Anda liviano por la vida, con la conciencia clara y las opiniones genuinas. Hace tiempo que decidió disfrutar al máximo lo que le reste por vivir porque no hay tiempo para bobadas. Así que invierte sus horas y sentimientos con mucha precisión; está claro en que el tiempo no regresa y que los amores deben ser bien depositados. El tope de su propósito de vida lo ocupa su hijo Luca, heredero de su musicalidad; no es de extrañar que pronto nos dé una sorpresa.

La fama no se la cree. Quizás por eso le impacta la acogida de los conciertos que realizará mañana y el domingo en la Sala Sinfónica del CBA acompañado por la Orquesta Filarmónica. Está ilusionado. Ya le apetecía encontrarse con el público puertorriqueño que ha sido determinante en sus casi cuarenta años de carrera musical.

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Luis Enrique Mejía López sigue siendo el mismo niño que echaba a volar sus sueños asomado por la estrecha ventana de la habitación de su casa en Somoto. Desde ahí se visualizaba en el escenario acompañado de percusión y guitarra, cantando temas impregnados del sabor a folclor que heredó de sus tíos Luis Enrique y Carlos, protagonistas de la escena de la canción de corte social en su natal Nicaragua. No sabía Luis que el destino le llevaría a otro ritmo, la salsa, que le convertiría en el artista de mayor resonancia internacional de su país mediante un estilo evolucionado y distinto.

No fue extraño que en su adolescencia la vida le llevara a los Estados Unidos y, eventualmente, llegara a Puerto Rico convirtiendo la Isla en su casa; literalmente viviendo aquí. Éxito tras éxito - San Juan sin ti, Tu no le amas, Mi mundo, Desesperado, Dile sí a la vida, Así es la vida y tantos más - el cantautor fue conquistando amantes del género tropical. Y no crea usted que su vida fue rosadita y fácil. Su juventud estuvo marcada por obstáculos que pudo superar, pero que casi le rompieron el alma.

Como tantos otros jóvenes que tuvieron que desplazarse desde su país, Luis Enrique tuvo que secarse las lágrimas, enfocarse, respirar profundo y seguir. Años después, plasmó sus vivencias en su libro Autobiografía, que deja al lector con la boca abierta al conocer los detalles más íntimos de su vida.

Le recuerdo en los 80′s arrancando suspiros con su guapura, con el cabello largo amarrado en una cola y una vestimenta que rompía los esquemas de moda de sus colegas de la época.

Puerto Rico lo adoptó y aquí estableció una fanaticada apasionada y un grupo de amigos que son su familia. Su amor por el público y por su entorno es de madera fina, resistente y duradero.

En los espacios prioritarios de sus planes siempre está Puerto Rico, siempre. Como cuando en el 2009 seleccionó la Isla como punta de lanza para regresar de un semisilencio con el lanzamiento de Yo no sé mañana, tema que le catapultó a los primeros lugares y un exitazo con el que conquistó a una nueva generación de jóvenes que no le conocía.

La madurez le ha sentado de maravilla. Sigue igual de guapo y lleva espléndidamente los años en su cabello salpimentado. Sencillo y simpático, concentra su afán en crear música para quien necesite sacudir el cuerpo bailando y disfrutar de letras que llegan como agüita fresca pa’l corazón. En su visita a los medios el artista ha contado que este concierto será totalmente diferente, porque la salsa filarmónica suena maravillosamente sabrosa. Así que prepárense para lo inevitable: aplaudir y esgalillarse cantando.