La norma con la gran mayoría las películas antológicas es que, por cada buen cortometraje que compone su todo, hay uno inmediatamente después que no está a la misma altura, y contrario a un álbum en el que fácilmente podrías saltar a la próxima canción si la que estás escuchando no es de tu agrado, dentro del cine no existe esa opción. El cineasta argentino Damián Szifrón no rompe este molde con Relatos salvajes, filme que lo colocó en el panorama cinematográfico mundial este año tras su estreno en el Festival de Cannes, en el que desarrolla seis historias autónomas alrededor de la violencia innata del ser humano.

El largometraje arranca prometedoramente, con Szifrón manifestando deliciosamente el retorcido sentido del humor que empleará a lo largo de la cinta desde el corto que sirve de prólogo, titulado "Pasternak". El siempre bienvenido Darío Grandinetti (Hable con ella, El lado oscuro del corazón) protagoniza este ingenioso cuento de venganza como un crítico de música clásica a bordo de un avión. Decir más sería privarlo a usted de las divertidas sorpresas que surgen dentro de estos 10 minutos, pero digamos que tanto la situación como el tono no estarían fuera de lugar en un trabajo de Pedro Almodóvar, quien figura como uno de los productores de la película.

Acto seguido, hace su aparición el primer lomo en el camino: "Las ratas", otra historia de venganza que Szifrón sirve como un plato crudo. El tenso conflicto entre una mesera y un cliente malcriado parece ser el primer borrador de una idea mayor o una escena sacada de un largometraje que no funciona por sí sola. El director y guionista establece una premisa atractiva pero no encuentra la manera de concluirla satisfactoriamente, algo que será recurrente en otros de los cortometrajes, aunque no en el tercero y mejor, titulado "El más fuerte".

En él, un hombre adinerado conduce un carro de lujo por las montañas y se sale de quicio al encontrarse con otro conductor de clase baja que transita más lento por la vía. Cuando logra rebasarlo, le grita insultos y pisa el acelerador, pero como si se tratase de una confabulación entre los dioses, más adelante en la carretera se le revienta una goma, obligándolo a reencontrarse con el hombre que ofendió. Lo que procede podría describirse como Duel dentro de un cuadrilátero, una tensa y comiquísima batalla hasta la muerte entre dos hombre consumidos por la rabia que a todos a mayor o menor grado nos consume únicamente cuando estamos al volante.

Si para este punto está viendo la película y se pregunta “pero, ¿acaso esto no es un filme argentino? ¿Dónde está Ricardo Darín?”, no se preocupe que el primerísimo actor sudamericano protagoniza el próximo corto: “Bombita”. Darín interpreta a un desarmador de bombas con el que todos nos podemos identificar en su cruzada contra la burocracia y pillería de las agencias gubernamentales, específicamente las que administran la expedición de multas de tránsito. El segmento se desarrolla apropiadamente como una bomba de tiempo y Darín -como ya todos sabemos- es todo un experto en el arte de la expresión de improperios. Su actuación eleva considerablemente Relatos salvajes,  antes de que comenzar su lento y prolongado descenso.

Los últimos dos cortometrajes, "La propuesta" y "Hasta que la muerte nos separe", extraen la energía acumulada por los dos anteriores. El primero, acerca del encubrimiento de un asesinato por parte de un juez para proteger a su hijo, es tan insatisfactorio e inconcluso como "Las ratas", mientras que el segundo provee buenas carcajadas y parte de una buena idea -la novia que se entera de la infidelidad de su marido durante la celebración de su boda- pero extiende demasiado su bienvenida. Szifrón, sin embargo, demuestra que posee las destrezas para hacer que aun los cortos más flojos sean visualmente atractivos, jugando con los tiros de cámara y los encuadres, por lo que aunque las piezas que componen "Relatos salvajes" no engranan favorablemente, al menos dejan el deseo de anticipar su próximo trabajo.