Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 16 años.
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(Nota del Editor: Primero de una serie de 10 perfiles sobre las voleibolistas “más bellas y poderosas” de la Liga de Voleibol Superior Femenino. Serán publicados durante la duración del torneo)
Muy pocas voleibolistas recogen la fórmula de belleza que agrupa Yarleen Santiago. La estelar atacante de las subcampeonas Criollas de Caguas y ex integrante de la Selección Nacional inspira presencia atlética, poder y respeto, pero todo combinado con una dosis de simpatía que irradia magnetismo.
Versada tanto en la Liga de Voleibol Superior Femenino (LVSF) como en el escenario internacional, Santiago se ha ganado la admiración y respeto de la fanaticada del deporte de la malla alta. Su éxito, sin embargo, no se limita a las canchas, pues Santiago también tiene una vida privada dichosa, la cual llenan su hijo Jaime Yadriel y su esposo, el también voleibolista Jaime Matos.
La escultural jugadora de esquina, quien defendió por muchos años la monoestrellada en diversas competencias con el sexteto patrio, visitó ayer las instalaciones de PRIMERA HORA para participar de una sesión fotográfica tras ser escogida como una de las diez voleibolistas más bellas y poderosas de Puerto Rico. A continuación, nos metemos en el mundo de Yarleen...
¿Fuiste una bebé linda o fea?
(Se ríe) “Dicen que cuando somos lindos como chiquitos, somos horribles. Así que, juzguen ustedes”.
¿A qué edad tuviste tu primer novio?
“Tuve mi primer novio a los quince años, pero el nombre lo vamos a dejar ahí”.
¿Cómo fue tu primer beso?
(Se ríe nuevamente) “Mi primer beso fue en una fiesta del colegio. A mí nunca me dejaban salir sola y fuimos a una actividad del colegio, de la clase graduanda, y allí, en uno de esos bailecitos, ya tú sabes. Pero no fue nada, una bobería. Un toquecito y nada más”.
¿Cuál ha sido el mejor regalo que has recibido?
“Mi mejor regalo ha sido mi hijo, Jaime Yadriel, pero he tenido unos cuantos, como el día que me comprometieron, que me regalaron una sortija espectacular. Eso fue un regalo lindo, bello y precioso”.
¿Alguna vez sacaste “F” en una clase o en un examen?
“Tengo que decir que yo he sido bastante buena académicamente, pero cuando entré a la Universidad de Arkansas tuve que darme de baja de dos clases porque, al principio, la barrera del inglés era un poquito difícil y hubo dos clases que tuve que repetir, que fueron física y una matemática. Pero nunca tuve una 'F', sólo la 'W' de withdrawal”.
¿Quién fue tu mejor maestro en la escuela?¿Tuviste algún maestro que odiaste?
“Al maestro malo lo vamos a dejar en el aire, pero mi mejor maestro, tengo que decir, fue mi primer dirigente, Víctor Cruz. Gracias a él yo considero que he llegado a donde he llegado. Obviamente, también por mis propios méritos, pues tengo unas cualidades con las que nací, pero en verdad lo quiero muchísimo, lo recuerdo y siempre que tengo la oportunidad tengo que mencionarlo, pues me dio muchísimas oportunidades y vio ese diamante sin pulir. Gracias a él he podido destacarme”.
¿Cuál fue tu peor travesura de niña?
“Son demasiadas. (Se ríe) Yo creo que era terrible cuando chiquita. Es que yo tengo un hermano cuatro años mayor que yo y siempre me pasaba con él y hacíamos mil cosas. Nos portábamos súper mal y cogimos cantazos. Mami, te estoy tirando al medio, pero sabes que si nos cogías, nos acababas. (Se ríe) Fueron muchas, muchas”.
¿En qué trabajaste por primera vez?
“Yo he estado trabajando en el voleibol desde los 14 años, cuando comencé a jugar en la LVSF. Pero mi primer trabajo, en lo que se conoce como un trabajo normal, fue en Estados Unidos, en una pizzería. Como fue durante mi primer semestre, que no sabía mucho inglés, me pusieron en la parte de atrás a preparar la masa. Ése fue mi primer trabajo”.
¿Cuál fue el primer lujo que te diste cuando comenzaste a ganar dinero?
“Uno de mis primeros lujos fue mi carro, comprarme mi guagüita Explorer cuando comencé a trabajar en Centennial”.
¿Practicaste otros deportes cuando niña?
“¡Los practiqué todos, hasta bolita y hoyo (se ríe)! Era mala en todos, excepto en el voleibol. Pero, como dije, tengo un hermano mayor y nosotros, hasta ciclismo hacíamos. Yo me montaba en el corillos de chicos y los seguíamos. Siempre he sido bien atlética y he cogido cantazos porque hasta patines y patinetas he corrido”.
¿A quién quieres más, a tu papá o a tu mamá?
“Esa pregunta no es justa, pero mis papás son divorciados desde que yo tenía un año, así que básicamente yo me crié con mi madre toda la vida. Somos cuatro hermanos y ella nos crió con muchos sacrificios, ella solita. Mi mamá es la que siempre ha estado ahí toda la vida, pero mi papá también es mi papá”.
¿Qué recuerdas de tu primer juego de voleibol?
“Definitivamente tenía los pelos de punta... ese primer juego fue horrible. Mi primera temporada fue en el 1994 con las Ganaderas de Hatillo. No recuerdo bien contra qué equipo fue mi primer juego, pero ese año yo estaba de nervios. Obviamente, para ese año las jugadoras veteranas eran las top, y como cada equipo tenía una, siempre me pareaban a mí con ellas. Pero aprendí muchísimo y, desde entonces para acá, me he disfrutado mi carrera”.
¿Cuál ha sido la rival más dura a la que te has enfrentado?
“Cada cual tiene su particularidad. A medida que van pasando los años, uno tiene mayores riesgos. Yo he tenido la oportunidad de jugar en el exterior, que han sido varias, pero no me gustaba jugar mucho en contra de Elaine López, pues estaba en su peak y era tremenda jugadora, bien difícil de pararla. Eva Cruz también. Eran jugadoras bien dominantes y veteranas, con mucha experiencia. Yo, rookie al fin, imagínate...”.
¿Cuál ha sido tu momento más bochornoso en una cancha de voleibol?
(Se ríe) “Bueno, yo he tenido muchos, pero de los peores fue hace unas semanas atrás en contra de las Llaneras de Toa Baja. Fui a servir y me caí. Traté de darle a la bola desde el piso y la bola nunca tocó la malla. La cancha estaba llena y todo el mundo comenzó a reírse. Gracias a Dios que estábamos en cancha local y que la fanaticada, dentro de la jocosidad, me aplaudió. Pero creo que ha sido uno de mis momentos más bochornosos”.
¿Qué significa el voleibol para ti?
“Precisamente en estos días estaba hablando con mi familia de eso. Yo todavía no me visualizo, pese a que llevo muchos años de experiencia, fuera de este ambiente. Para mí el voleibol significa todo. Mi vida la he basado alrededor del voleibol y he obtenido muchísimos logros gracias a ello. Ésta es mi vida y mi pasión, y mientras siga sintiéndome en la forma en que yo me siento, voy a seguir jugando. El día que la pasión desaparezca, entonces voy a colgar las tenis”.