Antes de 1921, un diagnóstico de diabetes mellitus tipo 1 se consideraba una sentencia de muerte, al no existir alternativas de tratamiento farmacológico. Los pacientes eran tratados con dietas estrictas que limitaban marcadamente las calorías acompañadas de días de ayuno. Sin embargo, estas modificaciones en la dieta no lograban prolongar la vida de los pacientes.

Este año celebramos 100 años del descubrimiento de la insulina: uno de los avances médicos más grandes de la historia y que logró ofrecer una esperanza de vida a esta población.

Para saber un poco más de este gran descubrimiento, tenemos que remontarnos al año 1869 cuando Paul Langerhans, un estudiante de medicina, identificó unos tejidos nunca descritos. Estos se encontraban esparcidos alrededor del páncreas, pero su función exacta se desconocía. Luego, un patólogo llamado Édouard Laguesse sugirió que estas células tenían una función endocrina y las nombró islotes de Langherhans.

En el año 1889, dos investigadores: Joseph von Mering y Oskar Minkowski decidieron remover el páncreas de un perro saludable para investigar su rol en la digestión. Estos descubrieron que, al extraer la glándula, el perro desarrollaba diabetes y, a consecuencia, fallecía un tiempo después. Gracias a este experimento es que se establece la relación entre el páncreas y la diabetes por primera vez.

Después, en 1910, un fisiólogo conocido como Sir Edward Albert Sharpey-Shafer sugirió que el páncreas secretaba una sustancia que se encontraba ausente en los pacientes de diabetes y la nombra insulina. Seis años más tarde, Nicolae Paulescu, un profesor, desarrolló un extracto del páncreas y descubrió que este disminuye el nivel de azúcar en la sangre en los perros diabéticos. Desgraciadamente, la primera guerra mundial previno que él continuara con sus experimentos y no fue hasta varios años después que pudo publicar sus hallazgos.

Más tarde, en 1921, Frederick G. Banting, un cirujano ortopeda, y su asistente, Charles Best, decidieron ligar el páncreas de diez perros y observar cómo iban desarrollando diabetes. Luego, inyectaban el extracto pancreático (insulina) varias veces al día, y vieron cómo la glucosa en la sangre mejoraba, manteniendo a los perros con vida. Su descubrimiento se anunció el 14 de noviembre del 1921 en los periódicos del país.

Al final de ese año, J.B. Collip un bioquímico, y John Macleod, se unieron a la investigación y purificaron la sustancia para uso humano, utilizando insulina del páncreas de ganado.

Finalmente, el 11 de enero del 1922, se inyecta el extracto de insulina a un joven de 14 años llamado Leonard Thompson. Esta primera inyección no fue completamente exitosa, ya que causó un absceso en el paciente y solo tuvo una leve disminución en el nivel de azúcar; tampoco tuvo efecto en el nivel de cetosis.

A consecuencia de esto, Collip purificó el extracto y la administró doce días después. Esta segunda dosis, resultó en una gran mejoría en el manejo de los niveles de azúcar en la sangre. Gracias a ella, Thompson pudo vivir trece años más, utilizándola varias veces al día hasta finalmente morir a los 26 años por una neumonía.

Luego de este gran descubrimiento, Rosenfeld administró insulina a otros seis pacientes con hallazgos similares.

Como resultado de estas investigaciones, Banting y Macleod recibieron el Premio Nobel de Medicina, el cual compartieron con Best y Collip. Fue en ese momento que ambos decidieron, en conjunto con la Universidad de Toronto, otorgarles a las compañías farmacéuticas licencia para producir insulina sin regalías. Tiempo después se comenzó a producir la insulina en grandes cantidades, pero, como quiera, no daba abasto.

En 1930, Fisher y Scott decidieron mejorar la acción de la insulina, añadiéndole zinc para alargar su tiempo de acción.

Posteriormente, en 1978, David Goeddel y sus colegas utilizaron, por primera vez, un método del ADN recombinante para producir insulina humana. Cuatro años más tarde, por fin salió al mercado esta nueva versión llamada Humulin. Luego, las formulaciones de la insulina siguieron mejorando, hasta llegar a las insulinas que utilizamos hoy día.

Gracias a este gran avance médico, dirigido por las investigaciones de Banting, Best y Sharpey-Shafer, entre otros, las personas con diabetes mellitus hoy en día pueden tener una vida sana y duradera.

La autora es endocrinóloga pediátrica con oficinas en Bayamón/ 787-474-8282, extensión 454888; y Caguas / 787-746-3848.