HACE MÁS de un siglo, Hacienda La Mocha era el eje en la economía de una humilde comunidad insertada en las montañas de Ponce. 

Allí estaba el dispensario, la escuela, una tienda y cinco casas que sostenían a 300 peones del mismo sector, que conectaba con Hacienda La Gloria a donde se procesaba el café. Justo al lado del río San Patricio.

Bajo esa historia iniciada por los corsos que compraron las paradisíacas tierras, Puerto Rico vivió momentos trascendentales que fueron disminuyendo la actividad agrícola décadas más tarde.

Y la comunidad que un día vibró, se fue apagando hasta olvidar la importancia que representó para sus ancestros.

Hasta que llegó el matrimonio compuesto por el doctor Rigoberto Ramos González y Magda Nieves Rivera, quienes junto a sus cuatro vástagos quedaron prendados por la belleza natural de esa zona.

“Hace ocho años que compramos la casona y la finca, con el deseo de estar con la familia, venir a hacer camino, pero empezamos a enamorarnos de la agricultura, la finca y decidimos trabajar con el café”, recordó Ramos González, un cardiólogo de Ponce.

Así empezaron a aprender del proceso para sembrar el café y de paso, se encontraron con la fascinante historia escrita entre árboles y ruinas.

El espacio se convirtió en laboratorio para estudiantes de la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica al mando del entonces decano Javier de Jesús. De esa manera se comenzó a idear la recuperación de la antigua casona en el 2014.

“Pero el decano no siguió en la Escuela y entonces mi esposa y yo comenzamos a dibujar lo que era la hacienda. Ella estaba bien preocupada por conservar las ruinas, y nos dimos a la tarea de conservar, aprender y a buscar, pero pensamos que se trataba de sacar tablas apolilladas hasta volver a lo que era antes”, expresó el galeno.

Sin poder creerlo, la magia del lugar les habló. 

Esto se dio porque al trabajar en la restauración se dieron cuenta que solo agregaron espacios que una vez existieron.

La emblemática casona se transformó en un hotel verde que trabaja en perfecta armonía con el medioambiente, desde la decoración que realza los salones de la antigua escuela, hasta el reciclaje de muebles que engalanan las habitaciones.

“Aquí tú no entras a un museo, sino que entras a una casona a donde puedes vivir lo que era el siglo pasado. Mi esposa los ha ido rescatando y sabe a dónde va cada cosa”, detalló Ramos sobre la estructura certificada por la Compañía de Turismo de Puerto Rico.

La hospedería cuenta con ocho habitaciones, y otro cuarto para recibir a personas con impedimentos. Pero el visitante no hallará lujos, tampoco aire acondicionado.

“La idea es venir y salir de la rutina, estar en contacto directo con la naturaleza. Escuchar las aves, el sonido de la vegetación, respirar aire fresco”, manifestó el médico.

Ahora, Hacienda La Mocha despertó de un sueño para convertirse nuevamente en motor que emplea a una docena de residentes del sector tanto en la finca como en el hotel.

“Nosotros queremos volver a ser el eje económico de la comunidad, hemos creado un impacto a la microeconomía de la comunidad con oportunidades de empleo a tiempo completo. Estos muchachos que no han ido a la escuela hotelera, recibieron adiestramientos por la Compañía de Turismo sin salir del barrio.”, aseguró el cardiólogo.