Boricuas que participaban del Maratón de Boston cuentan su experiencia
Treinta minutos fue la diferencia para Guzmán-Álvarez y Salazar. Media hora que pudo haber marcado el resto de sus vidas.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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El puertorriqueño Eric Guzmán-Álvarez esperaba a su novia para darle un abrazo tan pronto terminara la extenuante prueba del Maratón de Boston en el mismo lugar donde media hora más tarde la muerte y el dolor se apoderarían de la escena.
Alrededor de las 2:30 de la tarde, Dagmar Salazar cruzó la meta y recibió el abrazo de su madre, Lupita Aguirre, y de Guzmán-Álvarez. Tuvieron que irse rápidamente del lugar, pues había congestión de otros corredores que celebraban el completar la carrera de 42 kilómetros, una de las más prestigiosas del mundo.
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Al momento de escuchar las explosiones, lejos de la escena, poco imaginaron que se trataba de un atentado que terminó con la vida de varias personas e hirió a más de un centenar.
“Después (de conocer la noticia) fue que me puse muy nerviosa, porque Eric y mi mamá tuvieron que pasar por esa área. Estoy un poco en shock porque uno nunca se imagina que algo así va a pasar. Hubo un momento en el que ellos estuvieron en peligro”, expresó Salazar vía telefónica a Primera Hora.
Guzmán-Álvarez, un riopedrense que actualmente vive en Washington, D.C., recordó que al escuchar las explosiones, pensaron que se trataba de fuegos artificiales provenientes del Fenway Park, casa de los Medias Rojas de Boston. Pero cuando les negaron la entrada al tren subterráneo, entonces comprendieron que algo no andaba bien.
“La cantidad de policías y bomberos en las calles era espantosa, daba pánico”, dijo Guzmán-Álvarez, de 34 años.
Pese al sombrío panorama y el hecho de que las calles estaban llenas de visitantes y turistas por motivo del maratón, la calma reinó, según recordaron. “La gente de Boston estaba ofreciendo sus teléfonos, sus cargadores, direcciones… fue un ejemplo del sentido de comunidad”, sostuvo Salazar, quien corrió el maratón por segunda ocasión.
“Es un evento en el que las personas en la acera, fuera de la carrera, siempre te están dando apoyo, ofreciéndote agua. Es un evento muy organizado y es la razón por la que quise regresar”, dijo la corredora.
Luego de la explosión, todo el sistema de transportación de la ciudad de Boston dejó de funcionar. En el caso de Guzmán-Álvarez y Salazar, tuvieron que caminar entre tres y cuatro millas hasta su hotel.
Mientras, fueron muchos los que, a varias cuadras de donde se suscitó el atentado, no sabían lo ocurrido. Peor aún, no podían moverse del lugar donde se encontraban por motivos de seguridad. Ese fue el caso del corredor Pedro Rojas, quien laboró como periodista en Puerto Rico por más de 25 años y reside actualmente en California.
“La ciudad está paralizada, no hay transporte público. Pararon los trenes. Yo, que vine en tren, no me he podido mover”, narró Rojas a pocas horas de las explosiones.
Al momento de las detonaciones, Rojas ya había culminado la prueba y se encontraba en la caseta de cambio de ropa, a unos tres bloques de la llegada. “La explosión fue en el área donde te reparten las medallas y te dan el agua, el cool down, como le dicen. Eso ocupa como un bloque entero”, explicó Rojas.
Al igual que Guzmán-Álvarez y Salazar, Rojas vivió momentos de incertidumbre luego de las detonaciones.
“No había forma de moverse. Pero la gente está tranquila, muchos ni sabían qué fue lo que pasó. Había mucha incertidumbre, pues no sabíamos si fue un acto terrorista”, culminó Rojas.