Arecibo. Muchos ni se acordarán del origen cristiano de las fiestas patronales cuando este fin de semana llenen a la plaza pública de la Villa del Capitán Correa pero, en la hermosa catedral de Arecibo, sí recordarán que la ciudad se fundó en honor a San Felipe Apóstol.

Y es que las tradiciones han cambiado. Ayer, en Arecibo, sólo había una tarima y picas en la plaza de recreo. No había ni rastro de las machinas que en antaño eran la emoción de los niños y tampoco habrá coronación de la reina de la festividad.

La administración municipal de Arecibo es la encargada de la organización de la fiestas, pero esta vez concentró sus esfuerzos en presentar en tarima a reconocidas orquestas.

No obstante, la parroquia se encargará -al menos- de recordar el simbolismo cristiano de la festividad dedicada al santo patrón San Felipe Apóstol, explicó a Primera Hora el padre Roberto Vega, párroco de la catedral.

“Las fiestas patronales de un pueblo tienen esa función de que el pueblo se encuentre con motivo o en torno a un santo, pero es también una oportunidad de salir de sus casas en familias y reencontrarse en ese espacio que es la plaza”, comentó el sacerdote. “Esa tradición se ha perdido y ojalá que la gente vuelva a sentir ese verdadero sentido de fiestas de pueblo”, añadió.

Hoy en la tarde habrá un concierto en la catedral en honor al apóstol. Mañana se realizará una procesión y misa. El domingo 3 de mayo, que es el día de San Felipe Apóstol, la misa de las 11:00 a.m. será en conmemoración de San Felipe.

La fiesta patronal también brinda a los visitantes la oportunidad de apreciar la catedral San Felipe, cuyas paredes encierran gran parte de la historia de Arecibo. Aunque la parroquia se estableció en 1616, cuando se fundó el pueblo, fue en el 1846 que se terminó de construir la fachada actual.

Aunque se sabe que hubo varios enterramientos en este lugar, solamente queda la lápida de doña Josefa Britapaja de Coll, quien falleció el mismo año en que se terminó la construcción de la catedral. También en el santo recinto descansan los cuerpos de los obispos Alfredo Menéndez y Miguel Rodríguez.

Además de los atractivos arquitectónicos y pictóricos de la catedral, están también los altares en madera tallados por el reconocido ebanista Teodoro Mercado.