El desafío que enfrenta Puerto Rico contra el cambio climático ha impulsado a la academia a hacer ajustes en sus respectivos currículos, en vías de capacitar profesionales que aporten soluciones reales a esta problemática mundial, que impacta adversamente la calidad de vida en todos los renglones.

Esto incluye el desarrollo de proyectos que favorezcan el medioambiente, mientras se nutren de iniciativas establecidas en distintos países, mediante intercambios que les brindan la oportunidad de viajar y aprender lo que están haciendo otras ciudades para transformar su entorno en espacios resilientes.

El planificador Carlos Padín Bibiloni, director del Programa Graduado de Ciencias Ambientales de la Universidad Ana G. Méndez, recinto de Gurabo, explicó que, “los cambios climáticos representan diversos retos, tanto ecológicos como a la economía del país”.

“En el caso de Puerto Rico, estas olas de calor nos afectan, tanto a nuestra salud como a la seguridad alimentaria, los abastos de agua. Por lo tanto, en las universidades tenemos que solidificar esa preparación académica de nuestros estudiantes, de tal forma que puedan enfrentar efectivamente esta problemática”, declaró el doctor en planificación de recursos naturales.

Asimismo, señaló que, en la universidad donde labora han fortalecido las carreras en ciencias, “de tal forma que, puedan desempeñar ese rol que va a ser bien importante en atender de forma innovadora y con alto liderazgo esta variabilidad climática que tenemos y que es evidente”.

En tanto, admitió que, “muchos de nosotros lo llamamos crisis climática. Estamos ante una crisis y debemos tener los profesionales para atender adecuadamente esta crisis”.

“Es importante que nuestros estudiantes de biología, de química, de ingeniería estén preparados adecuadamente; [que cuenten con] esa base de ciencia extremadamente sólida, de tal forma que puedan decirnos cuáles son las causas de estos cambios climáticos, cuáles son esos impactos. Pero también es bien importante [proveer] posibles soluciones”, sostuvo.

“De ahí empieza toda esta innovación. Por eso, nuestros programas académicos deben tener una buena base de conocimiento en la ciencia para poder entender el porqué de las cosas, pero también es para qué usamos esa información y cómo la utilizamos para buscar soluciones. Eso, a nivel de bachillerato”, agregó.

Mientras que, “a nivel graduado, hemos desarrollado programas en ciencias ambientales, tanto en el Recinto de Cupey como en el Recinto de Gurabo a donde tenemos un programa doctoral en ciencias ambientales que se convierte en esa herramienta vital para formar líderes que puedan enfrentar estos desafíos que nos trae esta variabilidad climática y, poder integrar el conocimiento sólido en la ciencia con las ciencias sociales, de tal forma que podamos traer soluciones que sean integradas, que no sean parchos”.

Entretanto, estableció que la problemática del cambio climático es “extremadamente compleja, sobre todo en el tema ambiental”.

“Hay que saber cómo lo vamos a solucionar y cómo vamos a integrar a los seres humanos de forma adecuada en la solución de estos problemas, de tal forma que podamos ser más sostenibles, conservar nuestros recursos naturales, pero también tener resiliencia comunitaria”, apuntó.

Por ejemplo, el huracán María evidenció las vulnerabilidades de Puerto Rico frente a los desastres naturales. “Lo que hemos sufrido después del huracán María, este evento de cómo nos enfrentamos adecuadamente, somos más resilientes, evitar las pérdidas que tuvimos de vida humana y de calidad de vida, porque tuvimos una gran vida de calidad de vida”, lamentó.

Ante la situación, insistió en que “es importante tener esa base académica fuerte en ciencia, luego hacer un programa graduado en ciencias ambientales para poder integrar conocimientos y buscar soluciones a estos programas complejos. Por eso, varias universidades han tomado el mismo compromiso con el tema ambiental”.

De acuerdo con el catedrático, los estudiantes que aspiren a capacitarse para ejercer esta profesión “deben tener una base académica fuerte en ciencia, luego hacer un programa graduado en ciencias ambientales para poder integrar conocimientos y buscar soluciones a estos programas complejos. Por eso, varias universidades han tomado el mismo compromiso con el tema ambiental”.

“En la medida que fortalezcan las carreras en ciencias e incluya el componente de investigación subgraduada, va a ayudar considerablemente cuando estos estudiantes lleguen a programas de maestría y doctorado en ciencias ambientales porque entonces, van a tener la capacidad de integrar conocimientos”, resaltó.

Igualmente, afirmó que las universidades en Puerto Rico han hecho los ajustes para atender la problemática a nivel académico, especialmente en el sector privado “que puede hacer modificaciones muy rápidas en los currículos”.

Sin embargo, admitió que, “estamos al día, [pero] se puede hacer mucho más”.

“Yo creo que la respuesta del gobierno y la empresa privada tiene que ser más asertiva en mirar que esto es una prioridad. Estamos preparando los recursos, pero si donde los van a emplear no los utilizan para ser más sostenibles, más responsables con el medioambiente [no se logrará el objetivo]”, apuntó.

De otra parte, confesó que “el problema es tan complejo que no es pura ciencia; es ciencias sociales, es economía, tiene distintas vertientes y debe ser un estudiante que tenga la capacidad de mirar todos estos componentes, cada uno desde su perspectiva”.

“Nosotros hacemos mucho trabajo en grupo porque las soluciones, usualmente se trabajan en equipos multidisciplinarios donde traes el experto en biología, en química, en ciencias sociales, en los aspectos legales y aspectos económicos. De ahí surgen soluciones concretas, soluciones que son transdisciplinarias o interdisciplinarias”, añadió.

Por otro lado, reveló que estos programas brindan oportunidad a que los estudiantes puedan salir del archipiélago a través de internados e intercambios.

“Por ejemplo, en los pasados tres veranos, hemos llevado grupos de estudiantes a mirar la agricultura ecológica y la agricultura urbana, en Bogotá, Colombia. Ahí ellos pueden ver desde un país muy similar a nosotros, cómo han incorporado la agricultura ecológica y sostenible en espacios urbanos donde uno no se esperaría una actividad agrícola muy intensa”, mencionó.

“Ese componente de cómo integrar la comunidad, cómo crear estos espacios que estaban abandonados o que se estaban utilizando para actividades delictivas o en forma de vertedero, cómo lo transformaron en espacios agrícolas y de encuentros comunitarios”, agregó.

Finalmente, anunció que, “para agosto, hemos conseguido fondos para becar 25 estudiantes de forma total; 15 becas para estudiantes subgraduados y otras 10 para estudiantes graduados por cuatro años consecutivos, para que estudien carreras en ciencias y ciencias ambientales con aplicaciones en agricultura sostenible”.

La autora es periodista colaboradora de Suplementos.