Aunque dudo mucho que usted necesite al menos una, existen varias razones para ver Iron Man 3 este fin de semana. La película es fácilmente la mejor entrega de la serie que devolvió a Robert Downey Jr. al estrellato. Tan buena, de hecho, que permite olvidar que la terrible Iron Man 2 alguna vez existió, sirviendo  como una cuasi secuela a The Avengers y una apta conclusión a la trilogía del engreído genio “Tony Stark”, si es que se tornan ciertas las insinuaciones de  Downey Jr. de que no se volverá a poner la icónica armadura de hierro (nada que una cifra multimillonaria no pueda llevarlo a reconsiderar). 

Sin embargo, la razón principal para ver el anticipado estreno -y la que resume la mayoría de sus atributos- lo es el director Shane Black. Iron Man 3 será una producción de Marvel Studios que tiene continuidad narrativa dentro de su universo cinematográfico, pero también es inherentemente un filme de Black, guionista de éxitos del género acción como Lethal Weapon y The Last Boyscout, así como el director de la criminalmente infravalorada comedia Kiss Kiss Bang Bang. De la misma manera que el estilo de Joss Whedon salió a relucir en The Avengers, son las idiosincrasias y -más que nada- la escritura de Black, lo que distingue a este largometraje del resto de las aventuras de superhéroes de Marvel.

Es la época navideña –como suele ser en la mayoría de las historias de Shane Black, y han pasado varios meses desde los acontecimientos de The Avengers. Los estragos de la batalla contra los alienígenas que invadieron la Tierra aún afectan la psiquis del magnate “Tony Stark”, con ataques de pánico y la internalización de su incapacidad de proteger a lo que más quiere en este mundo (además de él, por supuesto): su novia y CEO de Stark Industries, “Pepper Potts” (Gwyneth Paltrow). 

Mientras desarrolla una nueva versión de su poderoso traje, el mundo de “Stark” se ve amenazado por el misterioso terrorista/traficante de armas conocido como “The Mandarin”, interpretado por Ben Kingsley, como una de las sorpresas más memorables del filme. Su trabajo como el principal antagonista de la trama posee las cualidades subversivas del estilo de Black, jugando con la preconcebida noción de lo que uno espera de un villano en una cinta de superhéroes. Tendrán que verlo para creerlo. 

Un atentado por parte del “Mandarin” obliga a “Stark” a huir y prescindir de sus armaduras, oportunidad que Black, junto al coescritor Drew Pearce, aprovechan para obligar al personaje a valerse de su ingenio para sobrevivir en el mundo cotidiano, mientras es acechado por exsoldados con poderes de combustión. La travesía de “Stark” de costa a costa de Estados Unidos coloca en su camino a diversos aliados, desde un niño hasta Don Cheadle como su amigo, el capitán “James Rhodes”. La unión de Downey Jr. y Cheadle en el espectacular desenlace trae a la mente comparaciones con “Riggs” y “Murtaugh” en Lethal Weapon, el concepto del “buddy-cop movie” invadiendo el mundo de los cómics y salpicándolo con una bienvenida dosis de sarcástico humor. 


Black no sólo se luce en el aspecto cómico del largometraje, sino además en la ejecución de las emocionantes secuencias de acción, que van desde las alturas a bordo del Air Force One, hasta las más pequeñas dentro de una barra. El cineasta incluso le brinda al personaje de Paltrow la oportunidad de escapar del estereotipo de las doncellas en peligro que se suelen ver en este tipo de películas, permitiéndole patear traseros con casi la misma efectividad que el propio Iron Man. 

Aun cuando Iron Man 3 se tarda un poco en arrancar, con un primer acto que no inspira mucha confianza, una vez Black aprieta el acelerador no levanta el pie hasta el último minuto. Esto no significa que lo que verá en pantalla es pura acción desenfrenada, sino que mediante el rápido y perspicaz diálogo de Black, el filme jamás deja de ser entretenido. Ojalá que muchos otros de los estrenos veraniegos que se avecinan sean así de divertidos.