Cómo manejar el estrés del regreso a clases
Existen herramientas saludables para hacer la experiencia más llevadera
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Los nuevos comienzos, por mínimos que sean, pueden generar ansiedad o estrés a cualquier edad. Desde preescolar hasta la universidad, los niños y jóvenes enfrentan nuevos retos cada año y eso no les quita la emoción. Digamos que cada grado traerá su afán, aunque no sea por una nueva escuela, habrá nuevos maestros, materias, compañeros o etapas.
De la mano de los hijos, los padres desafían las transiciones y aterrizar en kindergarten es la primera. La psicóloga escolar y directora del Programa de Maestría en Psicología Escolar de Ponce Health Sciencies University, doctora Rebeca López Bobonis, dijo que, para que el proceso sea más llevadero, hay que adelantarse.
“Lo ideal es llevar al niño a conocer el ambiente de la escuela y a la maestra. De esta manera, se puede ir familiarizando para que no lo coja por sorpresa cuando entre en agosto”, aconsejó. De igual forma, es importante dialogar con ellos sobre qué esperar de la escuela y cómo funciona, incluso se pueden usar utilizar figuras representativas.
Además, pueden integrar en las actividades diarias lo que la maestra dará en el currículo, como: los tamaños, los colores y los números. “Todo tipo de experiencia familiar puede servir para enseñarle a ellos destrezas académicas. Ejemplo, si estás doblando ropa, [pueden] contar juntos las medias”, explicó López.
Al principio, los niños pueden presentar ansiedad por separación; un mes es normal, pero si pasan tres meses, la psicóloga sugirió trabajar con profesionales de la conducta que ayuden a que el niño tenga una mejor adaptación en el escenario académico.
¿Qué es el estrés estudiantil y cómo combatirlo?
López definió el estrés estudiantil como todo aquello que pueda interferir con el estado emocional de los niños y jóvenes. Desde las relaciones interpersonales hasta su ejecución académica, pero que el foco principal sea la escuela.
“El estrés estudiantil puede ser normal y saludable. Incluso, ayudarte a estar alerta, proponerte metas y estructura. Sin embargo, cuando el estrés se sale de la norma y se convierte en algo que no puedes controlar comienza a interferir en áreas significativas de la vida como la familia, lo personal, la atención o la concentración”, explicó.
Ciertamente, una marejada de emociones invade el regreso a la escuela. Entre estas, los estudiantes se cuestionan: ¿qué voy a estudiar?, ¿cuál será mi futuro?, ¿haré amistades?, ¿me adaptaré a este espacio?, ¿cumpliré con lo que mis padres y maestros esperan de mí? Además de la preocupación por áreas de dificultad, como las materias que no dominan o si continuarán las medidas del COVID-19 y volverá la educación a distancia.
Cada niño es diferente y puede presentar diversas sintomatologías, pero estas son algunas de las señales de estrés escolar que se pueden observar:
- Situaciones de conductas en retroceso, como orinarse encima
- Comenzar a ser más dependientes de los padres
- Rehusarse a ir a la escuela
- Los sientas hacer tareas simples y no pueden
- Llorar sin aparente motivo
- Quejarse de la presión
De otra parte, en los adolescentes se puede observar cambios en los patrones de conducta, alimentación y sueño. Algunos jóvenes se desvelan o comienzan a somatizar cuando tienen un examen. De igual forma, puede haber una etapa de rebeldía, aislamiento o conflictos con los padres.
“Todas las edades pueden presentar problemas de conducta. No obstante, en los niños pequeños es más difícil o menos probable que sepan expresar sus emociones. Así que, vamos a ver niños más activos de lo normal o más irritables”, especificó la especialista.
En el caso de los jóvenes, si no se les presta atención a las señales o síntomas pueden caer en conductas de riesgo como experimentar con opiáceos, drogas, marihuana o alcohol.
¿Cómo se afecta el proceso de aprendizaje y qué herramientas existen?
“Cuando nosotros estamos bajo mucho estrés nuestro cerebro no es capaz de registrar la información de la misma manera que si estamos relajados. Cosas sencillas que yo pudiera memorizar, de momento, ya no puedo. Empiezan a experimentar lo que es falta de concentración, atención o memoria. No pueden prestar atención a una situación por más de cinco o diez minutos”, detalló López.
De acuerdo con la doctora en psicología, desde pequeños, hay que educar a los niños sobre las emociones, enseñarles que no hay emociones negativas, sino que algunas emociones son más intensas que otras y que depende de cómo nosotros la manejamos es que viene el peligro o el factor de riesgo.
“Las emociones son las que nos alertan y nos dejan saber que hay algo en nuestro ambiente que no nos hace sentir cómodos o bien. Si el niño aprende a identificar sus emociones y cómo se reflejan en el cuerpo aprenden a reconocer cuando comienzan a sentir un estrés que no es el esperado. En este aspecto, cuando yo le pongo nombre a mis emociones ya estoy preparado para manejarlas de manera más efectiva”, puntualizó.
Por tal razón, la psicóloga enfatizó en la importancia de que los padres no minimicen ningún tipo de expresión emocional de sus hijos. “Si el adolescente expresa que tiene estrés o que no puede estudiar y la reacción de los padres es decirle que deje la changuería y que eso le pasa por estar pegado al teléfono, le achacamos a otras cosas, atacamos al adolescente y lo juzgamos por sentirse así en lugar de prestar atención a sus emociones”, argumentó la psicóloga.
Algunas de las preguntas que los padres pueden hacerles a sus hijos para poder ofrecerles herramientas son: ¿Qué es lo que te hace sentir ansioso?, ¿Dominas la materia o necesitas ayuda adicional?, ¿Necesitas un tiempo de relajación? Partiendo de esa información se pueden establecer estrategias de estudios apropiadas para ese menor o ese joven.
“No todo el mundo encaja en las mismas estrategias. Hay que conocer a los niños y saber qué los hace sentir más cómodos o los relaja. Debe conocer a su hijo y saber cuáles son esas válvulas de escape para manejar el estrés”, especificó.
Repasa las herramientas que tienen a su alcance:
- Nunca minimizar las emociones de los hijos.
- Establecer estrategias de estudios individuales y apropiadas para ese menor o ese joven.
- Conocer a tu hijo y saber cuáles son esas válvulas de escape que puede tener para manejar el estrés. ¿Le relaja dibujar o hacer actividad física, la música suave o más movida?
- Enseñarles la práctica de respiración profunda. Si maneja la respiración, recupera el control del cuerpo.
- Mantener el canal de comunicación abierto, sin juzgar. Estar bien atento a qué es lo que te está transmitiendo.
- Descartar que físicamente esté todo bien y, si es necesario, buscar ayuda psicológica, tanto para el menor como para los padres.
- Facilitar áreas de estudio apropiadas con buena iluminación, escritorio y silla cómodos, materiales y tutorías, si es necesario.
- Orientarlos sobre los trabajadores sociales y psicólogos escolares accesibles en las escuelas para aportar en las necesidades individuales de los estudiantes.
Ahorremos estrés, preparándonos juntos y a tiempo
¿Qué vamos a hacer antes de comenzar? Repasar toda la información de la escuela para que los niños y jóvenes tengan claro cómo funcionará su escuela y sus rutinas diarias. A continuación, la psicóloga comparte los siguientes pasos:
- Prepara un calendario.
- Establece el horario de acostarse y levantarse, por lo menos dos a tres semanas antes de empezar las clases.
- Acuerda horarios para el uso de la tecnología.
- Prepara el lugar de estudio, muéstrales que ese será su espacio y provéeles lo que necesitan para que sea apropiado (buena iluminación, postura, materiales).
- Pregúntale al menor o al joven qué es lo más que le preocupa del regreso a la escuela y, partiendo de lo que responda, provéele ayuda.
- Crea un plan de seguridad, con quién te vas a comunicar, dónde vas a acudir en caso de emergencia.
Levantar la voz de alerta, frena la intimidación
Aunque la doctora reconoció que la escuela juega un rol muy importante y que le corresponde ofrecer talleres de prevención escolar y establecer cuáles serán los protocolos de intervención en caso de intimidación, la no tolerancia a la intimidación comienza con el ejemplo que dan los padres en casa.
“Hay que enseñarles a los hijos que, si hablan, la situación se puede detener a tiempo. Pero, si el ejemplo que le damos en la casa es que yo me quedo callado, aguanto, no expreso mis emociones y no busco ayuda, eso es una bomba de tiempo para nuestros niños”, expresó López, especialista en abuso sexual infantil.
Dentro de las recomendaciones para equipar a los menores está explicarles que nadie merece ser tratado de una manera que se sienta incomodo y que si eso ocurre pueden buscar ayuda de la maestra o de la trabajadora social, porque el silencio hará que continúe pasando.
“Los padres tienen que darles a los hijos la seguridad de que pueden acudir a ellos en cualquier momento. A veces, los niños acuden a los padres y la respuesta es que, si te dan, le pegues para atrás. Esa nunca debe ser una opción, ese niño puede estar pensando que el otro es más fuerte y que si le pega lo va a agredir más y que si no se defiende hay algo malo en él. Le generamos una presión innecesaria, porque ellos están en una posición de vulnerabilidad y de temor”, aseveró López.
¿Cómo puedes ayudarlos?
- Enséñales que hay momentos en los que las personas dicen cosas que nos hieren y que hay que alejarse, que no tienen que quedarse al lado de una persona que les trate mal.
- Asegúrales que pueden recurrir a ti o a los maestros siempre que se sientan amenazados.
- Observa las señales, si presentan conductas de retraimiento, no quieren ir a la escuela, se asustan cuando ven un amigo, empiezan a bajar las notas o a tener ideas suicidas.
- Aconséjales que no se queden solos en ningún sitio y que busquen espacios seguros donde estén otros compañeros y adultos alrededor.
“Si hablan, aunque sea en el anonimato, se podrá intervenir con la situación. De lo contrario, no dejarán de pensar en otra cosa que no sea ‘¿qué va a pasar cuando llegue a la escuela y me tenga que encontrar a mi agresor?’. Eso hay que prevenirlo, porque lo que queremos es que se sientan seguros en su escuela que es el lugar donde pasa la mayor parte del tiempo”, puntualizó la psicóloga escolar.
Prioricemos su salud mental
Si los menores y jóvenes gozan de una salud emocional, se sentirán más seguros al momento de expresar sus emociones, tomar decisiones y establecer límites sanos, pero, para lograrlo, los padres tienen el reto de fomentárselos desde pequeños. López hizo un llamado a evaluar el lenguaje que usamos con nuestros hijos, ya que la apertura para escuchar sus emociones y preocupaciones influirá en su salud emocional.
“La salud mental está conectada con todo lo que es nuestro bienestar en general. Así que, si un niño o adolescente presenta dificultad en el área emocional, con el manejo de emociones, frustración o relaciones interpersonales sabemos que eso puede afectar su autoestima y la manera en que se relaciona con el mundo exterior”, detalló López.
Acorde con la doctora, todo lo que tenga que ver con la autoestima de un niño tiene que ver con los mensajes que recibe del exterior, en especial de los padres. “Así que tenemos que ser bien conscientes de que nuestros niños merecen respeto y merecer ser escuchados. Enséñales que está bien que algo no nos salga bien, que está bien buscar ayuda y que podemos expresar nuestras emociones, siempre y cuando, no nos lastimemos ni lastimemos a los demás”, concluyó.
Siete pasos para cuidar tu salud mental en la universidad
La doctora López Bobonis, brindó las siguientes estrategias:
- Prestar atención a tu cuerpo por si es necesaria una evaluación médica.
- Mantener comunicación con los profesores para explorar alternativas de estudios. Los profesores no están para perjudicar a los estudiantes, al contrario, están para facilitar el proceso de aprendizaje.
- Solicitar servicios de apoyo académico de la institución.
- Reforzar el autocuidado, las neuronas necesitan un buen descanso, un patrón de alimentación y evitar el estrés de dejarlo todo para última hora.
- Evaluar si es necesario disminuir la carga académica, aunque vayan a paso más lento es mejor ir a paso seguro, sin sacrificar la salud mental. Los estudios no deben sacrificar nuestra salud mental.
- Contar con redes de apoyo, sean compañeros de la universidad o externos.
- Reconocer que el proceso de adaptación el primer año puede ser difícil, pero que no tenemos que cargar con todo eso solos. Podemos hablar y buscar ayuda. Identificar las áreas en que necesitan apoyo, sean tutorías o consejeros. No esperar a que se complique.
Este contenido comercial fue redactado y/o producido por el equipo de GFR Media.