El jueves pasado se certificó en el programa Lo mejor de ti, otro grupo de confinados. Este momento motivador, gratificante y conmovedor para todos los que allí nos reunimos, se suma al propósito genuino de la rehabilitación que con afán se trabaja.

Desde que comenzamos la travesía, les comparto a los participantes que desde meses previos a empezar, pido con fe que se incluyan en el grupo aquellas almas y mentes que estén preparadas para el proceso, y sin duda por fe, así sucede. Se forma un grupo que al final se siente como familia.

Añado un aplauso con respeto y admiración a la oficial Montalvo, quien se faja más allá de sus responsabilidades para que el participante no se deje vencer por la frecuente y profunda desmotivación y pereza que indiscutiblemente cualquiera experimentaría en tales circunstancias. Los vi paso a paso transformarse, unos más que otros, pero a todos revelaron un cambio en su actuar y hasta en su semblante. Al final sus preguntas acertadas se convertían en un diálogo donde crecíamos todos. Y como conclusión inevitable, llegamos a la verdad de que juzgarnos unos a otros es una gestión vacía, cuando todo el que respira está en un proceso de evolución y aprendizaje, y nadie es perfecto.

En esta ocasión un confinado de 65 años se destacó por hacer todos los trabajos con dedicación y dicho por él, grandes cambios en su actitud, su manera de pensar y sus reacciones. El mismo que conmovió a todos al final del programa, con las décimas que cantó acompañado de una guitarra azul turquesa que estaba afinada. La melodía me llegó. Se despedían de mi y del programa con la gratitud con la que quisiera yo vivir cada vez que los asuntos del día y mis relaciones me distraen del amor. No dejo de sorprenderme, y ojalá siempre sea así, de la capacidad que tenemos para ayudarnos unos a otros a ser nuestra mejor versión y de lograr grandes cambios que favorecen nuestra participación humana en esta tierra.

Hoy canto las décimas que como eco todavía resuenan en mi memoria y que me llenan los ojos de agua, de agradecimiento y reconocimiento a una población que se siente olvidada. ¡Gracias!

Sugerencias:

  • Antes de juzgar, observa con detenimiento tu vida y tu mente.
  • Desarrolla compasión contigo mismo y con todos.
  • Cuídate de los pensamientos negativos que causan estrés y tristeza.
  • Alégrate de los logros tuyos y de otros.
  • Recuerda que todos comentemos algún error.
  • Usa el perdón como herramienta diaria.
  • Cuida tu mente y tu alma, sánalos y límpialos a diario.