Según cuenta un artículo publicado en uno de los diarios esta semana, un estudio que me resulta curiosísimo, realizado por un grupo de sicólogos, analiza el hábito y la conducta que lleva a las personas -que supongo serán millones- a acumular ropa encima de una silla.

Yo prefiero, en vez de silla, referirme a una butaca, porque me parece más ancha, robusta y capaz de sostener más cantidad de lo que sea que se le tire encima.

Punto y aparte, les comento que eso de analizar la conducta humana me parece interesantísimo, porque mire que se estudia cada cosa… No sé usted, pero a mí jamás de los jamases se me hubiera ocurrido que la costumbre de tirar la ropa encima de un mueble podía ser centro y foco de análisis e investigación.

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Pues resulta que el estudio destaca entre sus descubrimientos que la pila de piezas acumuladas sobre la pobre butaca no están sucias y listas para su encuentro en la lavadora con el agua y el jabón. No. Pero tampoco están lo suficientemente limpias como para irse de regreso a la percha del closet en el que viven. Están, dicen los expertos, en un estado intermedio. Ni suficientemente limpias, ni suficientemente sucias.

Quizás por eso están en un limbo, en vez de en el cielo o en el infierno. Caray.

Y mire usted que cosa tan interesante, la tendencia -palabra que significa, en arroz y habichuelas, que medio mundo hace una misma cosa- puede tener varias explicaciones: procrastinación o ansiedad, falta de control, dificultad para tomar decisiones y caos emocional.

Santa Cachucha, estas palabras suenan como una alarma. Corra usted y recoja la ropa que dejó sobre la butaca y no deje, ni pa’l cará, que nadie vea ese mogollón que pone al descubierto la profundidad de su estado mental. Corraaaaaaa, que la pila de ropa chotea.

Lo del caos emocional me ha dejado patidifusa porque, a fin de cuentas, todos tenemos una butaca tanto física (mueble) como mental.

Es más, nosotros SOMOS esa butaca y estamos a puntito de espatarrarnos porque no soportamos más el peso de la pila que acumulamos a diario. La comparación nos cae al dedillo.

Ya le digo, es milagroso que las cuatro patas de lo que somos no se abran, dejándonos caer al suelo de fondillo y sufriendo sendo tutazo.

A cuatro días de la visita a la caseta electoral piense bien, ensaye su voto, estudie los candidatos… y vuélvalos a estudiar… y vuélvalos a estudiar. Vaya preparada o preparado para trazar su cruz o sus cruces donde entienda que están quienes no nos van a echar más carga encima, sino los que la van a aliviar. Bueno, que por lo menos lo intentarán.

La butaca que somos no aguanta un impuesto más, un aumento más, un costo más, una falta de respeto más, un boquete en la calle más, un apagón más, un robo más, una burla más y una cogida de tontas y tontos más.

Las patas ya están temblando, a punto de rajarse de todas las injusticias sociales que como pueblo hemos sostenido y soportado. Ay no, ya no podemos más.