Cuando tratamos de trazar los inicios de la educación virtual en Puerto Rico, de manera automática tendemos a crear asociaciones inmediatas de este fenómeno como un producto directo de la pandemia del COVID-19. Lo que se convirtió en un sistema de enseñanza normalizado para miles de estudiantes de todas las edades en el país en el 2020, ya era una realidad para muchos otros que habían visto patrones de cambios y ajustes en la metodología catedrática en sus instituciones educativas por motivo de los desastres naturales de los últimos años.

Según Dolymari García, vicepresidenta de desarrollo académico de NUC University, la educación a distancia se remonta a la década de los ochenta a través de los sistemas de transmisión televisiva del Gobierno, los cuales creaban programas de contenido educativo para llevar “la educación a lugares remotos para personas que, tal vez, no tenían ese contacto directo con la escuela porque no les era accesible”, expresó, haciendo mención del canal WIPR como ejemplo de una de las plataformas que se utilizaban como método de difusión de esta índole.

El acceso a nuevas tecnologías y la constante sofisticación de recursos que facilitan y generan nuevas técnicas en la práctica, ha obligado a las universidades a diversificar los métodos de impartir la cátedra. En el caso de NUC University, “hemos tenido una oferta académica online desde el 2019, a través de la división de educación a distancia… desde el momento que se matricula hasta la graduación, todo se realiza en línea”, indicó García, añadiendo que además de la docencia, todos los servicios de apoyo y consejería también se ofrecen de manera remota. El éxito en su programa, que ofrece grados asociados, bachilleratos y maestrías en áreas como la salud, educación y tecnología, entre otros, se cimenta en un compromiso de la institución con sus docentes y con sus estudiantes al proveer “adiestramientos continuos a la facultad y al personal de apoyo creando las condiciones para que el estudiante se sienta cómodo y aproveche la experiencia al máximo”, aseveró.

Para García, la transición de manera más permanente a una metodología de enseñanza virtual comenzó en el 2019 en respuesta a los terremotos del 2019 y 2020. Esta crisis creó el ecosistema para transformar y repensar la metodología tradicional de enseñanza y surcó el camino para que las escuelas experimentaran con la educación en línea como una alternativa seria y permanente.

“Son muchos los estudiantes que se quedaron con esa cultura (estudio en línea), llegan acá y se matriculan en los currículos a distancia porque ya estaban acostumbrados y representa para ellos una flexibilidad que no quieren ceder”, puntualizó.

A estos fines, la educadora afirmó los beneficios que representa la opción de cursar un grado a distancia para los estudiantes “que son cuidadores, padres, trabajan y que quieren estudiar… la distancia le da esas herramientas para que puedan culminar un grado universitario, aportar a la economía del país y generar una compensación económica”, señaló.

Por otro lado, para el doctor Ángel Rivera, coordinador de programas de ciencia de la salud en Atenas College, la ejecución exitosa de una educación remota va a depender del estudio particular del estudiante. Pues, en el caso de Atenas, institución que ofrece grados especializados en áreas de la salud, el currículo no puede depender de manera exclusiva a distancia, por la naturaleza de la profesión.

“A diferencia de otras carreras, no podemos enseñarle a un estudiante de enfermería cómo inyectar una aguja por cámara… Por eso, ofrecemos distintas modalidades de educación híbrida, sea más a distancia o más presencial. Nuestra facultad ha tenido que certificarse para poder adaptar la enseñanza a las plataformas digitales, las cuales, en el campo de la salud, incluyen la simulación clínica, seminarios a distancia, y laboratorios”, describió Rivera, quien se especializa en cuidado crítico y trauma. Como tantas otras instituciones de educación postsecundaria, Atenas College presta servicios de adiestramiento continuo a su facultad, fomentando una cultura de “constante aprendizaje y capacitación”, tanto para los estudiantes como los profesores.

Para García, el reto más grande responde a la brecha en el conocimiento y manejo de recursos tecnológicos, así como el acceso a internet de unos sectores sobre otros.

No todo el mundo tiene el mismo acceso. En la zona metropolitana continúa siendo muy distinto a la zona central”, explicó. En atención a este desfase, García indicó que NUC provee alternativas tanto de adquisición de computadoras como de internet estable a bajo costo, lo cual ha ayudado a que su matrícula, que consiste de más de 4 mil estudiantes, cumpla con los criterios del programa que cursan.

Asimismo, García defendió la educación híbrida, aquella que combina la educación a distancia y la presencial como una que provee “lo mejor de los dos mundos”, en referencia a los cursos de certificación de oficios como la electricidad y la plomería, cuyos servicios solo pueden brindarse de manera física.

Ambos entrevistados concuerdan en que las transformaciones en la educación responden a los cambios que se producen en las mismas carreras, las cuales, en el caso del campo de la salud, los servicios hospitalarios, los planes médicos y la tecnología “están en constante evolución”, aseveró Rivera, anclándose en la necesidad de las instituciones de mantenerse al día y ser receptivas a los cambios que surjan a favor de la educación en línea y aprender las ventajas de este formato para evitar el riesgo de convertirse en obsoletas.

En el caso de la doctora Mariwilda Padilla Díaz, catedrática del Sistema Universitario Ana G. Méndez, la pandemia aceleró la transición a la virtualidad, la cual venía asomándose desde la incorporación de plataformas como Blackboard y Canva a los currículos de las universidades. No obstante, según compartió, este cambio se produjo de manera muy accidentada, ya que “no todo el mundo estaba preparado para dar las clases ni manejar las plataformas… muchos profesores se frustraron y abandonaron la cátedra por este cambio tan abrupto”.

Padilla, quien procuró obtener todas las certificaciones de enseñanza virtual en los años que precedieron a la pandemia, listó los apagones y la inestabilidad del servicio eléctrico y de conexión en línea como algunos de los obstáculos principales en el esfuerzo de cumplir con las metas de los cursos. A este propósito, la doctora en consejería psicológica expresó que el éxito de la enseñanza virtual dependerá del acceso a un sistema energético confiable, nombrando, entre otros, la necesidad de establecer comunidades de aprendizajes en distintas zonas geográficas “para continuar adiestrando y practicando a navegar los portales de estudios” como alternativa para atender los problemas de acceso geográfico y tecnológico que experimentan algunos de sus estudiantes.

A pesar de los retos que, a su juicio, se deben atender en las esferas gubernamentales, Padilla reconoció que la interacción humana en la docencia “es insustituible” y que, aunque mantiene su cátedra híbrida, apuesta al elemento humanista y a la riqueza de discusión que, en su experiencia, solo puede ser posible en la interacción presencial.

La autora es periodista colaboradora de Suplementos.