Gladys Rodríguez: Señora de la escena
“La cámara, el público y la industria amaron a Gladys desde el principio. Actriz de grandes recursos, sencillez y, sobre todo, un ser amable, cariñoso y buena compañera”
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
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Posiblemente sea Gladys Rodríguez una de las actrices más completas que haya tenido el histrionismo boricua. Desde sus ocho años ya comenzaba en este mundo de candilejas cuando en la ciudad de Nueva York aprendía tap dancing, drama y ballet en el Children’s Hour Academy. Cuando regresó a Puerto Rico, estudió drama con Edmundo Rivera Álvarez, quien fue su mentor, y de inmediato la pantalla chica recibió uno de los rostros más hermosos de nuestra televisión. Luego de varios proyectos en blanco y negro, le tocó el privilegio de protagonizar la primera telenovela transmitida totalmente a colores (y hago esta salvedad porque la novela anterior comenzó en blanco y negro y su etapa final fue transmitida en el nuevo formato), la emblemática La mujer de aquella noche, conocida desde el comienzo como “Renzo el gitano” y coprotagonizada por Braulio Castillo.
La cámara, el público y la industria amaron a Gladys desde el principio. Actriz de grandes recursos, sencillez y, sobre todo, un ser amable, cariñoso y buena compañera. De igual forma tuvo la oportunidad de viajar al Perú para participar de la telenovela Simplemente María, que le dio a Braulio la exposición internacional.
Por allá también hizo cine. Recuerdo una película donde actuaban Jacqueline Andere y Miguel Ángel Álvarez llamada Un largo viaje hacia la muerte, donde tuvo una escena para la época que estaba embarazada de su hija Lonka.
De regreso a Puerto Rico comienza a laborar con Producciones Tommy Muñiz. Allí demostró que podía navegar por la comedia y el drama, porque su talento era inmenso. Protagonizó novelas como Mami Santa y de igual manera actuaba en Esto no tiene nombre sin problema ni encasillamiento alguno. Cuando Tommy crea Los García, el personaje de “Teresa” siempre fue para Gladys. ¡Y qué exitazo! La “doña Tere” de Gladys se convirtió en el espejo de la mujer puertorriqueña que tenía que lidiar con el hogar, el marido, los hijos y hasta el novio de la nena.
Una vez reiniciado el taller de novelas en Telemundo, comenzaron oportunidades para Gladys que dieron éxito a la empresa y cimentaron la carrera de la actriz en recordadas producciones como Marta Llorens: Una muchacha de barrio, Viernes Social, Ariana y Rojo verano, por tan sólo mencionar algunas.
A la par con la televisión, brilló en el teatro comercial, educativo y clásico. Domina el inglés y el español a la perfección, por lo que ha podido integrar los elencos de importantes obras de la escena nacional y extranjera.
Ha sido una excelente animadora, conductora, y hasta cantó el tema de alguna que otra de sus novelas. Reinó en el mundo publicitario endosando firmas y realizando comerciales en la década de los ochenta.
Escribió su libro Alliup en 1999 y en cine también ha brillado en películas como Lamento borincano, LSD, Una aventura llamada Menudo, Cuentos de Abelardo, Lo que le pasó a Santiago, Dios los cría, La guagua aérea, El sueño del regreso, Shortcut to Paradise, El poder del Shakti y Stranded in Paradise, realizada por Hallmark Channel hace tres años.
A la par con su desarrollo como actriz, siempre ha explorado su lado espiritual siendo una estudiosa del cristianismo. De hecho, cuando niña pensó ser monja ya que estudiaba en un colegio católico. La espiritualidad siempre ha vivido con ella. Por 39 años ha estado dedicada a su fe y ha realizado estudios en teología obteniendo, incluso, una maestría en Divinidad del Reformed Theological Seminary y sigue su ruta para convertirse en sacerdotisa de la iglesia episcopal.
Esta madre de cuatro hijos (John, Lonka, Laura y Kathy) y quien ha estado casada por tres décadas con Víctor Rivera, un funcionario público honesto y cabal, siempre regresa a Puerto Rico, porque caminar por el Viejo San Juan, ver El Morro y pasear por la calle San Sebastián le recarga las baterías a cada buen boricua.
Gracias Gladys, porque no importa lo lejos que llegues, tu corazón siempre palpita en esta pequeña isla.
Te querremos siempre, amiga querida.