Niños transgénero luchan por derechos en Chile
En este país se discute un proyecto de Identidad de Género que permitiría a los hombres y mujeres trans crear concordancia entre el nombre y género registrado en sus documentos oficiales.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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SANTIAGO DE CHILE. Han pasado casi dos años desde que Mónica Flores fue retenida por la policía internacional chilena al regresar de vacaciones desde Brasil porque salió con un hijo y volvió con una hija.
Aquel día, Mónica tuvo que explicar que su pequeña se identifica como niña a pesar de tener genitales masculinos. Luna, de seis años, tiene la piel trigueña y la voz suave. Sus ojos son vivaces y con frecuencia se acomoda el cabello largo y oscuro mientras se muestra coqueta y sonriente, como si supiera que es la estrella del momento.
La historia de Luna motivó a otras chicas y a sus familias a luchar por ganar derechos para la comunidad transgénero en Chile. En este país, mayoritariamente conservador y carente de legislación en su beneficio, actualmente se discute un proyecto de Identidad de Género que permitiría a los hombres y mujeres trans crear concordancia entre el nombre y género registrado en sus documentos oficiales. Sectores de izquierda, incluida la presidenta Michelle Bachelet, proponían que el cambio incluyera a menores pero el Senado modificó la iniciativa para limitarlo a mayores de edad.
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Aunque su pequeña aún distaba de cumplir 18 años, el incidente en el aeropuerto motivó que Mónica y el padre de Luna iniciaran una batalla en los tribunales para que ésta pudiera tener un acta de nacimiento en la que coincidieran su nombre y género (para proteger la identidad de su hija, Mónica pidió a la AP que fuera identificada sólo como Luna, el cual no es su verdadero nombre).
Luna —dice su madre— se entusiasmaba con hadas y princesas desde muy pequeña y una vez que aprendió a hablar le preguntó por qué le había puesto un nombre masculino si ella quería ser mujer.
“El caso de esta niña me tocó el alma. No podía permitir que viviera en un cuerpo equivocado ante la sociedad”, dijo el juez Luis Fernández, en cuyas manos quedó el expediente, al periódico local La Tercera en la única entrevista que ha concedido sobre el caso.
Quizá sin imaginar las consecuencias que tendría su decisión, el juez ordenó al Registro Civil cambiar el nombre y género en la partida de nacimiento de Luna. Con ello logró la primera rectificación de un certificado de ese tipo a tan temprana edad en agosto de 2016.
Aunque entre los padres de niños transgénero hay algunos que prefieren que el cambio legal se realice hasta cumplir la mayoría de edad, quienes apoyan a sus hijos también piden respaldar el proyecto de ley de Bachelet. Asimismo, insisten en la necesidad de ganar visibilidad para que los menores puedan desenvolverse con normalidad y eviten sufrir discriminación.
El caso de Luna ganó atención porque Chile carece de una Ley de Identidad de Género a diferencia de países como Argentina, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Cuba. Sin embargo, la iniciativa impulsada por Bachelet podría favorecerlos y actualmente está en manos del Congreso.
El gobierno apoya políticas inclusivas de las minorías sexuales —en mayo el Ministerio de Educación entregó a los colegios un instructivo para proteger los derechos de orientación sexual e identidad de género— pero no todo el país piensa igual: tras la decisión del juez en favor de Luna, la ONG derechista “Comunidad y Justicia” lo acusó de dictar una resolución arbitraria y pidió una condena de dos años para él.
En consecuencia, Fernández fue sobreseído a principios de julio y ahora vive con su esposa en la tranquila ciudad de Rengo, al sur de Santiago, a la espera de jubilarse.
A la fecha se sabe de al menos otros cinco procesos en curso similares al de Luna.
Coincidentemente con el proceso de esta pequeña y la resistencia de senadores derechistas al proyecto de Identidad de Género de Bachelet, los niños trans han comenzado a dejar el anonimato. Como demuestra su presencia en actos públicos —como el Desfile del Orgullo Gay en julio— han empezado a superar el miedo y a obtener atención de la prensa.
Sin embargo, los menores transgénero de Chile no sólo deben confrontar a grupos conservadores y asumir el retraso de una legislación que podría estancarse debido al cambio de gobierno que habrá cuando Bachelet deje la presidencia en marzo de 2018, sino que también son rechazados por la Iglesia Católica. Aun cuando el clero ha perdido influencia por una serie de escándalos sexuales que involucran a curas, Chile es un país mayoritariamente católico.
El obispo de la diócesis de San Bernardo, Ignacio González, afirmó que el documento de Educación “impone por la vía administrativa a todos los colegios de Chile una serie de prácticas que ni siquiera están aprobadas por la ley” y la Asociación de colegios católicos se sumó al rechazo del protocolo.
A pesar de todo, algunos niños y niñas transgénero no temen salir a las calles a mostrar quiénes son.
Durante el Desfile del Orgullo Gay, Selenna —de ocho años— y su amiga Ángela —de 13— hablaron con AP sobre su situación.
Selenna dijo que nunca le gustaron sus cumpleaños porque le regalaban autos de juguete y ella siempre fue una mujer.
—¿Entonces siempre fuiste una señorita?
—Sí, puede que no se dieran cuenta, pero yo siempre lo fui.
Selenna fue una de las pioneras en abrir la puerta al mundo de los niños y niñas trans al aparecer en un canal local de televisión.
Cerca de ella, Ángela reía y saltaba. Este mes cumple el primer aniversario de su transición y a pesar de que su padre la abandonó se siente protegida y apoyada por su madre.
Selenna parece una niña de carácter fuerte. Su mirada denota seguridad. Ángela, en cambio, se muestra más tímida y dice que poco a poco está aprendiendo a quererse. Ambas pueden asistir a la escuela como chicas, pero sus actas de nacimiento aún mantienen el género registrado al nacer.
Para modificar sus documentos en el futuro harían falta dos cosas: que el proyecto Identidad de Género fuera aprobado por el Congreso y que cumplan 18 años. Si bien muchos de los padres de estos menores les apoyan desde muy chicos para que puedan desenvolverse con normalidad en sociedad, la mayoría coincide en que deberían ser mayores de edad para realizar el trámite ante el Registro Civil.
Rolando Jiménez, del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (MOVILH), señaló a la AP que debido a las elecciones parlamentarias de noviembre y a que los políticos ya están en campaña, sería “complicado” que se apruebe la ley “a no ser que le pongan suma urgencia”.
Por ahora los niños y niñas trans deberán esperar y, en algunos casos, aprender a lidiar con la discriminación.
Selenna y su madre, Evelyn Silva, dicen que sufrieron de esto al buscar colegio y que pese a los “excelentes” exámenes de admisión rendidos por su hija, no la dejaban ingresar. Según dijo Evelyn a la AP, estaba a punto de perder las esperanzas cuando encontró un colegio que la aceptó sin reparos.
“El derecho a la identidad de género importa, que toda persona tiene derecho al libre desarrollo de su personalidad conforme a su propia equivalencia de género, con independencia de cuál sea su sexo biológico, genético, anatómico, morfológico, hormonal, de asignación u otro”, dice un fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago que a mediados de junio dictaminó en favor de un transgénero adulto.
Los padres de los niños trans ansían un cambio en la legislación que permita que sus hijos puedan desenvolverse con normalidad en la sociedad porque consideran que entre las minorías sexuales la suya es la más pequeña y desconocida: algunos de ellos se percatan de que su cuerpo no corresponde a su identidad desde la niñez y en ocasiones son rechazados incluso por su familia.
Por eso la mayoría de los padres confía en la aprobación del proyecto Identidad de Género y que algún día sus hijos podrían ser como Luna, aunque deban esperar la mayoría de edad antes de dar el paso de cambiar su nombre y su género legalmente. De esta manera, como ahora puede hacer ella, podrían viajar al extranjero sin que nadie cuestione las diferencias entre su cuerpo y sus documentos, cambiar de colegio sin revelar demasiados detalles personales, firmar contratos de trabajo a su nombre y aceptarse en todas partes tal como son.