Detrás de cada decisión sobre el futuro profesional, hay historias muy particulares que inspiran a los jóvenes que desconocen cuál será su futuro como adultos profesionales.

De igual manera, un estudio independiente actualizado a 2022, realizado por la página web BestColleges.com reitera la importancia de estudiar una carrera que promueva la pasión necesaria para desempeñarse con éxito.

Los testimonios de tres profesionales que atravesaron la ruta educativa con tropiezos y desvíos para, finalmente, alcanzar el éxito, revelan una trayectoria inspiradora y comprometida con esa pasión tan necesaria para una ejecución efectiva en cualquier carrera profesional. Sus historias son diversas, pero coinciden en un punto crucial: el camino hacia el éxito se tuerce de maneras interesantes para ubicar a las personas en lugares donde, además de trabajar, ofrecen a diario lo mejor de sí mismos.

Anibel, la profesora que quería ser Sara Montiel

“Siempre estaba rodeada de libros”, recordó Anibel Soto Valdés (nombre ficticio), profesora retirada, investigadora académica y consultora para grupos educativos y organizaciones no gubernamentales.

“Me gustaba mucho la poesía y no era de extrañarse, porque [mi abuelo materno] Fefo era un lector voraz”, relató, sentada frente a la amplia biblioteca que tiene en su despacho profesional en Madrid. Precisamente, se fue a España para completar sus estudios doctorales porque, desde niña, le fascinaba el acento que hablaban “aquellas mujeres hermosas” que protagonizaban las actrices españolas de aquellos tiempos cuando estudiaba en el colegio.

“Sara Montiel era mi favorita”, confesó Soto Valdés. “Tita, mi abuela, era fanática de Lola Flores porque dominaba ese escenario con un brío insuperable”, recordó.

En sus juegos con su hermana Lucila, Anibel inventaba escenas o tomaba alguno de los libros de su abuelo y declamaba poemas con gran emoción. “Las imitaba y me daba un no sé qué que me empezó a emocionar tanto que, un buen día, dije que quería ser artista”.

Ahí fue que don Fefo impuso su postura indiscutible: “de ninguna manera” su nieta haría algo así. “Me acuerdo como ahora que me dio un sermón que comenzó con la falacia de que las artistas eran ‘mujeres fáciles’, y me derrumbó todas las ilusiones”, admitió Soto Valdés. Acto seguido, el abuelo determinó que su hija estudiaría para maestra, y ella obedeció el mandato, sin imaginar que, eventualmente, la sala de clases se convertiría en un escenario.

“Como educadora, tuve la oportunidad de expresar mis talentos para que mis estudiantes vieran la literatura en acción, inventando representaciones improvisadas, lecturas dramatizadas y declamación, entre otros embelecos”, señaló la profesora, con una gran carcajada. Eso fue, para ella, una lección importantísima sobre el éxito que asumió sin dobleces: lo que hagas no tiene que ser necesariamente grandioso, pero sí logrará que crezcas hasta hacerte inmenso.

Al preguntarle si resentía la autoridad del abuelo por alejarla de su sueño, Anibel sonrió con tranquilidad. “Fue lo mejor que me pudo pasar. Veo a mi nieta Laila tan afanada con sus clases de baile y sus ensayos, y me di cuenta de que actuar era mucho más que verse bonita frente a una cámara. Quizás pudo habérmelo dicho de otra manera, pero esa decisión de abuelo Fefo me ‘empujó’ hacia la literatura, así que ese regaño, con el tiempo, aprendí a verlo como un inmenso regalo”, concluyó.

Jerick, el educador que quería ser arquitecto

Jerick Mediavilla Negrón exuda entusiasmo en su conversación, repasando los momentos más interesantes de su desarrollo como estudiante universitario.

“Por mi afición al arte desde pequeño, solicité y fui admitido a la Escuela de Arquitectura de la UPR-Río Piedras —uno de veinte estudiantes escogidos anualmente”, rememoró el hoy educador con múltiples proyectos en la ciudad de Orlando. “Me fui en el primer trimestre, porque no podía con la intensidad. Intenté nuevamente en la [Universidad] Politécnica, pero no cuadré con las exigencias en los cursos de Matemáticas y Ciencias. Así que desistí”, aceptó.

En un giro de 180 grados, se matriculó en la Universidad del Sagrado Corazón, y allí completó un bachillerato en Comunicación con especialidad en Periodismo. Antes de graduarse, fue admitido al internado Córdova y Fernós —que selecciona a estudiantes destacados para invitarlos a conocer las operaciones del Congreso de Estados Unidos. Allí, fue designado para colaborar con la Oficina de Comunicaciones de la congresista Nancy Pelosi.

Tras graduarse, se mudó a Ciudad México y trabajó como periodista por tres años. Entonces, mientras se integraba a la vida de la ciudad, conoció mucha gente que lo llevó a descubrir una oportunidad.

“No era bilingüe, pero hablaba bien el inglés porque, aparte de estudiarlo, me gustaba aprender mis canciones favoritas. Identifiqué que había personas que deseaban aprender el idioma porque la aspiración general del país es progresar, así que comencé a enseñarlo”, explicó. Mediavilla Negrón se certificó como maestro en México, completada esa etapa, regresó a la USC para comenzar una maestría en Educación. “Mi trayectoria profesional fue forjada por mis experiencias”, admitió.

Ahora, cuando conversa con sus estudiantes sobre la preocupación sobre su futuro profesional, Mediavilla Negrón apunta a una recomendación muy sabia: si aún no sabes lo que quieres, identifica qué es aquello que nunca harías. “Si ya tenemos un panorama claro de lo que preferimos hacer porque nos gusta, eso que no nos gusta lo dejamos ahí, tras una puerta que no se va a abrir porque no nos interesa”, argumentó.

Además de colaborar con asuntos internacionales para una empresa privada, Mediavilla Negrón dedica su tiempo libre a educar sobre los derechos de la comunidad LGBTQI+ y, muchas veces, lo abordan jóvenes con muchas inquietudes por su futuro. “Los miedos siempre van a estar ahí, y eso se los aclaro”, manifestó.

“Ahora bien, igual les digo que un interés profesional no cancela necesariamente a otro. Porque yo, aun como educador, sigo siendo periodista: investigo, escribo y comparto información de beneficio para otros”, expresó.

Richie, el terapeuta ocupacional que terminó aconsejando

El doctor Richie Delgado Ortega es consejero profesional licenciado. Actualmente, trabaja como docente en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico y, además, preside la Asociación Puertorriqueña de Consejeros Profesionales (APCP).

“Llegué a la consejería por casualidad”, relató. “En mis años escolares tenía muchos intereses: me llamaban la atención las artes, las líneas aéreas e, incluso, la odontología”, confesó. “Sin embargo, entré a la universidad por Administración de Empresas para asegurar mi espacio como estudiante”. Poco a poco, fui conociendo a otras personas que me hablaron de la terapia ocupacional. Me interesó mucho y, entonces, pedí una reclasificación”, señaló.

Obtuvo su grado asociado en esa carrera y llegó a ejercerla con apenas diecinueve años. Sin embargo, Delgado Ortega admitió que le gustaba estudiar y, entonces, se decantó por la educación y el teatro. “No tenía ningún interés en ser artista, más bien fue una estrategia para garantizarme una oportunidad de empleo cuando culminara mis estudios”, dijo. “El teatro combina muy bien con la educación porque, a través de diversas intervenciones, es una herramienta para la transformación”, afirmó.

Delgado Ortega completó un bachillerato en Educación con una especialidad en Teatro. “En 2010, estaba ofreciendo cursos de teatro en la escuela y mi plaza fue cerrada. Al evaluar mi expediente, notaron que tenía cursos de consejería y me nombraron para ese puesto de un día para otro”, recordó.

Ese cambio súbito lo puso en la ruta que, desde ese entonces, definió como el norte para continuar su desarrollo académico, y continuó sus estudios hasta completar su grado doctoral.

“En ese proceso me acompañaron muchas personas, quienes me alentaban, y que reforzaban esas destrezas que yo tenía y que se adaptan muy bien a la profesión que hoy ejerzo, como la capacidad de escuchar y el compromiso de servicio”, dijo Delgado Ortega.

Al reflexionar sobre su camino hacia el éxito profesional, el doctor Delgado Ortega planteó uno de sus grandes descubrimientos durante su travesía.

“A veces, tenemos que hacer una combinación de elementos y recorrer varios caminos para decidir cuál debe ser nuestra ruta académico-profesional. Eso requiere pensar en qué uno quiere dedicar el resto de su vida laboral, haciendo algo que realmente le guste y le apasione”, finalizó.