Mujeres que sacan la cara por un mejor Puerto Rico
Son las líderes emergentes que buscan promover el cambio social
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Las mujeres representan el 50% de la población a nivel mundial. Por consiguiente, que ellas ocupen roles de liderazgo debería ser prioridad para los sectores sociales, políticos, económicos y culturales del país.
Las mujeres que tienen sensibilidad y conciencia de justicia social suelen conocer mejor las desigualdades a las que se enfrentan sus compañeras. Contar con mujeres líderes es fundamental para ampliar derechos en cualquier aspecto de la vida y así lo reconocen entidades internacionales como la Organización de las Naciones Unidas.
Aquí, conocerás las cinco jóvenes mujeres y un grupo de líderes, también mujeres, emergentes que están impactando la sociedad en distintas áreas.
Andrea Zambrana Rosario busca sumar más jóvenes al cambio social
En el transcurso de su vida universitaria, Andrea Zambrana Rosario, de 21 años, se percató de que no contaba con un lugar en donde pudiera proponer sus ideas y proyectos sin ser descartada por su edad.
Esas inquietudes la llevaron a integrarse a Mentes Puertorriqueñas en Acción (MPA), una organización que capacita a jóvenes para que sean agentes de cambio y entrelacen sus proyectos con el crecimiento de Puerto Rico.
En MPA, hizo una pasantía, en 2019. En aquel momento, fungió como líder de un grupo de facilitadores comunitarios, en Toa Baja.
“Ahí, fue que inicié en MPA. En enero del año pasado, me integré al equipo de trabajo y ahora soy asistente de programa. Mi trabajo consiste en ayudar en los programas de la organización y dar apoyo programático”, explicó la estudiante de psicología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
Cuando Zambrana Rosario entró a MPA, descubrió que habían otros jóvenes como ella que necesitan esos espacios para desarrollarse personal y profesionalmente. Desde entonces, busca habitar y habilitar lugares seguros, horizontales y educativos.
A Zambrana Rosario le inspira “saber que podemos existir en sitios seguros y solidarios. Que puedo habilitar esos espacios para otros jóvenes. Y que, desde el colectivo, se puede hacer cambio”.
Ana Castillo Muñoz educa sobre la salud sexual como un derecho
Cuando Ana Castillo Muñoz, de 31 años, comenzó su maestría en Creación Literaria, se percató de que, en los cuentos y los textos que escribía, casi siempre, había una narrativa erótica. A raíz de esa experiencia, surgió su proyecto educativo sobre sexualidad Con el verbo en la piel. Pero, también, de la necesidad de encontrar respuesta a preguntas que ella tenía y derribar tabúes. Y es que, en el sistema educativo de Puerto Rico, no hay un currículo de Educación Sexual Integral (ESI).
Consciente de que Con el verbo en la piel no iba a impactar a algunas comunidades, por ser un proyecto digital en Instagram, organizó, el 6 de febrero de 2021, en su comunidad Barrio Obrero, la primera brigada de salud sexual y placer comunitario.
“La brigada, básicamente, lo que quiere es poner al servicio de las comunidades, que no tienen acceso al internet, lo que nosotros hacemos como proyecto. Reconocemos las limitaciones que tienen muchas personas de no poder adquirir algo tan sencillo como condones”, expresó Castillo Muñoz, quien también cuenta con una certificación como coach sexual.
Castillo Muñoz, junto con otros voluntarios, repartió 261 paquetes de salud y placer sexual. Los bolsos incluían codones externos, lubricantes, información básica de cómo colocarse un condón y sobre violencia de género.
“Me motiva mucho mi niña interior. La niña que fui. Que las personas como yo o parecidas a mí puedan tener acceso a esta información. Me motivan mucho las mujeres de este país y el placer”, reconoció Castillo Muñoz sobre el trabajo que realiza.
Isabel MacCullough Valentín trabaja para contrarrestar la crisis climática
Desde los nueve años, Isabel MacCullough Valentín asistía a los talleres de Para la Naturaleza, organización educativa y de conservación ambiental. A los 12 años, ya era líder ambiental en los campamentos de verano de la institución.
“En Para la Naturaleza, nos inspiraban a educarnos sobre el ambiente y cómo prosperar en él. También, soy parte de la generación que creció sabiendo que el cambio climático era una gran crisis. Era imposible no envolverse cuando te enseñan que el ambiente se está muriendo”, expresó MacCullough Valentín, quien ahora tiene 18 años y realiza un bachillerato en Estudios Ambientales, en Estados Unidos.
La activista ambiental forma parte del Movimiento Juvenil por la Justicia Climática de Puerto Rico. Ahí, fungió como organizadora de eventos. También, manejó el área de comunicaciones.
A MacCullough Valentín la inspiran todos los activistas ambientales que han hecho este trabajo antes que ella.
“Hay tantos activistas que se fajaron y han muerto por luchar en contra de la crisis climática y soberanía alimentaria. Pienso que hay que trabajar para dejar un mundo mejor y que la mejor manera de hacer eso es metiendo mano”, enfatizó.
Stephanie Rodríguez Ocasio cultiva el amor por la siembra
Stephanie Rodríguez Ocasio, tiene 31 años, y creció en una familia de agricultores. Su padre y su abuelo son agricultores. Ella estudió Educación Agrícola, en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez.
Sin embargo, en su desarrollo profesional, nunca vio a una mujer liderando un proyecto agrícola hasta que conoció, realizando sus prácticas universitarias, el proyecto de agroecología de Dalma Cartagena, en Orocovis.
“En la universidad, yo no me encontraba en la agricultura convencional de uso de químicos y explotación de los recursos naturales. Cuando conocí la agricultura que ella hace, que es la agroecología, pues me comencé a interesar. Siempre tuve como meta que, si el Departamento de Educación me daba la oportunidad, iba a crear un proyecto de agroecología, similar al de Dalma, en una escuela”, explicó Rodríguez Ocasio.
En el 2014, empezó su proyecto de agroecología en la Escuela Segunda Unidad Ramón Torres Rivera, de Morovis. Ahí, trabaja como maestra de agricultura. Les enseña a sus estudiantes la importancia de la cosecha local y los incentiva para que siembren.
“Lo que me inspira a realizar el trabajo que hago, aunque es un trabajo fuerte, es la dependencia que tiene Puerto Rico del producto importado. Nosotros, realmente, dependemos de muchos productos extranjeros de todas partes del mundo, cuando, en realidad, tenemos los recursos, la accesibilidad, los materiales y la tecnología. No como en otros países que, lamentablemente, no pueden. Sin embargo, tenemos un bloqueo mental que no estamos produciendo”, expresó la también comerciante.
Colectivo de líderes de la Alacena feminista: “Toma lo que necesites y dona lo que puedas”
La Alacena Feminista Luquillo es un colectivo en crecimiento de diversidad de integrantes que surge a raíz de que la inseguridad alimentaria, en Puerto Rico, era aun más evidente con la crisis sanitaria por COVID-19.
Con la inspiración de la Alacena Feminista Santurce, un grupo de personas se unieron para replicar la misma iniciativa de hablitar anaqueles con comida no perecedera y productos de primera necesidad en el pueblo de Luquillo.
“Todas las Alacenas tienen un lema que es ‘toma lo que necesites y dona lo que puedas’. Que la gente pase e interactúe con la alacena como si fuera la de su casa. Siempre tratando de pensar en la gente que pueda venir después de ti”, dijo Ana Portnoy Brimmer, parte del colectivo.
Este proyecto está ubicado en la antigua escuela Rosendo Matienzo Cintrón, que el gobierno cerró, en 2018, bajo el cierre masivo de escuelas públicas.
Quienes integran el colectivo abastecen la alacena dos veces al mes con donaciones que reciben, explicó Denise Nieves Thiesfeldt, también parte del grupo.
Además de facilitar alimentos y productos de primera necesidad, este colectivo también está restaurando la escuela Rosendo Matienzo Cintrón para que los luquillenses utilicen el espacio para talleres e, incluso, para dormir, si es necesario.
“Estamos viendo cómo habilitamos el espacio para que cumpla otras funciones que no sea solamente la comida, pero la comida sigue siendo central”, aseguró Marisel Robles Gutierrez, otra de las integrantes.
De igual forma, empezaron a crear un huerto comunitario para que las personas tengan productos frescos para consumir. También, pintan murales que conciencian sobre la violencia de género en la escuela y hacen un censo para intentar conocer a la comunidad que está alrededor.
“Estos procesos de habilitar la escuela también son para que las personas de la comunidad puedan ir creando lazos íntimos con el espacio. Que puedan empezar a sentir que el espacio es suyo y que les pertenece. A la vez que alguien trabaja el huerto, pinta la pared, estás creando una relación con ese lugar. El espacio no le pertenece a la Alacena, sino a la comunidad”, enfatizó Portnoy Brimmer.
Este contenido comercial fue redactado y/o producido por el equipo de GFR Media.