Si controlas la presión arterial tendrás más vida
Es vital para evitar sus peligrosas consecuencias
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La presión arterial alta, también llamada hipertensión es la elevación persistente de la presión sanguínea en las arterias. Dicho estado puede ser transitorio o permanente.
La presión arterial se compone de dos medidas. La presión sistólica es la presión cuando los ventrículos bombean sangre fuera del corazón. La presión diastólica es la presión entre los latidos cuando el corazón se está llenando de sangre.
Según las nuevas guías de la ACC/AHA la presión arterial normal es una de 120/80 mmHg o menos. Se considera presión arterial elevada si es 120 a 129 mmHg la presión sistólica y 85 a 89 la presión diastólica.
La hipertensión estadio 1 si el rango de presiones consistentemente es de 130 a 139 la sistólica y de 80a 89 la diastólica. La hipertensión estadio 2 el nivel de las presiones ya es de 140/90 mmHg o mayor y crisis hipertensiva si la presión sistólica esta sobre 180 mmHg y la presión diastólica 120 mmHg o más.
Alrededor del 90 al 95 % de los casos se denomina hipertensión primaria o esencial porque se desconoce la causa.
El riesgo aumenta si la persona tiene antecedentes familiares, es afroamericano, mayor de 60 años, sobrepeso y obesidad, apnea del sueño, no se ejercita, fuma o consume drogas ilegales como cocaína y metanfetaminas, tiene una alimentación alta en grasas saturadas y alta en sodio, hace uso excesivo del alcohol o cafeína, estrés excesivo, usa anticonceptivos orales o uso excesivo de fármacos antiinflamatorios no esteroideos como ibuprofeno.
El otro 5 al 10 % se denomina hipertensión secundaria y es causada por otra enfermedad como daño renal, problemas hormonales, medicamentos y embarazo.
A la hipertensión se le denomina también como el “asesino silencioso” porque en algunos casos no produce síntomas.
Algunos pacientes pueden presentar síntomas como dolor de cabeza, mareos, palpitaciones, dolor de pecho, desmayos o zumbidos en los oídos.
La presión arterial alta no diagnosticada o no controlada puede conducir a problemas de salud grave como: aneurisma, accidente cerebrovascular, ataque cardíaco, daño ocular, fallo cardíaco, enfermedad arterial periférica o enfermedad de la arteria carotida y demencia vascular.
El diagnóstico lo hace el médico durante la evaluación, utilizando el esfigmomanómetro y tomando varias lecturas, escuchando los latidos cardíacos con el estetoscopio y reforzando la evaluación con laboratorios y otros estudios cardiológicos de ser necesario.
Si el paciente es diagnosticado con hipertensión se debe comenzar de inmediato con el tratamiento no farmacológico como es reducir el consumo de sal, bajar de peso si está obeso, bajar consumo de alcohol, dejar de fumar y aumentar la actividad física.
En la mayoría de los casos, el médico puede prescribir medicamentos si la presión arterial está muy alta o el paciente tiene otras condiciones médicas como fallo renal, diabetes, ya que están más propensos a sufrir un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular.
Entre las alternativas para tratamiento están los diuréticos, la betabloqueadores, los inhibidores de ECA, antagonistas de calcio, bloqueadores alfaadrenérgicos, antagonistas del receptor de angiotensina II entre otros.
Tras iniciar un tratamiento farmacológico, se recomienda una evaluación cada uno a dos meses hasta alcanzar el objetivo de presión arterial y después cada tres a seis meses para supervisar la evolución del paciente y valorar el tratamiento.
La prevención es lo más importante y visitar al médico de cabecera para hacer el diagnóstico a tiempo.
La autora es cardióloga de adultos en el Hospital de Veteranos en San Juan.
Este contenido comercial fue redactado y/o producido por el equipo de GFR Media.