“No es horrible”, me comentó un colega cuando supo que iría a ver Teenage Mutant Ninja Turtles, el más reciente refrito de la planta de reciclaje hollywoodense dedicada a canibalizar las propiedades reconocidas del pasado por temor al riesgo que implicaría apostar a lo original. Y no, la verdad es que no es horrible, solo extremadamente mediocre.

Siendo justos, las tres películas originales de los reptiles mutantes que estrenaron a principio de la década del 90 no son obras maestras. La primera apenas podría llamársele “buena”, y esto lo digo como alguien que la vio tantas veces que el “tracking” del VCR ya no tenía efecto en el videocasete (si no sabe lo que es “tracking”, pregúntele a un adulto). La nostalgia es un poderoso inhibidor del juicio, tanto así que podría llevar a alguien –digamos un crítico de cine puertorriqueño de unos 34 años-  a rechazar tenazmente que Hook sea uno de los peores filmes de de Steven Spielberg.

Precisamente fueron los remanentes de esos recuerdos de la infancia lo que me impidieron despreciar por completo esta nueva versión que toma a “Leonardo”, “Raphael”, “Michaelangelo” y “Donatello” y los inserta en la actual trama convencional de los superhéroes, con todo y el trillado desenlace en la cima de un rascacielos donde un artefacto amenaza las vidas de los ciudadanos. ¿Por qué todos los héroes tienen que salvar ciudades, mundos o universos? La cinta original hizo bien en mantener a los personajes en un entorno urbano, donde lo que estaba en juego era la corrupción de la juventud, pero en esta era del blockbuster moderno todo tiene que ser más grande, explosivo y estrambótico. Ya ninguno de estos héroes tiene tiempo para perseguir al pillo que le robó la cartera a la señora.

El libreto es un completo desastre, compuesto por una amalgama de genéricas tramas que incluye la que ha estado de moda en el 2014: el villano que necesita la sangre del héroe para hacerse poderoso, curarse o crear algo. Lo vimos en The Amazing Spider-Man 2, en X-Men: Days of Future Past y ahora aquí. Todos estos escritores, por lo visto, tomaron al mismo seminario. Lo único que el guión hace bien es capturar la divertida dinámica que se da entre las tortugas en su perpetuo estado de vacilón. Cuando los cuatro hermanos están juntos –lo cual no es muy frecuente- se registra un pico en el pulso de la cinta. Cuando no, nos quedamos con la insípida actuación Megan Fox como “April O’Neil”, la impetuosa reportera deseosa de que la cojan en serio y reconozcan su trabajo, pero a sus compañeros –y al filme- solo les importa que está buena, resultando en múltiples tiros y referencias a su trasero porque en los créditos, bajo “productor”, aparece el nombre de Michael Bay.  

El director Jonathan Liebesman –protégé de Bay- es absolutamente incapaz de filmar una secuencia de acción emocionante y coherente, evidenciando que el estilo de Bay –quien siempre ha poseído un agudo ojo para la acción aunque nos castigue con una sobredosis de ella- no lo puede emular cualquiera. Liebesman mantiene a las tortugas mayormente en la oscuridad, y cuando no es así, coloca la cámara tan cerca de la acción y en frenético movimiento que imposibilita su apreciación. Su filosofía parece ser la misma de su maestro: “Más es mejor”, y es por eso que secuencias como la persecución en la nieve –desarrollada en una interminable pendiente que pertenece a la misma realidad que la pista de aterrizaje en Fast & Furious 6- terminan siendo inefectivas.

Los efectos especiales de la casa ILM que dan vida a las tortugas son muy impresionantes, resaltando una vez más la capacidad del “motion-capture” para este tipo de producción. Sin embargo, cuando los personajes se encuentran interactuando en un ambiente completamente digital –léase, la mayoría del tiempo- la acción carece de gravedad, convirtiéndose en un choque de pixeles contraproducente al despliegue de artes marciales que caracteriza a estos héroes. Prueba de esto se manifiesta en sus diversos combates contra su archienemigo, “Schredder”, un ninja convertido aquí en la grotesca fusión entre un "Transformer" y "Edward Scissorhands", más robot que humano. Los puños y las patadas vuelan, las espadas chocan, pero el impacto es nulo.

Sé que dije que Teenage Mutant Ninja Turtles era “extremadamente mediocre” y que esta reseña se lee como “extremadamente mala”, pero el encanto de las tortugas es lo que hace la diferencia entre un nivel y otro. Su inmaduro sentido del humor es contagioso y es parte de lo que las ha mantenido populares a través de distintos medios por las pasadas décadas. O quizá me equivoque y esta sea la nostalgia hablando, como cuando alguien dice “Hook es tremenda película”. Yo no, claro... pero alguien.