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Cada vez, y con mayor frecuencia, el ajetreo o la incidencia de eventos violentos o inesperados que ocurren en nuestra cotidianeidad nos causa tristeza, confusión e, incluso, desesperanza, afectando nuestra salud mental. Desde ese punto de vista, es importante entender que la salud mental no es siempre estar feliz, sino poder manejar esas tensiones productivamente, al conocer nuestras capacidades y así promover nuestro propio bienestar.
Para mantener un estado de buena salud mental es necesario realizar ajustes que nos permitan reconocer los patrones de cómo pensamos, sentimos y actuamos, y cómo estos inciden en nuestra capacidad para afrontar las demandas del diario vivir. Es más fácil decirlo que hacerlo, ¿verdad? Pero, entendamos que obtener y mantener una buena salud mental es posible. Conocer qué es el estrés es vital para saber el tipo al que estamos sometidos y cómo manejarlo. Dentro de las categorías generales del estrés, existe el eustrés que es aquel que nos motiva y nos brinda la energía para cumplir nuestras tareas diarias. De otra parte, el distrés es aquel negativo y perjudicial, que surge al enfrentarnos a situaciones que nos abruman de modo significativo o que sentimos que no podemos manejar. Contrario al eustrés, el distrés genera sentimientos de miedo, desesperanza, ansiedad, incapacidad y, en algunos casos, cuando se torna crónico, puede causar depresión. Situaciones como los problemas familiares, de salud o económicos de larga duración, o la quemazón ocupacional, pueden ser causantes del distrés que afecta la salud mental. Pero ¿qué podemos hacer para cuidarnos?
1. Establece límites en tu vida
Aunque no siempre es simple, aprender a establecer límites en las relaciones personales, el trabajo, la escuela y en otros escenarios sociales es importante para tu salud mental, ya que no te sobrecargas con las responsabilidades de otras personas. Esto reduce el desgaste emocional y los sentimientos de coraje o frustración hacia otros o hacia ti mismo. No te sientas culpable por establecer límites claros y aprender a decir “no”.
2. Establece una rutina
Pudiéramos pensar que las rutinas son aburridísimas y que en la “variedad está la sal de la vida”, pero son importantes porque reducen la ambigüedad y ese sentimiento de “no sé si voy o vengo” que nos saca de quicio y genera malestar. Las rutinas brindan sensación de control y un ritmo para las actividades diarias, ayudando a sentirse emocionalmente estable. Planifica tu día y tu vida con horarios regulares para el trabajo, el estudio, la vida social y familiar, y el descanso.
3. Saca tiempo para ti
Hablando de las rutinas, crea el hábito para dedicar tiempo a tu “yo”. Ese espacio no debe ser negociable. Haz ejercicio, lee, medita u ora, o, simplemente, descansa y concéntrate en ti. Realiza actividades que nutran tu cuerpo, mente y espíritu. Si ver televisión o darle scroll a las redes sociales es lo tuyo, pues muy bien. Pero, intenta no abrumarte con excesos de información negativa proveniente de redes o noticias, pues generan el efecto contrario a la relajación y al descanso emocional.
4. Escoge a las personas que te rodean
Las personas tenemos naturaleza gregaria. Disfrutamos “andar en bonche”, necesitando conectarnos con otros para sentir apoyo y sostén emocional. Por eso, es importante intentar alejarse de las personas protagonistas de conflictos y controversias. Aprende a seleccionar quién comparte tu espacio y realiza un esfuerzo consciente de escoger personas positivas, energéticas y enfocadas en el bienestar. A los “ladrones de energía” dales delete.
5. Modifica tu lenguaje
Hablar en negativo condiciona tu pensamiento, reforzando ideas pesimistas, catastróficas o de autocrítica. Esto afecta tu autoconcepto y autoestima, generando malestar y afectando tu salud mental. Además, hablar continuamente en negativo, puede causar que las personas en tu entorno sientan que eres “la nube negra” del grupo y te sientas aislado y con falta de apoyo social, lo que, a su vez, afecta tu salud mental. Modificar tu lenguaje incluye practicar la asertividad y comunicarse efectivamente con otras personas.
6. Agradece
Siempre está la oportunidad de apreciar lo bueno. Celebra tus logros del día, aunque sea haberte tomado un café calientito. Intentar escribir, al menos, tres cosas para agradecer. Esto reenfoca tu mente hacia lo positivo y promueve el sentido de logro, satisfacción y bienestar que altera positivamente tu organismo, permitiendo la liberación de endorfinas o “la hormona de la felicidad”.
7. Visita a un profesional
Si crees que las cargas están afectando la calidad de tu vida y de tus relaciones, pide ayuda. Cuando el cuerpo duele, visitas al médico, ¿cierto? Pues, cuando duelen la mente o el ánimo, se visita al terapeuta. Visita un trabajador social clínico, consejero profesional o psicólogo y podrás explorar tus sentimientos, pensamientos y conductas en un espacio seguro y sin juicios hasta alcanzar la mejor versión de ti. Buscar ayuda no es señal de debilidad, sino de fuerza, valentía, y de amor hacia ti mismo.
La salud mental es tan importante como la física. ¡Protégela y dale valor porque lo mereces!
La autora es trabajadora social clínica y doctora en consejería profesional. Para información, puedes escribir a dracintron_casado@yahoo.com.
Este contenido comercial fue redactado y/o producido por el equipo de GFR Media.