El núcleo más cercano a la víctima puede aportar de muchas maneras: escuchándola, orientándola sobre servicios de apoyo del Estado y de organizaciones privadas, cuidando a sus hijos y, sobre todo, no dejándola sola. 

La consejería espiritual forma parte de ese abanico de alternativas, pero nunca debería sustituir la consulta con un psicólogo o terapista, indicó la psicóloga Adlin Román Torres. Y mucho menos debería promoverse que el agresor y su víctima inicien juntos un proceso de ese tipo si está vigente una orden de protección, agregó la psicóloga Vivian Rodríguez del Toro.

“No es que acudir a una iglesia esté mal, pudiera ser adicional, pero creo que la ayuda psicológica y psiquiátrica, si se requiere, es necesaria porque se trata de estrategia. El consejero espiritual va a trabajar más desde su perspectiva cristiana, o la que sea, quizás para tratar de mantener la relación de pareja. Acá estamos trabajando a nivel cognitivo, para que te protejas y sepas dónde puedes buscar ayuda”, explicó Román Torres.

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Rodríguez del Toro recordó que la víctima de violencia doméstica experimenta confusión y cuestionamientos en torno a si su agresor cambiará y si lo debe perdonar. Además, cuando se separa y pide una orden de protección es su periodo de mayor vulnerabilidad. Por tanto, “se recomienda que nunca se fomente que se reúnan”.

Además, reiteró la importancia del especialista. 

“El error principal que cometen las personas que no son especialistas en estos temas es no reconocer que no se puede atender una pareja junta si existe una orden de protección, porque ya estamos confabulando en contra de lo que implica esa orden. La violencia en una relación de pareja es muy compleja para que cualquier persona que no domine el tema la trabaje, porque los agresores muchas veces utilizan a pastores y familiares para manipular y tener acceso a la víctima”, dijo Rodríguez del Toro.

 Entretanto, Román Torres resaltó que en ocasiones la víctima puede pensar que a su familia no le cae bien el agresor, por lo que recibir la opinión de un profesional neutral puede ayudarle a despertar. Por el contrario, si la familia presiona para que la pareja permanezca junta a pesar del abuso, les corresponde a los amigos, vecinos y compañeros de trabajo hacerse partícipes.

Si se quiere iniciar un acercamiento, sugirió el monitoreo. 

“Se le debe decir que si desea establecer una relación con la parte agresora debe hacerlo por el tribunal, de manera supervisada, e identificar unos medios más saludables y seguros, que no sea en su casa”, planteó Román Torres.

Cada iglesia atiende esta problemática de manera distinta.

El reverendo Edward Rivera Santiago, pastor general de la Iglesia Evangélica Unida de Puerto Rico, dijo que cuentan con un protocolo que incluye notificar a la Policía, activar una red de mujeres que brinden refugio temporero a la víctima, referirlas a albergues y darles seguimiento.

“La ayuda espiritual es importante, pero es más complicado que una oración o un consejo, y lo que hacemos es referirla a consejería profesional”, indicó Rivera Santiago, quien enfatizó que bajo ningún concepto se atiende a víctima y agresor juntos si hay una orden de protección. Tampoco se le permite al agresor asistir al culto.

La más reciente víctima fatal de violencia de género, Arelis Suárez Santiago, procuró ayuda familiar para dirimir los conflictos con su expareja Félix Ramos Domínguez. Unos tíos le concertaron una cita con la pastora de la Iglesia Casa del Pescador de Juana Díaz, Aida Torres, a quien visitó el sábado pasado.

Aunque el tío de la víctima, José Suárez Hernández, dijo a Primera Hora que ella había ido a terapia con Ramos Domínguez, la pastora lo negó.

“El sábado ella se reunió conmigo, pidió terapia familiar y se le refirió al proyecto de apoyo social Reborn Family Center. Se supone que el domingo ella iba a hacer una cita con la directora, que es trabajadora social, pero fue al culto y no hizo la cita. En la iglesia nadie sabía que ella tenía una orden de protección”, señaló Torres, pero el lunes de madrugada, Ramos Domínguez la mató a puñaladas.