Allá en los Estados Unidos se ha formado el reperpero. La pérdida de peso de la cantante estadounidense Kelly Clarkson, quien exhibe fenomenalmente 60 libras menos en su estatura de 5′3″, alborotó a su fanaticada.

Así mismo como lo lee, los seguidores de Kelly han reaccionado airados y furiosos por las declaraciones de la artista en un espacio televisivo en el que dejó caer, así como quien no quiere la cosa, que en su proceso se ayudó con uno de los nuevos medicamentos que se administran en formato de inyección.

El coraje no responde a la bajada, es más, ni siquiera a que recurriera a ese nuevo método que ha revolucionado el tema del bienestar y que bajo la supervisión médica especializada y adecuada, rinde maravillosos resultados. La causa del furor de los fans se origina en que anteriormente Kelly había compartido que su logro había sido a fuerza de dieta y ejercicio. Entonces, los enardecidos admiradores han protestado por la mentirilla, que ha significado para ellos perder la confianza en su querendona, la luz de sus ojos y voz de sus oídos.

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Kelly Clarkson
Kelly Clarkson (Instagram)

“Mi qué vaina”, diría mi abuela. En vez de alegrarse de que tomó la decisión de adherirse a un régimen para mejorar su salud, se enchisman porque no reveló lo que usaba. Puedo entenderlo, porque el público le exige a las figuras públicas total honestidad.

Sin embargo, la pobre Kellyta también tiene derecho a mantener en privado lo que entienda que en privado se debe quedar. En su caso, por lo que leo, no existen acuerdos económicos con la marca. De lo contrario otro hubiera sido el cuento, quizás. Y no pasa nada.

Pero vamos al mambo de este tema de bajar de peso, y recordemos, por cierto, que también le han caído chubascos a Olga Tañón y a Adamari López por rebajar… que si productos, que si operaciones, que si yerbas, pastillas o remedios milagrosos… Al final ellas bajaron como creyeron pertinente y en ambos casos - que es lo recomendable - con la supervisión de médica justa y necesaria. Punto.

Pero bueno, lo cierto es que hemos crecido en una sociedad que nos dicta cómo debemos lucir (y qué debemos hacer, decir y opinar, pero eso es tema para otro viernes). ¡Uy, eso es lo preocupante! Nos han metido por ojo, boca y nariz, que para vernos bien tenemos que ser flacas y flacos cuando la consigna debería ser que para sentirnos plenos y estar bien debemos mantener un peso saludable, que no necesariamente significa delgadez. La apariencia física se ha convertido en la ficha que te permite ser aceptado en sociedad. ¡Fatal! Nada, pero en naaaaada, tiene que ver tu peso y tu físico en tu valor como ser humano, ni siquiera en tu éxito.

Las creencias limitantes son como un látigo que golpea fuerte y constantemente el cerebro sin que nos demos cuenta, pero con un efecto detrimental en nuestra proyección como individuos. No, no tienes que ser flaca, no tienes que ser lo que supuestamente es ser linda, no tienes que ser alta, no tienes que tener el pelo lacio, o rizado… no tienes que responder a lo que alguien alguna vez, on a kingdom by de sea, determinó que es lo que es. No. Y amarrándolo al caso de las declaraciones de Kelly Clarkson, no tienes por qué sentir pena, vergüenza o pachó en admitir que necesitabas ayuda y la buscaste.

Lo importante es que entendamos el mensaje, que por encima de decirlo o no decirlo, lo importante no es la flaquencia sino la salud.