“Gracias hermanita, por enseñarme a valorar la vida, proponiéndome a ser feliz diariamente. Gracias porque me hiciste entender cómo llevar una comunicación saludable, pero no menos importante, me mostraste que nada nos pertenece. Querida hermana, una vez más quiero darle gracias a Dios; pero esta vez por permitirte, o más bien por darte la valentía de pararte frente a un grupo de personas a los cuales mucha gente discrimina llamándonos asesinos y delincuentes. Pero tú, sin imaginar que entre todos juntos cargamos alrededor de tres mil años por nuestros delitos, no nos viste como muchos nos ven. Gracias por llegar hasta aquí para darnos las herramientas que sé que lograron una verdadera rehabilitación.”

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Fue una sorpresa la despedida por escrito del confinado que hoy me ve como una hermana y que compartió que se refiere a que, en los ojos de Dios, todos somos sus hijos.

Así finalizó una etapa en la que todos aprendimos, no solo los nuevos mecanismos para aplicar en nuestro día a día, sino a recordarnos unos a otros lo imperativo que es evitar el discrimen de todo tipo si queremos vivir en un mundo mejor, con menos violencia, menos guerra, y menos incomprensión.

La rehabilitación es para todos, tanto encerrados como en la libre comunidad, todos tenemos algo de qué rehabilitarnos. Una caída emocional, una debilidad en la personalidad, una actitud que no suma, un apego, un resentimiento del pasado, un hábito que no nos empuja a ser nuestra mejor versión, entre otros. De algún modo, estamos todos caminando y aprendiendo a diario. ¿Cómo sería si nos apoyáramos unos a otros en el proceso?

Tuve un maestro que me regaló la siguiente cita: “Es por falta de amor que nos hacemos daño”. Podría ser que quien falla, se está fallando a sí mismo, porque se le olvidó el amor.

A este grupo, como a todos los demás, se le recordó que aún en su circunstancia irreversible, todavía es posible amarse a sí mismos y así, actuar diferente, mirar las cosas desde una perspectiva nueva y ser una versión fundada en nuevos valores, creada por sus propios esfuerzos. La gratitud es compartida, porque vale más toda la experiencia cuando se hace palpable el resultado de bien, que a su vez afecta a sus familias, y su alrededor, incluyéndome a mí.

A ellos, también los vi evolucionar grandemente y tengo la certeza de que sus cambios van a la par con los de cada uno de nosotros, de ser mejores, para un mejor mundo, más hermanos y menos enemigos. ¡Seguimos!

Sugerencias:

- Limpia emociones que no constructivas antes de comunicar.

- Usa mecanismos diarios que te acerquen a tu satisfacción personal.

- Intenta no discriminar.

- Recuerda que todos estamos en un proceso de crecer y de ser, diariamente.

- Cuida tu mente y tu alma, sánalos y límpialos a diario.