La eutanasia en los albergues de animales: un triste mal necesario
Las mascotas que cruzan el último umbral camino de su eutanasia dejan huellas profundas en quienes llevan a cabo esa triste labor
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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“En los albergues los matan”. Así, acusadores, se expresan muchos sobre lo que ocurre con las mascotas que llegan a los centros de control de animales a través de la Isla. “Los matan”, repiten, como si los que están a cargo de esta dolorosa tarea lo hicieran con gusto o por maldad.
Pero, ¿alguna vez se han preguntado por qué a esos animales los tienen que sacrificar? ¿Alguno se ha tomado la molestia de preguntarles a quienes tienen que hacerlo cómo se sienten al respecto?
Tus Mascotas sí lo hizo y las respuestas fueron tan deprimentes como imaginábamos. Y es que nadie que esté en su sano juicio puede ser insensible al proceso de tener que extinguirle la vida a una mascota porque nadie la quiere, porque no encuentra un hogar. Y lo cierto es que, mientras los perros y gatos sigan reproduciéndose sin control y las personas sigan entregándolos en los albergues para que estos les resuelvan, la eutanasia de animales –como se le llama a la muerte piadosa que se practica por medios que le evitan sufrimiento a un ser vivo– va a seguir siendo un mal necesario.
Más entregas que adopciones
Los criterios para “poner a dormir” –como eufemísticamente lo denomina la mayoría– a un animal nunca se toman a la ligera. Si alguien lo sabe de sobra es Maritza Rodríguez, directora de la Sociedad Protectora de Animales de Puerto Rico, mejor conocida como el Albergue de Animales de Guaynabo (que, dicho sea de paso, no pertenece al Municipio ni recibe fondos del mismo).
Dando por descontado el hecho de que algunos animales puedan llegar incurablemente enfermos o heridos, o con problemas de comportamiento que no tengan solución, “la razón número uno para la eutanasia en los albergues es la falta de espacio. Los albergues, centros de control –y aun los santuarios– tienen capacidad limitada”, especificó Rodríguez.
En otras palabras, si una entidad tiene cupo para 100 animales y le llegan 200, ¿qué es lo que pensamos que va a pasar con los que llegan si los otros no se han adoptado todavía? ¿Adónde nos creemos que se van a alojar? Porque, si bien a casi todos les dan mucha pena los animales realengos, muy pocos son los que se animan a abrirles las puertas de sus hogares en lo que alguien los adopta.
No obstante, según lo relató Rodríguez, en ocasiones, los albergues acceden a recibir más animales de los que pueden tener porque, “si no aceptas el animalito, muchas veces es abandonado cerca de las instalaciones o en otro lugar, provocándole una muerte segura, pero de forma violenta y cruel”.
Entonces, en vez de dejar que sufran una muerte lenta y dolorosa atropellados por autos o envenenados por algún desalmado, y debido a la falta de espacio, la eutanasia se presenta como la única opción.
Fatiga por compasión
Para los amantes de animales que trabajan en los albergues de mascotas, el proceso de elegir quiénes serán sacrificados es amargo y doloroso. “A los veterinarios, que han estudiado para salvar vidas, les incomoda tener que elegir (cuáles se van a sacrificar), así que todos los días rezamos para que se adopten (los que tenemos) y así poder salvar más”, advirtió Maritza Rodríguez.
Por ello, también, el “personal se rota para que no les afecte la decisión que tienen que tomar”, señaló. “Tener que elegir quién se queda y quién se va es sumamente difícil para nuestros compañeros”, enfatizó al tiempo que explicó que deciden cuáles se salvarán, basándose en “si tenemos espacio” para ellos. Entonces, “se escogen los más saludables, los de buen comportamiento y de mayor posibilidad de adopción”.
Todo esto requiere de un temple y un valor que pocos exhibiríamos en las mismas circunstancias. Pero, lo cierto es que el proceso puede provocar fatiga por compasión, algo que se puede manifestar como coraje, frustración y melancolía o hasta como depresión.
Por eso, además de “mantener el personal rotando”, otras estrategias que Rodríguez utiliza para mitigar el desgaste emocional de sus empleados son no aceptar entregas ni practicar eutanasia los sábados.
Los verdaderos verdugos
Como a casi todos los que trabajan en albergues de animales arbitrariamente les llaman verdugos, quisimos saber qué opinaba Rodríguez al respecto: “Los verdugos son todas aquellas personas que deciden comprar un animal sin tomar el tiempo de educarse y evaluar, honestamente, si es el mejor momento para ello. Los albergues, centros de control y refugios existen por una necesidad creada por la sociedad. Es un problema social que tiene solución a través de la esterilización”.
Crónica de la eutanasia
Dolidos por la incomprensión de quienes no imaginan cómo les afecta tener que practicarles la eutanasia a las mascotas que no encuentran hogar, tres empleados de la Sociedad Protectora de Animales manifiestan su sentir:
“Es algo que me sigue impresionando. Da tristeza, uno se siente frustrado. Uno lo hace pensando que la mascota no sufra en la calle; para que un carro no la atropelle y muera lentamente cinco días más tarde”. Zué
“Llevo aquí un año y, aunque al sol de hoy comprendo que lo que estoy haciendo ayuda a controlar la población de animales para que no sufran en la calle, es fuerte. Me entristece mucho, no me gusta ni hablarlo. Por eso hago foster”. Luis
“A veces, son cachorritos y tú les estás viendo la carita y te miran a los ojos y te lamen, y tú dices wow... Yo he tenido en casa dos perros y dos gatos a la vez en lo que se adoptan. Pero son muchos, son demasiados”. Celio
70 % Porciento de animales que son entregados por sus propios guardianes. Las razones van desde que la mascota no sirve para guardián porque no ladra hasta que al nuevo novio no les gustan los animales.
¿Quieres ayudar? Para conocer el programa de adopción de mascotas de la Sociedad Protectora de Animales de Puerto Rico, llama al 787-720-6038