“Estoy convencida de que una mujer que se siente satisfecha en otras facetas de su vida está en una mejor posición de ofrecerles experiencias enriquecedoras a sus hijos”, recalcó la catedrática Sheila Lee Rodríguez Madera.

De acuerdo con la investigadora en el campo de la salud, la maternidad, además de ser maravillosa es, sin duda, un proceso repleto de claroscuros. “No hay libro ni consejo de boca ajena que realmente nos prepare para el cambio tan dramático en la vida cuando se es madre; tampoco [para] las responsabilidades implicadas en la crianza. Seguramente, mi madres no tenía idea en lo que se estaba metiendo cuando decidió tenerme”, acotó.

Rodríguez describió a su madre como una mujer luchadora, expresándose sobre su figura con orgullo y convencida de que sus mamá hizo lo mejor que pudo a través de su crianza. “Mi mamá se ganaba la vida como secretaria hasta que se casó con mi padrastro cuando yo tenía seis años. Su verdadera pasión siempre ha sido el baile. De hecho, hasta un nombre artístico tiene: ‘Moraima, la Gitana’”. Aquí, Rodríguez desplegó su admiración por su mamá, describiéndola como una mujer con una mezcla exquisita de soltura, buen ritmo y, sobre todo, llena de picardía... un ser lleno de gracia. A Esther María Madera Fernández se le ve feliz cuando baila”. Aunque esto se vio opacado al poco tiempo de cumplir los 50 años, a causa de un accidente cerebrovascular, todavía con bastón en mano y ahora en silla de ruedas no hay quien la detenga cuando escucha una buena música.

Una de las frases que más recuerda que su madre le repetía cuando niña, en especial cuando se enfrentan retos es: “piensa, analiza y actúa”, palabras que hoy le enfatiza a su hijo siempre que puede. De esta forma, aludió a cómo se enteró de que iba a ser madre. “Yo me enteré de que estaba embarazada de mi único hijo un Día de las Madres. Cuando reflexiono, haciendo una retrospección, me digo a mí misma: ¡eras una nena! Mi hijo no fue planificado, pero sí deseado. Así se lo he hecho saber. Tenerlo ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida”, resaltó con gran emoción.

Siguiendo esta misma línea, explicó que la generosidad y la solidaridad son dos de los atributos de su madre que la han marcado. Así, acoge estas características, al demostrarle a su hijo el amor que siente por él.

La profesora en Florida International University aún tiene el privilegio de disfrutar de su mamá e insiste en que su vínculo es sumamente estrecho. Aunque la situación de salud de Esther no ha sido fácil, [ya son 30 años desde su accidente cerebrovascular] han recorrido el camino juntas y en compañía de sus seres queridos. Insistió en que los desafíos que enfrentan las personas con discapacidades en Puerto Rico esculpen el carácter. “Mi madre ha sido una mujer extremadamente valiente y resiliente. Ver su fortaleza y aplomo a lo largo de estos años ha sido una de las lecciones de la vida más importantes para mí. Para ella, simplemente, no hay obstáculo”, acotó.

“Hay que reconocer que la maternidad es una responsabilidad enorme que solo culmina cuando se agota la vida. Si bien es cierto que “nadie sabe lo que está haciendo con sus hijos”, es importante añadir que todos debemos hacer lo posible para que, aunque no sepamos, lo que hagamos sea motivado por el respeto y el amor hacia ese otro ser humano. [También] es fundamental que el proyecto de la maternidad vaya a la par con otros proyectos en la vida de las mujeres”, concluyó.