¡Pura vida!
“Es una manera de decir: ‘Todo está bien, no importa qué pase’”
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El cantautor, poeta y filósofo argentino Facundo Cabral contó en una ocasión la siguiente historia:
Dios se vistió de hombre y bajó a la tierra. Fue a casa del zapatero y le dijo: “Zapatero, soy muy pobre. Estas son las únicas sandalias que tengo y están rotas. Si me las arreglaras… gratis”.
El zapatero miró al Señor y le dijo: “Ya estoy cansado de que siempre vengan a pedir y nunca a dar”.
“Yo puedo darte todo lo que quieras”, le contestó Él.
“¿Puedes darme el millón de dólares que necesito?”, cuestionó el zapatero.
“Puedo darte diez veces eso”.
En ese momento, Dios extendió sus brazos y, sobre el mostrador, aparecieron $10 millones. El zapatero no podía creer lo que veía:
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“¡Dios mío! ¿Son míos?”, gritó mientras se abalanzaba sobre el dinero.
“Aguanta, zapatero. Serán tuyos, pero a cambio de algo”.
“¿A cambio de qué?”, le preguntó con obvia ansiedad.
“A cambio… de tus piernas”, le aseguró el Señor.
“¿Estás loco? ¿Para qué quiero $10 millones si no voy a poder caminar?”.
“No hay problema. Te lo voy a hacer más fácil. Te voy a dar… ¡$100 millones!”.
Alzó sus brazos y, de momento, aparecieron una enorme cantidad de billetes que se dispersaron por toda la zapatería.
“¿Son míos?”, preguntó el zapatero con cierta incredulidad.
“Serán tuyos si me das… tus brazos”.
“¿Pero para qué yo quiero $100 millones si no voy a poder comer solo?”.
“No hay problema”, respondió el Señor. “¡Te voy a dar $1000 millones!”.
Los billetes casi llegaban hasta el techo. El zapatero no podía creer tanta riqueza. Miró a Dios y le preguntó: “¿Son míos?”.
“Serán tuyos si me das… tus ojos”.
El zapatero pensó poco y dijo: “¿Para qué yo quiero $1000 millones si no voy a poder ver a mi esposa, a mis hijos, a mis amigos?”.
Y Dios le contestó: “Ah, hermano, hermano… ¡qué fortuna tienes y no te das cuenta!”.
¿Por qué cuento esta historia? Sucede que escribo desde unas vacaciones en Costa Rica. Este país es hermoso, lleno de recursos naturales espectaculares, desde volcanes, ríos, bosques, aves, animales y mucha vegetación.
Pero lo más que me ha llamado la atención en este país son los costarricenses o ticos, como también se suelen llamar.
Los ticos tienden a valorar las cosas simples de la vida y a encontrar felicidad en ellas. En todo momento, cuando hablan contigo, repiten la frase “¡pura vida!” que refleja este enfoque de vivir el presente, apreciar lo que se tiene y mantener una actitud positiva, incluso en circunstancias difíciles. Es una manera de decir: “Todo está bien, no importa qué pase”.
Si algo no sale como se esperaba, en lugar de frustrarse, un tico puede responder con “¡pura vida!” para aceptar la situación y seguir adelante.
Costa Rica tiene una reputación internacional como un lugar donde el ritmo de vida es más pausado y menos estresante. Los ticos no son particularmente apresurados; disfrutan de sus días con calma y valoran el tiempo de calidad, ya sea con amigos, familia o en la naturaleza. “Pura vida” encapsula esta filosofía de vida tranquila y sin complicaciones en conexión con la belleza natural de su país.
Para los ticos, “¡pura vida!” es una manera de destacar que su forma de ser está basada en la alegría, la paz y la práctica de la felicidad.
Estoy aprendiendo mucho de nuestros hermanos costarricenses. Me han hecho valorar más el presente y lo que tengo, sin prisa. Comienzo por pensar lo afortunado que soy de simplemente tener mis piernas, mis brazos y mis ojos…
Haz tú lo mismo.
¡Pura vida!
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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