¿Quién quiere cambiar? Cambiar para qué, si nos sentimos más cómodos repitiendo lo que es hábito, aparentemente contentos en nuestras zonas cómodas. Cuando escuchamos la palabra cambio y si se trata de nosotros mismos, surge una resistencia natural, pero no beneficiosa.

Reflexionemos, el cambio es lo único seguro que hay. No eres el mismo que el día de ayer, ni el mismo que serás mañana. Las experiencias diarias te van moldeando, permitiéndote madurar y evolucionar, te des cuenta o no. Decidir cambiar los pensamientos, el modo es operar, las actitudes y hasta creencias que nos empobrecen; es el primer paso para sentirte liviano, y ayudarte a transformarte como como hacen las mariposas.

Las transformaciones deben de comenzar en los hábitos simples, especialmente los de la mente. Revisar cómo pensamos consistentemente es de gran ayuda para ir creando emociones positivas y lograr cambios tangibles. También, están los cambios inesperados, algunos que nos dan alegría otros todo lo contario, que igual vienen como oportunidad para continuar las transformaciones que nos tocan.

Al agradecer todo lo que nos sucede, así sea una gestión a veces difícil, estamos cambiando automáticamente la experiencia, porque desde la dificultad podemos aprender algo valioso. Cuando vivimos agradecidos y con un enfoque hacia lo positivo, ocurre que la energía que se genera para compartir y recibir provoca atraer más situaciones o experiencias parecidas, que llenan y que nos aportan. Además, los cambios, aunque no lo entendamos inmediatamente, siempre son positivos.

Con ganas y mucha determinación, gocemos los logros de los pequeños pasos que hacemos para evolucionar. El trabajo es constante, día a día.

Sugerencias:

1. Saca tiempo para reflexionar sobre ti mismo observa con amor y paciencia qué reconoces que debes de transformar.

2. Lánzate a cambiar como aprendiz feliz. Comienza con los pensamientos.

3. Haz prácticas que te ayuden y te apoyen a lograr la evolución. Talleres, lecturas, refuerzo comunitario.

4. Da lo mejor de ti.