Yailín, una mujer dominicana que se apodó con la coletilla de “la más viral”, se ha sometido a una cirugía para reducir el tamaño de sus senos. Yo he quedado patidifusa, no por su decisión -que a fin de cuentas es su cuerpo y puede estirarlo o encogerlo como le apetezca- sino por cómo lo anunció públicamente y a boca de jarro en sus redes, que replicaron en un montonete de medios.

Ay santo, que ya no hay privacidad… Pero más perpleja quedé al ver en la “noticia” su foto con el pecho embutido en una faja -requisito para la recuperación- y leer, párrafos después, que la muchacha tiempo atrás se realizó una queratopigmentación.

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¿No sabe usted lo que es? Tranqui que yo tampoco sabía. Pues le cuento. En arroz y habichuelas, ella no estaba conforme con el color de ojitos que Dios le dio y pues, se alteró el color de la córnea. ¡Válgame! Hasta se me erizan los pocos pelos que me quedan post menopausia.

Pero mire usted, compartir las intimidades de los pespuntes y trutrús que se ha hecho en el cuerpo responde, según ha dicho, a su interés de contestarle a sus seguidores, que quieren saber. Y eso es, precisamente, lo que me vuela la cabeza.

“El pueblo quiere saber”, “la fanaticada necesita saber”, “la gente exige saber”… son las frases con las que luché en mis tiempos megaactivos como relacionista de artistas de la canción, especialmente cuando en medio de un lanzamiento la primera pregunta al artista -y la segunda y tercera, porque insistían- era por una relación amorosa caducada hacía doscientos cuarenta años.

Caput, finito, que se acabó. Les juro que la cabeza me daba vueltas como a Linda Blair en esa escena horripilante de El Exorcista. Entonces les preguntaba a los reporteros, ¿pero cuánta gente les ha escrito interesados en saber? ¿acaso han hecho una encuesta? ¿hay algún estudio que lo demuestre? ¿cuando dices pueblo, son diez personas o los millones que habitamos aquí?

Obviamente, se enfurecían, pero vamos, que yo quería saber quién quería saber para poder intentar justificar una pregunta personal que en realidad importaba un pepino, porque enyuntado o no, separado o no, divorciado o no, escucharían y, sobre todo, disfrutarían su música. Y eso era lo importante.

Pero bueno, en estos tiempos tan extraños he decidido recurrir a esa curiosidad incisiva esperando que los encargados reaccionen tan a viva voz como Yailín, y nos contesten algunas preguntitas de esa intimidad colectiva que nos compete e interesa. ¿Terminará el escrutinio a finales de diciembre o debemos prepararnos mentalmente para que los resultados precisos sean informados a principios, mediados o a finales del 2025?

Caramba, carambita, carambola porque es que eso de que no podamos contar ni siquiera con un ábaco me resulta extraño, como del más allá. Vamos, que hay que tomárselo con humor para poder sobrevivir.

Siguiendo con la preguntadera y basándome en el despelote patrio, ¿llegará Santa Clós o le apretará las riendas a los venados para que avancen tipo turbo y nos pasen de largo? ¿Se irán los Reyes Magos a juyir para no dejarnos oro, incienso y mirra porque no sabemos administrar?

Quedo en espera de que alguien conteste. Y que no sea Yailín.