Alejandro: ¿las próximas elecciones o la próxima generación?
“Ya no hay quien nos preste. Ni nuestro propio banco. Nuestra deuda está en chatarra o casi chatarra, incluyendo la AAA, la AEE, la AC, la AP, la UPR, todo, pero TODO se llevó al máximo”
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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Las mejores galas nocturnas se daban en casa de los Rodríguez de Orellana. El gusto por su buen vestir era famoso. Eran la envidia de todos en la comarca. Sus extravagantes automóviles y reconocidas granjas en el extranjero hacían de cualquier novela colombiana una triste saga de cuentos baratos.
Sus amigos Rockefeller, Medici y Fonalledas los visitaban para disfrutar de sus reconocidos festines en que se servía carne Kobe con trufas italianas, Kona Nigari y la Señora Viuda. En ocasiones, compartían vacaciones en conjunto, hospedándose en sus apartamentos en Santorini, y en invierno esquiaban en los Alpes suizos. Sus apartamentos en Cancún y Hawái eran solo para fines de semana largos. Hasta que un día se acabó.
El pozo petrolero que les había dado tanto dinero se secó. Pero jamás iban a permitir que su estilo de vida cambiara. ¿Qué diría la gente? Y entraron en negación. En el primer año, vendieron los apartamentos de Acapulco y la Granja Azul de Perú. En el segundo, hipotecaron las fincas de Asunción y las de la Escuela Agrícola en San Fernando. Pidieron préstamos para sus galas y para mantener sirvientes.
Para el tercer año, ya era más difícil, pero empezaron a construir nuevas propiedades para aparentar. Para esto, vendieron su propiedad más rentable, mientras que salían de la fina colección de Ferraris. Y así continuaron hipotecando, hasta que 15 años después se acabó. Se fumaron el futuro de sus hijas.
Esa es la historia de los pasados 15 años de Puerto Rico. En el 1997, para sostener una Isla en merma productiva, vendimos la Telefónica “para solventar” el Retiro. Antes vendimos las Navieras. Para pagar la tarjeta de Rosselló, vendimos los hospitales. Aun así, nos pusimos a hacer trenes, coliseos y centros que nunca han dejado lo que han costado, al contrario.
También vendimos el Caribe, Ponce y Mayagüez Hilton, además de El Convento. Dice Juan Agosto Alicea, en su libro Crisis al borde de la quiebra, que de 1997 a 2001 le cogimos prestados al Banco Gubernamental de Fomento (BGF) unos $2.4 billones en adelantos, los cuales no tenían fuente de repago identificada.
Con Sila, no fue muy distinto. Se arrendaron el Condado Vanderbilt y La Concha, y se siguieron haciendo malabares prestatarios para cuadrar presupuestos, incluyendo el famoso préstamo de $550 millones al BGF para dar aumentos a empleados del Gobierno en el 2004 y con ello cuadrar el presupuesto y ganar las elecciones.
Pero, en el 2005, se acabó el guiso. Ya no había para más. Y para resolver eso, el PNP y el PPD se unieron y crearon el IVU para seguir con la guasa. Y en cinco años cogieron $16 billones prestados usando el IVU de colateral. Aníbal cogió préstamos al BGF, siendo el más famoso el de $740 millones del año fiscal 2005-2006 tras el cierre del Gobierno.
En adelante, surgieron préstamos contra el IVU y otros contra la Corporación del Fondo del Seguro del Estado (CFSE) hasta que en 2009 Fortuño botó la bola con los $11 billones que cogió prestados para cuadrar los presupuestos de 2009, 2010, 2011 y 2012. Además, las gansteriles líneas de crédito (préstamos) que dio el BGF, que nada más a Carreteras le dio $2.1 billones sin fuente de repago.
Fortuño tuvo a su favor $11 billones del préstamo contra el IVU, $7 billones de ARRA, $2 billones de impuesto a foráneas, $500 millones adicionales para Mi Salud, $1.5 billones que dejó en recaudos y menos gastos, la Ley 7 y los $1.13 billones de la APP de la PR-22 y la PR-5. También emitió los últimos bonos que se podían de AAA, Puertos y Carreteras, entre otros, llevándolos al máximo. Y con todo y eso, mire dónde estamos.
La gran diferencia entre este y los gobiernos anteriores es que ahora no se podrá hacer lo mismo que antes, que posponían ajustarse cogiendo préstamos. No porque no quieran, es que no pueden. Ya no hay quien nos preste. Ni nuestro propio banco. Nuestra deuda está en chatarra o casi chatarra, incluyendo la AAA, la AEE, la AC, la AP, la UPR, todo, pero TODO se llevó al máximo.
Los bonistas no nos prestarán, el BGF ya no puede prestar, la CFSE no puede más y el IVU llegó al límite. Ahora hay que pagar esos préstamos, más intereses, además de los gastos recurrentes de este y los próximos años. También las mejoras prometidas desde el 2005 a la EPA por la AAA y AEE que cuestan $2 billones.
En mi columna de septiembre, pedí a ambos partidos una convención de país porque sabía que esto llegaría y la guerra politiquera no daría espacio a negociar y hacer sacrificios que nos saquen de este boquete, sino que volverán a pensar en las próximas elecciones y no en la próxima generación.
Ya viene la ola de impuestos que advertí y, si no hacemos un plan de país, será sacrificarnos para nada. Queda de Alejandro el mismo reto que Sila, Aníbal y Fortuño no hicieron: reestructurar el Gobierno y las corporaciones públicas bajando gastos, contratos, sueldos a todos y todas, en un plan conjunto con el PNP para no volver a lo mismo y que los nuevos impuestos se usen más para inversión que para gastos recurrentes, o ladies and gentlemen, this is your captain speaking, please fasten your seatbelts, we'll be landing in Orlando shortly.
Se secó el pozo Puerto Rico, se secó.
Nacido en Chicago y criado en San Lorenzo, el licenciado Jay Fonseca estudió en escuela pública. Fue a la UPR a estudiar empresas y derecho luego de teología. Es analista político en Telemundo y WKAQ 580. Autor del libro “Banquete Total: Cuando la Corrupción dejó de ser ilegal” y por una década fue columnista en Primera Hora. Supera el millón y medio de seguidores en Facebook, Instagram y Twitter, lo que lo convierte en uno de los principales “influencers” de la Isla. Es padre de una niña y tiene un app bajo su nombre, Jay Fonseca.
Esto tiene salvación
Esta columna busca proponer soluciones de manera muy sencilla a las situaciones actuales que afectan el País.