En la política no existe una fórmula única. Este dato es importante a la hora de analizar un proceso primarista. Todo depende de las circunstancias del momento.

Lo traigo sobre la mesa, pues en ocasiones se debate si acudir a una primaria o no hacerlo es lo más saludable para determinada colectividad a la hora de seleccionar su liderato.

Este punto ha salido en más de una ocasión en conversaciones diversas, tanto en los medios como en privado. En el PPD, el asunto lo tratan casi como un “mantra”. No lo tocan, ni con el pétalo de una rosa, pues alegan que enchisma y molesta a los electores.

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En el PNP también sale a la discusión el asunto. Particularmente, por el bando pierluisista, que le adjudica un pecado capital a Jenniffer González al retar a un gobernador incumbente. No existen absolutos que usted pueda aplicar con certeza.

Tomemos la historia como ejemplo. Luis Muñoz Marín se empecinó en el 1968, en no permitir que Roberto Sánchez Vilella fuera el candidato oficial de su partido. Asuntos personales, en específico un divorcio, así como un nuevo matrimonio, en unión a diferencias de criterio en la forma de ejecutar gobierno, alejaron a quienes fueran estrechos amigos. En más de una ocasión, el gobernador Sánchez acusaba que querían gobernar desde el Capitolio, en clara referencia a Muñoz, quien era senador para ese entonces.

El hecho es que Muñoz empujó una Asamblea de Delegados en el Estadio Hiram Bithorn y no permitió que se convocara una primaria de pueblo, como pedía Sánchez. No tan solo eso, Muñoz Marín presionó a los delegados al poner sobre la mesa su figura. Señaló que podía seguir sirviendo al país y al partido solamente con dos de los tres candidatos que se ofertaron.

De apoyar a Sánchez Vilella, Muñoz le advirtió a los delegados que provocarían su retiro y alejamiento de la estructura.

De esta forma, no se le daría el justo escenario para que el gobernador pudiera defender con dignidad y balance su candidatura. El resto es historia. Sánchez Vilella tomaría el control de un pequeño partido que ya existía, el Partido del Pueblo, y lo transformó para ser su instrumento electoral.

Al final del camino, perdió y provocó el nacimiento del bipartidismo con dos estructuras fuertes que se alternan en el poder.

¿Una primaria pudo haber evitado esto? Es una gran pregunta. Si tomamos lo fuerte que fue la campaña popular contra el incumbente, podríamos adjudicar que las heridas serían igual de profundas.

En el PNP también tenemos los mismos ejemplos. Carlos Romero Barceló aprovechó una asamblea para indicar en tres ocasiones a que, si alguien quería retarlo, que así lo expresara. No lo hacía al azar, lo hacía a plena conciencia de que allí estaba Hernán Padilla, entonces alcalde de San Juan, a quien muchos miraban como alternativa tras ocho años de mandato de Romero.

Padilla no se levantó. Tal vez, el recuerdo de la Asamblea Popular minó su ánimo. Debemos establecer que Sánchez Vilella intentó hablar en aquella asamblea y su discurso se ahogó entre gritos y abucheos. Lo cierto es que Padilla no pidió la primaria. En su lugar, optó por fundar un partido que trajo la derrota del PNP al dividir los votos, tal cual en el 1968.

En otras ocasiones, se medía para evitar la primaria e igual el partido perdía. En el año 1999, Pedro Rosselló decide no aspirar a un tercer mandato. Eso abrió las compuertas y Luis Fortuño, Pedro Toledo y Carlos Pesquera entraron en el panorama. Se formaron grupos. Los alcaldes novoprogresitas empezaron a empujar.

Al final, se mostraron temerosos a una primaria. La evitaron. Plancharon a Pesquera y perdieron frente a Sila María Calderón.

De ahí en adelante, creo que abrazaron el método de la primaria, casi como norma. Cuatro primarias han tenido y en tres, han prevalecido.

En el PPD, no sería hasta 1994 que entrarían en una primaria. Lo hacían para la presidencia del partido. Héctor Luis Acevedo prevaleció y, eventualmente, fue el candidato a la gobernación. Se tendría que esperar unos 26 años para que, finalmente, los populares acudieran a otra primaria.

Eduardo Bhatia, Carmen Yulín Cruz y Carlos “Charlie” Delgado fueron a las urnas en aquella primaria del 2020 que se tuvo que dividir en dos fines de semana. Al final, no hicieron la asignación. No buscaron a los perdedores. No se unieron y perdieron en una cerrada elección general.

Como se puede apreciar, no existen fórmulas mágicas. El domingo conoceremos a los vencedores y vencidos. Empezaremos a escribir esa historia. ¡Ya veremos!