La mamá de Ruby Rodríguez Ramírez creció en un hogar con pocos recursos económicos, fue maestra de día y universitaria de noche hasta alcanzar su grado doctoral y, a pesar de encargarse de la crianza de tres hijos, no descansó hasta convertirse en catedrática del primer centro docente del país.

Esa tenacidad por parte de su figura materna fue suficiente para que la vicepresidenta de Administración de la Asociación Hospitales de Puerto Rico (AHPR) se convenciera de que podía ser una jefa de familia presente, sin renunciar a su profesión.

“Cuando nacieron mis dos hijos, fueron los eventos más grandes de mi vida, ellos son mi prioridad y lo siguen siendo, pero, si uno planifica bien las cosas, tienes tiempo para tu profesión y para la vida personal”, destacó la licenciada en Administración de Servicios de Salud, con más de 35 años de experiencia.

No obstante, debido a los horarios, que muchas veces son inciertos en esta área ocupacional, Ruby decidió mantenerse en la industria de la salud, pero alejada de los hospitales. Necesitaba balancear el tiempo entre sus hijos y sus metas, especialmente tras su divorcio.

“Yo me vi, como quien dice, como una madre soltera. De momento, tienes que hacerte cargo de tus hijos y tu familia. Si no lo haces tú, ¿quién lo va a hacer? Aunque el padre sea muy bueno, uno tiene que tomar la batuta del día a día”, precisó.

Antes de llegar a la AHPR, donde ha estado por los pasados 13 años, trabajó en el Departamento de Salud, en el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, en el área de servicios a la familia de Guaynabo y como procuradora de Personas de Edad Avanzada, bajo la administración del exgobernador Pedro Rosselló González.

En busca de ayuda

La mayor preocupación de Ruby, quien se describió como “muy sobreprotectora”, era que sus dos hijos, que hoy ya son adultos, estuvieran bien alimentados, protegidos y seguros. Sin embargo, no siempre podía estar en el momento indicado “para cruzar la calle con ellos”.

En escena, entraron sus padres, hermanos, amigas y vecinos para cuidar de los niños cuando a ella se lo impedían sus compromisos profesionales.

Recordó cómo, durante un huracán, cuando fungía como procuradora de las Personas de Edad Avanzada, recibió una llamada telefónica en la que le notificaron que había un adulto mayor, en uno de los centros a su cargo, que requería servicios médicos. Acudió al lugar con la entonces secretaria de Salud y asistió al ciudadano con la certeza de que sus hijos se encontraban en buenas manos.

“Yo estaba tranquila porque pude dejar a mis niños con una vecina y sabía que en mi casa había de todo porque siempre me he programado, de antemano, para cualquier evento”, relató.

Sobre la relación con el padre de sus hijos, Ruby resaltó que siempre mantuvo una comunicación abierta, por el bienestar de los niños, y que trabajaron en conjunto para que estos se convirtieran en personas honestas que trataran a quienes les rodean con empatía y respeto.

“Estas son cosas que uno las enseña haciendo y no diciendo porque puedes regañar y decir, pero tú tienes que modelar los valores”, agregó.

La llegada de los nietos

Los años transcurrieron y aquellos niños se convirtieron en adultos, uno de ellos con hijos propios.

“A veces, no encuentro cómo describir lo maravillosos que son mis nietos porque son bellos, cariñosos e inteligentes. Los disfruto mucho, y, a veces, pienso: ‘Caramba. Yo disfruto más a mis nietos de lo que disfruté a mis hijos’”, dijo. Sin embargo, así como hizo con sus hijos, no ha dejado su carrera profesional para dedicarse completamente a sus nietos, sino que se ha convertido en una mano de ayuda.

A la distancia, la mujer que se convirtió en madre por primera vez a los 29 años no está muy segura de cuál es la fórmula para “maternar” sin abandonar la pasión por la profesión. De alguna manera, se lo adjudica a la energía característica de la juventud, pero no tiene dudas de que ese balance hubiese sido imposible sin la planificación, la solidaridad de sus seres queridos y el amor que abundó en su hogar.