Existen diversos tipos de inflamación crónica en el tracto gastrointestinal; sin embargo, las dos más importantes son colitis ulcerosa y enfermedad de Crohn.

Las enfermedades inflamatorias del intestino (EII) son afecciones crónicas. Lo cierto es que todavía no existe una causa clara establecida ni una cura, pero sí coinciden varios factores en su desarrollo. De acuerdo con la gastroenteróloga Esther Torres, quien lidera el Centro para Enfermedades Inflamatorias del Intestino (FEAT) del Recinto de Ciencias Médicas, hay un componente genético que envuelve variaciones que se asocian al desarrollo de alguna de las EII. A modo de ejemplo, existe mayor predisposición a desarrollar EII en los familiares de un paciente, quiere decir, es común que se presente en más de un miembro de la familia.

“El sistema inmunológico de estos pacientes no está bien regulado, y responde inapropiadamente, provocando la inflamación crónica. Hay factores externos que incluyen la dieta, fumar y usar antibióticos, entre otros”, explicó la especialista. De igual forma, los cambios en el microbioma intestinal, que es la colección de microorganismos (bacterias, virus, hongos, etc.) que viven normalmente en el intestino y tienen una función, al ser alterados en estos pacientes, promueven la inflamación que causa el dolor. La inflamación influye en los síntomas, que van de moderados a severos; por eso es que los estudios confirman y la doctora sostiene que una alimentación antiinflamatoria puede ofrecer beneficios a estos pacientes.

También, la EII se distingue porque la inflamación crónica es persistente en la porción afectada del sistema gastrointestinal, lo que se manifiesta en periodos de mayor actividad (recaída) que se alternan con periodos de poca o ninguna actividad (remisión). Las EII son más frecuentes en personas entre los 15 y 35 años; no obstante, pueden presentarse desde la infancia hasta la vejez, tanto en hombres como en mujeres. La colitis ulcerosa, que estadísticamente es la más común en Puerto Rico, es una inflamación que se limita al colon (el intestino grueso) que envuelve la capa más superficial (la mucosa). Torres explicó que se extiende de forma continua desde el recto hacia arriba.

Por su parte, la enfermedad de Crohn puede afectar cualquier parte del sistema gastrointestinal, desde la boca hasta el ano, de forma descontinua. Además, según la doctora, puede afectar todas las capas del intestino. Por esta razón, las complicaciones incluyen fístulas, abscesos, estrecheces y perforaciones.

Presentación de los síntomas

“Los síntomas pueden ser similares y no son específicos de estas condiciones”, advirtió la catedrática en medicina. La colitis ulcerosa presenta diarreas con sangre, pujos, dolor abdominal. Mientras que Crohn manifiesta dolor abdominal, pérdida de peso, diarreas, fiebre y retraso del crecimiento en los niños.

Torres sostuvo que una dieta saludable y estilos de vida sanos, como el ejercicio, no fumar y mantener un peso adecuado, están asociados con un menor riesgo de padecer de EII. A su vez, señaló que, “aunque no hay una prevención establecida, mientras más aprendemos de las EII más oportunidad de poder desarrollar estrategias preventivas”. Es determinante que las personas con síntomas que persistan durante semanas o reaparezcan frecuentemente se evalúen. “La sangre en la evacuación nunca es normal. El diagnóstico temprano permite empezar el tratamiento enseguida y tratar de evitar complicaciones. También hay que comprender los efectos del diagnóstico en el estado emocional de los pacientes, como puede ser ansiedad, depresión, manejo de estrés y la necesidad de consejería nutricional. Por ende, el cuidado de salud del paciente debe ser interdisciplinario”, precisó Torres.

Entre los riesgos mayores en los pacientes con EII de varios años está el cáncer colorrectal. Los tratamientos se centran en controlar la inflamación y alcanzar una remisión; estos van desde medicamentos de efecto tópico o local hasta fármacos potentes que trabajan de manera sistémica. Por tanto, las guías para escoger el tratamiento indicado dependerán del tipo de EII, el grado de inflamación y la localización.

La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.