Dos historias de vida, gracias a los trasplantes de corazón
Tania Pérez Díaz y Pablo Concepción Díaz cuentan sus experiencias, tras ser trasplantados en el Centro Cardiovascular de Puerto Rico y el Caribe
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Las enfermedades cardíacas, las condiciones congénitas y otros padecimientos crónicos pueden obligar a que tanto niños y jóvenes como adultos requieran de un trasplante de corazón.
“En los niños, usualmente son enfermedades congénitas las que no son compatibles con la vida, las que van a ocasionar que necesiten trasplante. O, pueden ser, también, afecciones en los jóvenes como la miocarditis, que es una causa muy importante. Usualmente, las causas son virales. Los adultos tienen enfermedades como la hipertensión arterial, dañando el corazón; enfermedades de las arterias coronarias, ocasionando infartos al miocardio, y las llamadas cardiomiopatías de origen desconocido, que ocasionan fallo cardíaco, de manera que, casi siempre, el factor común entre todas estas enfermedades es la incapacidad del corazón de poder sostener la vida”, explicó el cardiólogo Rafael Calderón, miembro del Programa de Trasplante del Centro Cardiovascular y del Caribe.
No obstante, en cualquier etapa de la vida, asimilar la necesidad de un trasplante es difícil y la espera por ese órgano aún más. Sin embargo, el proceso, en muchas personas, genera paciencia, humanidad, gratitud y valorización.
La historia de Tania
Tal es el caso de Tania Pérez Díaz, quien, a sus 25 primaveras, goza de gran salud, pero que, detrás de la vida que irradia, estuvo al borde de la muerte , teniendo que ser trasplantada de corazón cuando tenía tan solo 12 años.
En su caso, le fue diagnosticada una condición cardíaca que la mantuvo luchando para sobrevivir con su propio corazón hasta que fue necesario el trasplante.
“Tenía miocarditis. En mi caso, el músculo del corazón se puso más grande de lo normal; más grande que el de un adulto. Me llegaba hasta el estómago. Mi condición fue diagnosticada a los 8 años y estuve hasta los 11 años estable. Era una niña normal, de momento caía en el hospital y de momento salía. Hasta que, a los 11 años, fui sometida a intensivo en el Cardiovascular”, explicó la joven, oriunda de Caguas.
Tania, quien estuvo recluida en el Centro Cardiovascular durante 89 días, aseguró que durante ese tiempo estuvo aferrada a la fe y nunca dudó de que llegaría su milagro.
“Me realizaron el trasplante cuando ya me quedaban tres horas de vida. Siempre tuve demasiada fe. Desde los 8 años me preparé espiritualmente, en el transcurso también tuve muchas promesas de sanidad y yo nunca pensé que iba a morir. Siempre fui demasiado positiva de que mi milagro iba a ocurrir como fuera y así mismo fue”, explicó la joven, quien el pasado 30 de junio celebró sus trece años de trasplantada.
Pérez aseguró que su proceso de recuperación fue sencillo y que, desde entonces, vive una vida normal.
“Tan pronto desperté con el nuevo corazón, ya no estaba pálida ni violeta como estaba por la condición. Yo estaba rosada, tenía una energía brutal. Físicamente, me sentía como cambiarle el motor a un carro”, expresó.
“El proceso de recuperación fue bien rápido. Ya a los doce días, luego del trasplante, fui dada de alta y a los 13 años volví a la escuela. Nunca tuve dolor de pecho; fui una niña completamente activa, normal. Puedo hacer literalmente de todo, no tengo ningún tipo de límite”, explicó Pérez, quien al año de ser trasplantada pudo conocer a la familia de su donante, un joven santaisabelino que falleció a los 16 años al ser impactado por un automóvil, mientras paseaba en bicicleta.
Aunque estuvo al borde de la muerte, la joven dijo nunca haberle pedido directamente a Dios que le diera un corazón y aconsejó a quienes puedan estar ahora en esta inquietante espera, que se aferren a la fe y anhelen un milagro.
“Es un proceso que impacta; te cambia la vida completamente. Les aconsejo que traten de mantener su salud mental enfocada en Dios, que es el único que puede dar esa paz durante ese proceso y que oren por un milagro; nunca oren para que aparezca un corazón porque estaríamos orando porque muera otra persona o un familiar tuyo para que te dé vida, sino que oren por un milagro. Esa fue la oración que hice: que Dios hiciera como él quisiera y que mi milagro iba a llegar de la manera en que el quisiera”, afirmó la joven, quien tiene una certificación de Holistic Health Coach del Institute for Integrative Nutrition.
La historia de Pablo
Otro que está agradecido de Dios por tener un nuevo corazón es Pablo Concepción Díaz, quien, a sus 64 años, goza de mucha salud y vitalidad, luego de haber sido trasplantado de corazón los 58 años.
Concepción, quien nació en Cuba, llegó a la isla en 1964 y vivió durante doce años en el pueblo de Mayagüez. No obstante, desde 1975 se mudó a Miami y ya en la adultez comenzó a presentar problemas del corazón.
“En el año 2000 fue mi primera operación de corazón abierto, me hicieron tres bypasses del corazón y me reemplazaron la válvula mitral por una de porcino (cerdo). En el 2010, la válvula mitral se endureció, porque tienen límite de vida; y me tuvieron que operar otra vez de corazón abierto y me pusieron una mecánica. Llegué a tener fallo cardíaco, estaba en un 10% de funcionamiento, no podía caminar, ya en ese tiempo tenía un marcapasos, un desfibrilador que, cada vez que el corazón paraba, me daba electricidad y encendía el corazón otra vez”, recordó Concepción.
Debido a que su calidad de vida se deterioró, tuvo que ser internado en el Hospital Jackson Memorial, en Miami, y entró en la lista de espera de trasplante, en la cual estuvo más de un año, hasta que un amigo le recomendó viajar a Puerto Rico a atenderse. Fue ahí cuando Concepción hizo las gestiones para acudir a los médicos del Centro Cardiovascular. Esto fue justo a tiempo, porque, poco después de llegar, su condición empeoró.
“A los dos meses de estar acá (Puerto Rico), me dio una tormenta eléctrica en el corazón, por lo que me llevaron al hospital, donde estuve diez días en coma. El doctor [Héctor] Banchs le dijo a mi esposa que estaba bien malito, pero, cosas de Dios, que puso su mano, salí de cuidado intensivo y estuve tres meses y medio viviendo con mi esposa en el hospital, esperando un trasplante de corazón”, relató el hombre.
Mientras esperaba por un corazón, Pablo confesó que llegó a tener conflictos mentales, donde se llegó a cuestionar si estaba bien desear que llegara su corazón.
“Eso es lo más que me preocupaba cuando estaba en el hospital, esperando por el trasplante, si llegaba la ambulancia o llegaba el helicóptero, yo decía: ‘¿vendrá mi corazón ahí?’ Pero, a la vez decía: ˈ'estoy deseándole la muerte a alguien’. Eran unos sentimientos mixtos, bien extraños y difíciles. Es un pecado, te sientes mal, yo no quería morirme, pero tampoco quería que alguien se muera por mí. Para mí fue una de las partes más difíciles en la espera, el conflicto mental que te ocurre”, aseguró.
Finalmente, ese órgano llegó y, Pablo aún recuerda cuando tuvo la oportunidad de sentir, por primera vez, los efectos de tener un nuevo corazón.
“La primera cosa que sentí cuando me pusieron el corazón fue cuando me había corrido mucho para abajo en la cama y la enfermera me dijo que necesitaban subirme, que le ayudara con los brazos. Yo, acostumbrado a la fuerza que tenía que hacer por tener el corazón débil, puse las dos manos para empujarme con la baranda y fue tanta la fuerza que saqué la cabeza por fuera de la cama. La fuerza con el corazón nuevo era algo fuera de serie. Es una cosa, ¡vaya! súper linda, uno sentirse como era antes”.
“Llega un momento, cuando padeces tanto del corazón, que el cuerpo se acostumbra y piensas que todo eso es normal y cuando te trasplantan ves la diferencia y dices: ˈ'¡Wow, de verdad que yo estaba bien malo!’”, comentó el hombre, quien dice que “ahora soy puertorriqueño porque tengo corazón puertorriqueño”.
Pablo aseguró que vive agradecido de Dios y de su donante por la oportunidad de una nueva vida.
“Nunca pensé llegar a ver a mi hijo graduarse de la universidad, a mi hija graduarse de doctora, nunca pensé conocer a mis nietos y Dios me ha dado todas esas oportunidades. De verdad que ha sido una bendición completa y eso hay que valorizarlo mucho, primero por el sacrificio de la persona que murió y su familia, y el sufrimiento que tuvieron. Y uno, como persona, agradecer y cuidar ese órgano que no es tuyo, [sino] que Dios te lo regaló”, expresó, al mencionar que no conoció quién fue su donante ni su familia, aunque dijo estar disponible para conocerlos, si en algún momento así lo desean.
“Nunca hubo ese contacto porque hay familias que quieren cerrar esa etapa triste de la vida, hay otras que han querido. En mi caso no ha pasado, el día que quieran yo voy a Puerto Rico o voy a donde tenga que ir para que me conozcan y darles las gracias”, afirmó.
Por lo pronto, el hombre aseguró estar enfocado en cuidar de ese preciado corazón y, aconsejó a quienes pueden estar atravesando una espera por este vital órgano a que se aferren a la fe y que estén positivos en todo el proceso.
“Primeramente, tienen que poner la fe en Dios. Nunca ponerse débil de pensamiento porque siempre viene el enemigo a atacar la mente, pensando que te vas a morir, te pones depresivo, te pones a pensar: “¿por qué me paso esto a mí? Les aconsejo que miren hacia adelante y pongan un punto de fijación donde establezcan por qué quieren la oportunidad de vivir y, si han fallado en la vida, han tenido diferentes caídas emocionales, que recapaciten y enfoquen su vida en que si Dios les da la oportunidad, puedan ir derecho por el camino”, concluyó.
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