Sí, ya sé, es aterrador pensar en ese momento en que, metidos en la caseta de paredes de cartón y cortina de papel, habrá que sacar fuerzas para que el pulso no tiemble y poder trazar la cruz, o las cruces, donde entendamos pertinente.

Aterrador porque, a estas alturas, somos muchos los que no sabemos por quién vamos a votar, a quién vamos a elegir y en qué cerebros vamos a depositar las riendas de un país que bastante machacado que está.

Machacado, herido y al revés. Es que no queremos equivocarnos, o por lo menos intentamos evitar el margen de error. El temor a errar es como un frío que nos recorre los huesos. Amamos nuestro país, eso no está en duda. Como tampoco lo está que, independientemente de nuestros “ideales” -entre comillas, porque en realidad lo de ideal es pura fantasía- todos anhelamos lo mismo: respeto, justicia y bienestar.

Pero es difícil, sí, señoras y señores. Seleccionar el equipo que nos representará es tarea ardua que conlleva estudiar a profundidad a esos candidatos que se supone que trabajarán para nosotros rogándole a todos los santos que habitan en el espacio, que no les dé por trabajar para ellos mismos. Esa manía de mover la manita como quien no quiere la cosa para atraparse unos dolaritos o unas herramientas para tener más poder es una costumbre feísima. Mi abuela, que en paz descanse, habría afeitado las hojas de una varita de gandul y les hubiera azotado las malas costumbres dejándoles de-re-chi-tos.

Uy, Dios mío, Santísimo Padre celestial… analizar el listado de nombres requiere un coctelito de clonopin. Pero es lo que nos toca, es nuestro deber, nuestro compromiso y nuestra obligación no dejar la selección al garete, en manos de los demás y sin nuestra participación. Y para eso, hay que inscribirse, mover el culete y tramitar la tarjeta que te acredita como votante activo de manera que el martes, 5 de noviembre puedas estampar tu opinión marcando una cruz o muchas cruces en las papeletas que te darán los funcionarios al entrar al “twilight zone” de la caseta.

Sí, ya sé que deben estar hartas y hartos del tema de la inscripción electoral. Válgame, que ha sido la comidilla en todos los medios y según pase el tiempo los partidos se halarán de los pelos para capturar ese voto nuevo. Pero es que es importante, ¡mega importante! que aquellos que no tienen la tarjeta se decidan a obtenerla venciendo los retos que se presentan en la gestión de hacerlo. Porque “mi qué vaina” que obtener la tarjeta se ha vuelto toda una misión.

Ojalá que los jóvenes aptos para votar por primera vez, puedan vencer los obstáculos y conseguir esa credencial a la que tienen todo el derecho, de manera que puedan manifestar su sentir en la votación. Ojalá también que los adultos mayores obtengan ayuda para tramitarla y los de edad media que aún no la tengan se animen y saquen las fuerzas que se necesitan para tenerla. El voto es fundamental…. ¡el de todos!

Y desde ahora hay que prepararse. Hay que hurgar, rebuscar, analizar, pensar en cuales seres humanos entendemos que debemos confiar y especialmente a qué clase de personas queremos adjudicarle la responsabilidad de dirigir el país mediante un proceso que nos coloca como sus jefes aunque muchos hasta hoy nos han tratado como sus súbditos.

Tarea difícil, pero se puede. La realidad es que no hay un equipo perfecto. Ningún partido tiene el “dream team”. Sí, hay muchos buenos políticos, comprometidos, decentes, responsables, honestos. Y sí, hay muchos malos políticos, chanchulleros, irresponsables, charlatanes. Sí, ya sé…