Por un lado, Juan (Dalmau) presiona el botón de “stop” y pone en pausa la retahíla de compromisos relacionados a una campaña política que aprieta en tiempo. Todo puede esperar. Todo tiene que esperar. Su prioridad es acompañar y atender a la mujer que ha estado a su lado veintitantos años y que ha enfrentado un cantazo inesperado a su salud.

Es el amor de su vida, su esposa, la madre de sus hijos, su soporte y su alegría, con la que camina desde que eran estudiantes y la que le respalda no importa si sea abogado, vendedor, ingeniero, maestro… o gobernador.

Bien lo dijo la amiga Annie Alfaro en su página de Facebook: “Los calibres de un hombre salen a relucir cuando la vida pone a prueba, se calla y pide una pausa para darle prioridad al amor y a la familia”.

Además del ejemplo, y no dudo que existen muchos hombres como él que reaccionan igual ante un suceso tan impactante en la vida de la madre, hermana, hija, novia, esposa o compañera, la decisión de Juan nos ha regalado un respiro de paz en un ambiente político que se caldea en ruta a las elecciones que se efectuarán en par de semanas. El tiempo se detuvo en su reloj. Sus contrincantes también hicieron pausa, a sabiendas de que lo correcto es amarrar la marcha y desatar la solidaridad.

La noticia sobre la hemorragia cerebral que sufrió Griselle Morales nos despertó el martes y nos ha dejado el alma en un hilo. No es necesario conocerla para sufrir por ella. Los golpes de salud son así, provocan sentir tristeza por la tristeza ajena.

Por otra parte, está Julián (Gil) inmerso en una lucha desde hace ocho años para ejercer su rol de padre presente en la vida de su hijo Matías, un pequeño que ha permanecido bajo la custodia de su madre y sin relación con su papá.

Es impresionante la fortaleza que ha tenido Julián durante todos estos años, sin cansarse, combativo, aprovechando la más mínima oportunidad por pedir -casi a gritos- que se le permita participar en la crianza y el desarrollo de su tercer hijo. Con sus otros dos hijos, Nicolle y Julián, ambos ya adultos, siempre ha mantenido excelente y estrecha relación.

Julián hace lo que tiene que hacer: luchar.

La noticia sobre la renuencia de la madre a permitirle una relación de padre como Dios manda la conocimos desde que comenzó la saga que ha conllevado discusiones, manifestaciones en medios de comunicación y tribunales -si mal no recuerdo- en México.

Él se ha mantenido estoico en su reclamo y me sospecho que el niño, cuando alcance una edad mayor y pregunte, con solo entrar en la internet se enterará de que su papá siempre lo buscó, lo luchó y que por cosas que no entendemos ha tenido que amarle a distancia.

Según leí, su responsabilidad económica no ha fallado, ese no ha sido el problema. Su madre, una actriz venezolana de telenovelas, ha sentenciado que ella tiene suficiente para cubrir las necesidades de su hijo. Si es así, pues bendito sea Dios. Pero bien puede tomar ese dinero que envía su padre y ponerlo en una cuenta para que, de adulto, el niño pueda decidir en qué utilizarlo… un carro, los estudios, un hogar… En este drama, el dinero es lo de menos y el amor es lo de más.

Juan y Julián, ambos haciendo lo que tienen que hacer. Mi respeto para ellos. Que la salud abrace a Griselle. Y que Julián pueda abrazar a Matías.