La enfermedad de hígado graso no alcohólico es una enfermedad silenciosa con pocos o ningún síntoma.

Los problemas de salud, como la obesidad, el síndrome metabólico y la diabetes tipo 2, aumentan la probabilidad de desarrollarla. Incluso, la enfermedad del hígado graso juega un papel importante en la diabetes tipo 2. Si se tienen ambas enfermedades y la diabetes tipo 2 está descontrolada, impacta y empeora la enfermedad de hígado graso.

Se estima que hasta un 25 % de la población mundial vive con hígado graso. Esta es más común en las personas que viven con sobrepeso (75 % tiene la enfermedad) y obesidad severa (90 %).

De acuerdo con la endocrinóloga y especialista en diabetes y metabolismo, doctora Leticia Hernández Dávila, el hígado graso no alcohólico es la causa más común de enfermedad crónica del hígado en Estados Unidos y es una enfermedad común en Puerto Rico. “Cada vez vemos a personas más jóvenes con esta afección. Esta se caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado en una persona que no consume alcohol en exceso. Aunque en la mayoría de las personas no progresa, de un 7 a un 30 % de las personas, pueden pasar a etapas más avanzadas”, explicó.

¿Cuáles son las etapas de la enfermedad?

Hígado graso no alcohólico: es cuando hay acumulación de grasa, pero aún no se ve inflamación y daño en las células del hígado (hepatocitos) o tejido Esteatohepatitis no alcohólico (NASH): se caracteriza por inflamación y daño al hepatocito, y se comienza a formar tejido cicatricial en el hígado.

Fibrosis: ya se forman áreas de tejido de cicatriz en el hígado

Cirrosis: es cuando el tejido de cicatriz extenso en el hígado produce una apariencia nodular. En algunos casos puede progresar a cáncer de hígado.

La endocrinóloga mencionó que entre los factores de riesgo para desarrollar esta condición se encuentran: sobrepeso u obesidad/obesidad abdominal, prediabetes, diabetes, síndrome metabólico; colesterol y/o triglicéridos altos, síndrome de ovarios poliquísticos, apnea del sueño y hipotiroidismo.

Síntomas

“La mayoría de las personas en etapas tempranas de hígado graso no presentan síntomas, aunque algunas pueden sentir malestar, cansancio o una sensación de molestia vaga en el lado superior derecho del abdomen”, informó Hernández Dávila.

Mientras tanto, en las etapas avanzadas de la enfermedad, se pueden presentar: color amarillo en la piel o los ojos, acumulación de fluido en el abdomen, venitas alrededor del ombligo que desaparecen momentáneamente al presionarlas (caput medusae), y cambios mentales por acumulación de amoníaco.

Sin embargo, la doctora destacó que las complicaciones más comunes relacionadas al hígado graso son cardiovasculares. “Esta población también tiene un riesgo mayor de desarrollar diabetes mellitus tipo 2, colesterol elevado y eventos cardiovasculares como infartos y derrames cerebrales”.

Cabe destacar que el diagnóstico de hígado graso no alcohólico es un proceso que implica diversas intervenciones. “Muchas veces, el médico sospecha esta condición, al encontrar niveles elevados de las enzimas del hígado en los laboratorios de sangre. Otras veces, se observan cambios en el hígado en sonogramas abdominales realizados por alguna otra razón. Una vez se sospecha el diagnóstico, el médico realiza un historial para determinar posibles causas, un examen físico que incluye evaluación del abdomen, pruebas de laboratorios y estudios de imagen como sonograma abdominal, FibroScan y, en algunos casos, resonancia magnética. A su vez, el diagnóstico definitivo se realiza mediante biopsia de hígado”, detalló la doctora.

Prevención y tratamiento

La prevención y el tratamiento del hígado graso se concentra en el manejo de los factores de riesgo. A continuación, la especialista compartió estrategias para el manejo adecuado según el factor de riesgo.

Manejo de obesidad y sobrepeso

1. Reducción de un 10 % del peso por medio de:

  • Dieta controlada en calorías y rica en vegetales, frutas, granos enteros y fuentes de omega-3 como el pescado y los frutos secos (nueces, avellanas, chía, etc.).
  • Aumento gradual de la actividad física hasta lograr 150 a 300 minutos de ejercicio de intensidad moderada por semana.
  • Evitar las bebidas azucaradas como los refrescos y jugos y evitar el alcohol.

Control de enfermedades metabólicas

1. Diabetes mellitus:

  • Evaluación con nutricionista y médico para establecer cambios en el estilo de vida.
  • Adherencia a la terapia de medicamentos. Esto es, cumplir con el tratamiento según recomendado.
  • En algunos pacientes con diagnóstico de hígado graso confirmado se puede utilizar pioglitazona (un medicamento para la diabetes).
  • Control adecuado del colesterol (las complicaciones más frecuentes del hígado graso son las del corazón), mediante el tratamiento con estatinas (medicamento del colesterol) y una dieta rica en omega-3 y baja en grasas saturadas.
  • Evitar el uso de suplementos nutricionales sin recomendación médica. Los suplementos de omega-3 no han probado reducir el riesgo de eventos del corazón. Aunque la vitamina E puede utilizarse en ciertos pacientes con hígado graso, algunos estudios asocian la vitamina E con un aumento en la mortalidad. Así que solo se debe utilizar por recomendación médica en aquellos pacientes que no viven con diabetes.

Actualmente, hay diferentes terapias en fase tres de investigación para esta enfermedad.

“Si estás a riesgo, es importante que te evalúes con tu médico para que, juntos, determinen un plan de acción que te ayude a mejorar tu estilo de vida y como resultado: tu salud”, exhortó Hernández Dávila.

La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.