CEIBA. - Tras nueve años de insistente lucha comunitaria, el Departamento de Recursos Naturales recibió hoy, jueves, la titularidad de unas 70 cuerdas de terreno adyacentes a la bahía Ensenada Honda en la antigua base naval Roosevelt Roads, en Ceiba, donde ubica el yacimiento arqueológico de la Piedra del Indio.

Las tierras, que también incluyen humedales estuarinos en los que abunda el mangle rojo, estuvieron bajo el dominio de la Marina de Estados Unidos, que tras cesar sus trabajos en la base los tenía como parte de las cuerdas en venta para proponentes privados. 

La secretaria de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), Carmen Guerrero, celebró el traspaso como una victoria de los vecinos del área y de la Alianza Pro Desarrollo Económico de Ceiba (Aprodec), que lograron la segregación de estas tierras para propósitos de conservación.

“Este evento es muy importante para nosotros porque nos demuestra que las luchas comunitarias por proteger nuestro patrimonio cultural se pueden lograr”, apuntó el arquitecto y presidente de Aprodec, Manuel José Martínez.

Y es que el yacimiento de la Piedra del Indio, también conocido como Wuanikí Bawa, es considerado uno de los más importantes de la zona este de Puerto Rico. Es un complejo de piedras grandes que se adentra en el mar, localizado en el punto medio entre Vieques y El Yunque. Se cree que es el lugar por donde entraban los taínos provenientes de otras islas. En la piedra más grande hay petroglifos de dos figuras que parecen estar envueltas en mantas ilustradas con equis. Se trata de arte rupestre que los expertos consideran que pertenece al período precolombino y del que los que los arqueólogos han levantado varias teorías sobre sus significados. 

Algunos dicen que allí estaban representados dos caciques del área este de Puerto Rico y que estos les daban la bienvenida a los visitantes que venían por mar o les deseaban buen viaje a los que salían. Otros dicen que representaban al dios de los mares Wuanikí Bawa. 

Un elemento de majestuosidad le añaden los pedacitos de cuarzo que también forman el material de la piedra que, cuando da la luz de la luna, la hace resplandecer, explicó Martínez.

Parte importante del crédito por el traspaso de las valiosas tierras a la dependencia gubernamental puertorriqueña se lo ha llevado Luis Velázquez, hoy de 78 años, quien asegura haber nacido a unos 100 metros de la Piedra del Indio.

“Me crié hasta los cinco años allí cerca, donde todos los días, al bajar de la casa, se veía la Piedra del Indio”, recordó emocionado. “Mi viejo siempre nos contaba las historias de lo que se vivía en esa área y me decía: ‘Esa piedra hay que cuidarla. Nadie se ha atrevido tocarla porque ahí era donde se reunían los jefes indios todos los días de luna llena para pedir por la pesca’. Esa fue la historia que él me dio y esa es la historia que yo digo”. 

Fue Velázquez quien comenzó a insistir ante la Marina de la existencia del yacimiento allí y de la importancia de su protección.

El lugar que paulatinamente podrá ser visitado por el público general mediante un acceso rigurosamente controlado también despierta interrogantes que podrán ser abordadas por los estudiosos de la arqueología. Por ejemplo, aún se desconoce cómo esas piedras tan grandes llegaron a ese lugar y cuál era su significado y propósito verdadero. 

“Son tantas las preguntas como las teorías sobre este yacimiento arqueológico”, consideró la secretaria del DRNA.

La también planificadora advirtió que en los próximos tres meses la agencia de conservación estará trabajando un plan de manejo en el que se estipulará cómo se podrán hacer las visitas, solo posibles por vía marítima, y cómo se desarrollará el potencial para industrias ecoturísticas y culturales de manera que se garantice la protección del yacimiento. 

Antes, se deberán tomar medidas para mitigar la erosión que han sufrido las piedras por el paso de los años y las inclemencias del tiempo.

“Al final del día, nuestra meta más importantes con los terrenos de la Piedra del Indio es que los jóvenes y los niños de Ceiba y Naguabo, y de todo Puerto Rico, conozcan, valoren y protejan este excepcional patrimonio histórico que ahora les pertenece”, puntualizó Guerrero. 

El alcalde de Ceiba, Angelo Cruz Ramos, también estuvo presente en la actividad de anuncio y coincidió en la necesidad de proteger el área y reclamó la concesión de un depositario para otros hallazgos arqueológicos que se encuentran identificados en toda el área que comprende la antigua base naval Roosevelt Roads. 

La parcela de casi 70 cuerdas que el Servicio Nacional de Parques traspasó hoy al Departamento de Recursos Naturales, se une a las más de 3,000 cuerdas de áreas de conservación que desde febrero de 2008 están bajo la titularidad de la agencia en los terrenos de la antigua base naval Roosevelt Roads y que son administrados bajo un acuerdo colaborativo con el Fideicomiso de Conservación.

Guerrero catalogó como incalculable y extraordinario el valor ecológico de esta zona que integran un mosaico de ecosistemas costeros. Entre estos, se pueden contar el segundo bosque de mangles más grande de todo Puerto Rico, con una parte de mangles enanos, únicos en el planeta por estar sobre roca volcánica. Hay, además, humedales, salitrales, bosque seco, y playas rocosas y arenosas importantes para el anidaje de tortugas marinas. 

En el área marina, hay arrecifes de coral y praderas de yerbas marinas que sirven de alimento para la segunda población más grande de manatíes en Puerto Rico. Estos ecosistemas también sirven de hábitat para 17 especies en peligro de extinción, amenazadas o vulnerables.

En toda la antigua base naval se han identificado más de 30 yacimientos arqueológicos que demuestran la presencia de todas las culturas indígenas que pasaron por Puerto Rico, así como más de 36 edificios y estructuras históricas de los tiempos de cuando la Marina inició sus operaciones en la zona.

De los 30 yacimientos, solo 13 están en las áreas de conservación.