Cuando se asume la tarea de cuidar a un adulto mayor, el rol viene acompañado de un retiro de la cuenta de ahorro emocional del cuidador. La Asociación Americana de Psicología comparte que el 66 % de los cuidadores reportan síntomas negativos en su salud mental. Estos datos son similares a los reportados por AARP en 2021, en donde se estima que más de la mitad de los cuidadores en Puerto Rico percibe un impacto negativo en su salud emocional. Estos datos se confirman con los obtenidos en El Perfil del Cuidador Informal de Adultos Mayores, dirigido por el doctor Muñoz Alicea, en el que los cuidadores comparten que han experimentado un impacto en su salud emocional (70.3 %). Entre estos se destacan síntomas de ansiedad (49.7 %), agotamiento (42.8 %), depresión (26.4% ) y miedo a cometer algún error (59.5 %). La sobrecarga a nivel físico y emocional influye en la calidad del cuidado, por lo que un compromiso hacia el autocuidado no es un lujo, es una necesidad.

Incorporando al autocuidado en el plan de cuidado hacia el adulto mayor

El autocuidado se refiere a acciones concretas que el cuidador puede tener a su alcance para promover un mayor fortalecimiento de su bienestar. Se refiere a todas aquellas prácticas cotidianas y decisiones que le permitan al cuidador promover y tener una mejor calidad de vida. Cuidarse a sí mismos debe ser una prioridad, en especial, cuando esta responsabilidad viene acompañada de un sinnúmero de demandas físicas y emocionales. Estas tareas se realizan por un término de tiempo indefinido, en el que se van a experimentar altos niveles de estrés durante un periodo de tiempo prolongado. Como consecuencia, la persona va a experimentar dificultades en el manejo de sus pensamientos, emociones y conducta.

En términos generales, actividades como leer, escuchar música, cantar, entre otros, son ejemplos de acciones que se pueden realizar mientras se cuida al adulto mayor, sin sacrificar el tiempo de cuido. Otras actividades como la atención a necesidades básicas (alimentación, dormir, higiene y aseo personal, citas médicas, cuidado físico y de salud mental) requieren de la cooperación de familiares y/o amigos que puedan colaborar y proveer espacios de respiro.

Pausas activas

Estas pausas se describen como una actividad física que se puede llevar a cabo en un breve espacio de tiempo. De manera consciente, el cuidador elige realizar una actividad. Estas pausas activas se pueden realizar cada dos horas, en un intervalo de tiempo de 5-10 minutos. Algunos ejemplos son realizar ejercicios de respiración, movimiento del cuerpo o ejercicios de estiramiento.

Para comenzar con los ejercicios de respiración profunda, el cuidador puede considerar “la respiración de la caja”. Este ejercicio consiste en inhalar y exhalar, en intervalos de 4 segundos, mientras la persona imagina que va dibujando un cuadrado. Otro ejercicio de respiración profunda puede ser 3-3-3. Se inhala en intervalos de 3 segundos, se retiene la respiración por 3 segundos y se exhala en 3 segundos. Cada uno de estos ejercicios se puede realizar entre 5-10 minutos, de manera consciente, prestando total atención a la manera en la que se está respirando.

En términos del movimiento del cuerpo, la persona puede caminar en la habitación, prestando atención a la manera en la que lo está haciendo. Puede caminar descalzo, enfocándose en cómo sus pies reaccionan al contacto con el piso y/o en la firmeza de sus pasos. También puede realizar breves ejercicios de estiramiento, principalmente de la cabeza, hombros y cuello.

Enfrentando emociones difíciles

En algún momento, el cuidador puede sentirse atrapado en emociones negativas. La capacidad para poder reconocer, comprender y gestionar las emociones, de una manera flexible y adaptativa, ayuda a la persona a reconocer sus síntomas. Es decir, que pueda aceptar lo que siente de una manera más proactiva, previniendo el desgaste emocional y ganando un mayor control hacia el manejo de sus emociones.

El cuidado implica que se deben poner en práctica habilidades para adaptarse a un entorno de cambio constante. Cuando se puede ser flexible hacia el rol de cuidador, nos damos permiso para expresar lo que sentimos, sin reprimir o evitar nuestros pensamientos y emociones. La persona se puede adaptar a este cambio de vida, sin perder de perspectiva sus valores personales en términos del propósito y significado de cuidar. Ser cuidador implica que vamos a experimentar emociones difíciles. Pero cuando esas emociones difíciles se reconocen y aceptan, el cuidador puede comprender sus patrones de respuesta, en especial, en situaciones con altos niveles de estrés y ansiedad.

Solicitar ayuda es parte del plan de autocuidado

Reconocer y solicitar ayuda cuando se dificulta poder cumplir con las actividades diarias, es una señal que no debe pasar desapercibida. Aceptar emociones y pensamientos difíciles no es una tarea fácil, pero cuando se pueden resignificar desde sus valores personales (significado y propósito de cuidar), se incorporan rituales de autocuidado y pausas activas y se reconoce su vulnerabilidad, el rol de cuidador puede abrazarse desde la autocompasión, fortaleciendo el bienestar del cuidador. Para cuidar a otros, necesitamos primero cuidar de nosotros mismos.

La autora es directora de la Clínica Interdisciplinaria de Servicios a la Comunidad de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico.