Disfrutar de las fiestas navideñas no debe convertirse en una misión imposible para las personas con un diagnóstico de diabetes, pues se pueden ingerir los manjares típicos de la época sin sufrir efectos drásticos en la enfermedad. Para lograrlo, deberás planificar los alimentos que consumirás en los festejos, teniendo en cuenta que la moderación es pieza clave en el manejo de esta enfermedad metabólica crónica que se caracteriza por los niveles elevados de glucosa en la sangre.

En el caso de los niños diagnosticados con diabetes tipo 1, una de las preocupaciones con respecto a la enfermedad es, precisamente, su participación en estas actividades, dada la variedad de alimentos que distinguen la gastronomía puertorriqueña, especialmente en la Navidad.

Para la educadora en salud, Amarilys Álvarez Otero, “una de las primeras cosas que, como familia, debemos saber es que nuestros niños pueden participar de toda nuestra gastronomía, de todos los alimentos que, culturalmente, nos gustan durante estas fiestas”.

Sin embargo, la también colaboradora del grupo de apoyo de la fundación Sugar Free Kids expuso que “es bien importante que planifiquemos qué tipo de alimentos va a haber, si a nuestros chicos les gusta este tipo de alimentos, las porciones que debemos considerar y si hay que hacer algún ajuste con la dosis de insulina”.

“En estas fiestas, hay mucha tensión cuando recibimos el diagnóstico de diabetes tipo 1 porque lo primero que pensamos es: ‘Ahora, él no puede comer los dulces típicos como tembleque, arroz con dulce o majarete’. Se puede participar, pero con mucha estrategia, moderación y conociendo cuál es el momento correcto para hacerlo”, confesó.

Asimismo, admitió que “en estas fiestas, uno de los retos más grandes para nosotros, como familia de niños con diabetes, es que ellos se puedan sentir que son ‘parte de’; que no se sientan juzgados por lo que comen o por lo que no comen, y que puedan disfrutar de las fiestas”.

En el caso de niños en etapa escolar, señaló que “es bien importante hablar con el staff de la escuela y dejarle saber que hay un niño con diabetes; que no queremos que se sienta excluido y que queremos que participe [de las actividades]”.

“Como madres o padres, nos podemos integrar en el manejo para planificar cuánta insulina va a necesitar para que [consuma] esos alimentos o, si [usa] bomba de insulina, verificar cuántos carbohidratos se van a ingresar en la bomba de insulina”, agregó Álvarez Otero, quien tiene dos hijos diagnosticados con diabetes tipo 1.

No obstante, admitió que aun con los controles adecuados, “el manejo de la diabetes no es perfecto y siempre va a haber algo que [el azúcar] nos va a subir y nos va a bajar, y puede ser que calculemos lo mejor posible y tengamos el resultado esperado”.

“Cuando los niveles de azúcar están elevados, los pacientes comienzan a sentirse mal. [Pueden tener] dolor de cabeza, experimentar náuseas, sentirse cansados o tener la visión borrosa y estos son síntomas con los que no queremos tener que lidiar en una fiesta porque queremos que [los niños] disfruten”, sostuvo.

En tanto, en el caso de adultos con diabetes tipo 2, resaltó que la participación de estos pacientes en las fiestas navideñas “puede ser un poco más flexible, si no están utilizando insulina”.

“En el caso del tipo 2, muchas personas todavía producen insulina y su cuerpo posee ciertos mecanismos para ayudarlas a que esos niveles de azúcar estén controlados. Sin embargo, en este caso, tenemos que contar los carbohidratos en la porción”, apuntó.

Mientras tanto, al hablar de la abundancia de platos típicos navideños, incluyendo entremeses, la educadora en salud alertó que “ese picoteo puede ser peligroso en las fiestas porque los niveles de azúcar pueden subir rápidamente y mantenerse altos por mucho tiempo”.

En cuanto a los alimentos con alto contenido de grasa, la educadora en salud recordó que producen un efecto de rebote.

“Primero, da la impresión de que los niveles de azúcar no están subiendo, pero luego de la segunda, tercera o cuarta hora, las grasas comienzan a metabolizarse. Entonces, puede comenzar a subir aceleradamente los niveles de azúcar y, una vez suben, ese efecto de las grasas hace que los niveles de azúcar queden altos por más tiempo”, lamentó.

“La clave está en el balance y la porción. Si sabemos que nos queremos dar ese gustito de comer algo, reconociendo que estamos combinando ciertos alimentos, hay que ser bien intencionales en el monitoreo de los niveles de azúcar después de comer”, añadió.

Igualmente, advirtió que “el alcohol bloquea a nivel del hígado, en respuesta a tener que subir los niveles de azúcar, y el hígado se queda ‘tranquilo’, sin producir ninguna reacción para producir azúcar, y los niveles de azúcar se mantienen bajos”.

“Si van a consumir alcohol y tienen diabetes, [deben] mantenerse comiendo; no pueden ponerse a tomar con el estómago vacío o sin comer, porque, si experimentan un bajón de azúcar, la respuesta del hígado a que suba el azúcar está bloqueada a consecuencia del alcohol”, subrayó.