Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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No te gustan las ayudas para que los “cafres, pobres y mantenidos” vivan en la Milla de Oro. Tranquilo/a, siempre puedes votar por la independencia y hacer que “las ayudas” sean solamente para la clase productiva y fomentar el trabajo, eliminando la dependencia porque ahí depende de ti y de tu voto la forma en que se ofrezcan esas ayudas. Mientras tanto, esas “ayudas” no dependen de ti y en la inmensa mayoría no salen de tu bolsillo.
Los datos están claros y son contundentes. Puerto Rico ya es y será aún más un país viejo y pobre si las tendencias económicas y demográficas siguen como van. Pregúntele a cualquier demógrafo para que usted vea que ese futuro es casi inevitable si no cambian dramáticamente las tendencias que llevamos desde hace bastante tiempo. Nuestra gente necesitará ayudas para conseguir casi todo y lamentablemente el mantengo hace más sustentable coger cupones, WIC, Plan 8, residencial público, reforma de salud, etc. que trabajar.
Por eso me sorprendió tanto cuando de forma airada y por el techo tanto boricua empezó a endiablarse y a maldecir a “los cafres mantenidos” que ahora podrán vivir en Metrópolis, por la Milla de Oro, en “penthouses” pagando cantidades mínimas y hasta gratis gracias a los fondos federales. Si a usted no le gusta, no se preocupe, puede votar por la independencia porque, como he escrito antes en esta columna, $9 de cada $10 que reciben en ayudas sociales las personas desventajadas, pobres o cafres -como mucha gente les dice- vienen de fondos que legisla el Congreso de Estados Unidos, no salen de tu bolsillo boricua.
Si algo ha quedado claro es que el mantengo y la dependencia nos marcaron para siempre. En 1945, la estrategia del Partido Popular Democrático (PPD) de entonces bajo Luis Muñoz Marín y de Jaime Benítez en la Universidad de Puerto Rico (UPR) fue crear un sistema de empleados y empleadas sin crear empresarios ni empresarias, dependiendo totalmente del capital de fuera de la Isla. Por eso usted ve que Puerto Rico tiene una de las tendencias más bajas del mundo hacia el empresarismo. Este país genera cuatro empresarios/as por cada 1,000 habitantes, mientras que la tasa de República Dominicana es de 45 de cada 1,000. De hecho, en la Escuela de Administración de Empresas de la UPR la clase de empresarismo (crear tu propia empresa) es una materia electiva. Así que se le mete al boricua entre ceja y ceja que tiene que ser empleado de algún banco, alguna farmacéutica, alguna empresa foránea. En mis cinco años en Administración de Empresas de la UPR nunca escuché a un compañero/a hablar de crear su propio negocio. Siempre escuché que quería trabajar para una de las “big 4” de contabilidad, o un banco, o una casa de corretaje y farmacéuticas. Es natural que en una economía en desarrollo se busque inversión foránea y se creen empleados/as diestros/as, pero aquí no hicimos la transición de esa economía a entonces, cuando la educación fuera generalizada y hubiera ya personas profesionales, crear los incentivos y mecanismos para establecer tu propia empresa.
Así perpetuamos la dependencia de que otro nos haga el favor de darnos una ayudita. Desde el Situado Mexicano en el siglo 16, donde España enviaba dinero para mantener tristemente el gobierno de la isla, y luego Estados Unidos y su PRERA Y PRAA en los años 30. En los años 40, con la guerra, no había muchos recursos y nuestra gente la pasó muy mal. Pero seguía el mantengo a través de fondos federales. A finales de los años 30 y 40 a Luis Muñoz Marín se le entregó la llave de millones en fondos federales para repartir en “ayudas” a nuestra gente. De ahí que le diera zapatos y ayudas y la gente convirtiera a Muñoz en un dios. Era tanto el dinero que le dieron los federales a Muñoz que incluso superaba el presupuesto local para esos fines por mucho (hasta tres veces más).
Luego llegó la industrialización y la cosa fue mejorando, pero siempre dependimos de ayudas de afuera para lograr que estas empresas vinieran. Nunca creamos una infraestructura local ni una economía basada en el ahorro y en la inversión local para sustituir a las que se fueran cuando esas ayudas de Estados Unidos terminaran. Funcionó el crecimiento hasta que la recesión de 1973 explotó y en 1975 llegaron los cupones de alimentos y en 1976 las empresas 936 enmendando la antigua ley federal. Desde entonces Puerto Rico dejó de crecer. Las “ayudas sociales” fueron tantas que simplemente se incentivó quedarse en la casa y “chiripear” por el lado sin informarlo, porque si trabajabas o informabas lo que ganabas perdías las ayudas y sin ellas lo que ganabas en tu trabajo no era suficiente.
La movilidad social, salir de las clases bajas y subir a clase media baja, media media o media alta o alta fue muy posible entre los años 60 hasta los 90. Pero ya de los años 2000 en adelante nuestra gente joven vio casi imposible crecer y en solo en la emigración encontró su posibilidad de desarrollo. Esto no es un diseño por casualidad, esto es una estrategia bien montada para hacer que la masa del pueblo siga siempre dependiendo del Estado. Quien depende del Estado no se revoluciona. La clase media produce para generar riquezas a la clase acaudalada y de los cheques de la clase media salen también los sustentos para que la clase baja no se subleve y esté entretenida. Nuestro modelo económico tiene como meta el capital y la creación del mismo y por tanto se valora a quien tiene el capital, endiosando a quien lo arriesga en una empresa y admirando a quien tiene cosas y no a quien es una gran persona, así haya logrado esas “cosas” por mero nacimiento a través de la herencia de sus padres. La gente que entra al sistema de “ayudas” termina en la dependencia y una vez entras ahí es bien difícil salir. Particularmente ahora cuando un bachillerato y hasta maestrías no te aseguran que ganes más de $7.25 la hora.
El Centro para la Nueva Economía ha hecho varios estudios sobre este tema. Deepak Lamba y la profesora de la UPR María Enchautegui (ahora asesora de Barack Obama) han publicado sobre esto. En síntesis, concluyen que hay muchos mitos sobre el tema y que la mayoría de la gente que recibe ayudas realmente quiere trabajar o busca trabajo y/o trabaja “chiripeando”, solo que no es rentable trabajar y perder las ayudas. Si usted estudia bien el asunto y analiza los estudios publicados se dará cuenta de que si usted no gana sobre $13 la hora no vale la pena trabajar en Puerto Rico porque el costo de vida y el costo que conlleva el trabajo es muy superior a no trabajar formalmente y chiripear por el lado.
Mi punto con esta columna es que sepas que esto que pasó en Metrópolis, en la Milla de Oro, llegó para quedarse. Allí se construyeron apartamentos para el cual no hay mercado. Nuestro futuro es de gente pobre y viejita si no cambiamos el rumbo y dejamos la maldita politiquería a un lado, cambiando nuestro modelo de dependencia por uno de producción. El dueño de Metrópolis solo hizo lo que hace el capital… se fue para donde los federales a pedir que allí se muden la gente con Plan 8 y viejitos con incentivos de compra de vivienda porque eso es lo que a él “capitalmente” le conviene. Ese es nuestro futuro, de esto habrá más. Incluso, recientemente el gobierno federal ha aumentado las ayudas para ese modelo de dependencia. Ese es nuestro país. No nos gusta, pues cambiémoslo. Pero mientras seamos propiedad de Estados Unidos y las ayudas incentiven esto cada vez más seremos un gueto. Y claro que hay gente que rompe del gueto y sale y crece, pero en la economía se dice que lo que incentivas es lo que logras y aquí el incentivo para mantener lo que tenemos es obvio… y esa es la que hay.
Nacido en Chicago y criado en San Lorenzo, el licenciado Jay Fonseca estudió en escuela pública. Fue a la UPR a estudiar empresas y derecho luego de teología. Es analista político en Telemundo y WKAQ 580. Autor del libro “Banquete Total: Cuando la Corrupción dejó de ser ilegal” y por una década fue columnista en Primera Hora. Supera el millón y medio de seguidores en Facebook, Instagram y Twitter, lo que lo convierte en uno de los principales “influencers” de la Isla. Es padre de una niña y tiene un app bajo su nombre, Jay Fonseca.
Esto tiene salvación
Esta columna busca proponer soluciones de manera muy sencilla a las situaciones actuales que afectan el País.