El menú ha sido suculento, opíparo. ¿El primer platillo? Una copia casi exacta del diluvio universal para confirmarnos que el día que al cielo le dé la gana de abrir el grifo y no cerrarlo, nos ahogaremos y no habrá rama, palo, árbol o piedra de la que nos podamos agarrar para salvarnos.

Creo que ni siquiera Noé aparecerá con su arca para darnos pon, porque con los animales que lleva basta. Colocará un letrero como el que ponen en la entrada de los estacionamientos: Lleno.

El segundo platillo ha llegado después, servido calientísimo: una abundante porción de calor sofocante emitido por un Sol que parece que tiene coraje, porque lo que bota es “cañiña de mono”. Tan ardiente es que, al entrar en el auto, el aire acondicionado no se siente, no refresca. Lo que sí se siente es la cara como una de esas hornillas de las estufas de antes, tipo caracol, que se enrojecían al ritmo de la temperatura. Y parece que estamos en ‘Hi’.

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Nos lleva quien nos trajo, como dice el refrán, en ese columpio en el que en un lado quedamos completamente sumergidos en el agua y, en el otro, totalmente rostizados como esos pollos que asan en una barbacoa de carbón encendío. No faltaba más en esta islita nuestra que va de lo sublime a lo ridículo en términos del clima. Bueno, y de algunas cosas más.

A semanas de la siempre esperada temporada de huracanes, que pinta de espanto, nuestra gente se hunde por una vaguada entrometida que apareció para inundarnos. Triste el cuadro de tantos hermanos y hermanas cuyas casas fueron azotadas sin piedad por el agua, perdiéndolo todo o casi todo. Ah, pero los desagües siguen tapados, las alcantarillas dañadas, los boquetes abiertos a boca de jarro, las carreteras con badenes que se convierten en piscinas olímpicas… ¿Cuántos años es que llevamos así?

Varios pueblos de la zona interior de Puerto Rico recibieron entre cuatro a ocho pulgadas de precipitación

Aunque la NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica) comunicará el pronóstico oficial para la temporada huracanada el 23 de este mes, ya los meteorólogos han advertido que viene pelúa y sin misericordia. De hecho, esta semana se emitió una orden para que las ventas de materiales relacionados al apertrechamiento que debemos hacer sean libres del IVU. Pero mire usted qué cosa, para aprovechar ese descuento tiene que efectuar las compras desde la madrugada del 24 de mayo hasta la medianoche del 26. O sea, que si usted depende de cobrar su quincena se fastidió, si no tiene un dinerito ahorrado para esos propósitos, también. ¡Válgame Dios! Si tiene que comprar más adelante, se espetará ese flamante impuesto que nos hace la vida de cuadritos, circulitos y rectangulitos.

Eso es en el plano de cada cual… la salvación es individual y cada quien debe ponerse para lo suyo. Pero me encantaría saber qué harán con las carreteras, las alcantarillas, los boquetes, los badenes y toda la sarta de fallos que producen inundaciones que, de paso, canalizan el agua hacia estructuras de negocios y viviendas. ¿O es que tendremos que seguir esperando?

Yolas, botes, remos, salvavidas, jet skis, caretas de bucear… toca prepararnos. ¿Para esos artículos aplica lo del IVU? Ah, y no olvidemos las baterías, para el abaniquito.