recuerdos muy bonitos que pasan por mi mente: el apoyo de mi familia, la dedicación y la sensibilidad de mis doctores y de todo el personal médico, y el apoyo de mis amistades. Sobre todo, conocer personas con un diagnóstico de cáncer mucho más comprometido que el mío y ver la fortaleza con la que lo enfrentaban”, expresó.
“Yo vivía corriendo con todo; el trabajo, mis hijas, porque era jefa de familia y querer cumplir con todo me causaba mucho estrés. Hoy pienso que debemos darle prioridad a lo que realmente es importante. Ciertamente, bajándole dos, como dicen por ahí; tratando de llevar una vida sosegada y dándole importancia a lo que realmente la tiene. Si hoy no se puede hacer algo, se hace mañana. Y si no se puede hacer, no pasa nada”, concluyó.
La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.
Este contenido comercial fue redactado y/o producido por el equipo de GFR Media.