La música es, sin duda, el mejor álbum de recuerdos que podemos cargar. Para muestra de esto, sólo tuve que asistir al Reggaeton Old School celebrado el pasado sábado en el Coliseo de Puerto Rico. A mis 40 años, reconozco que la música con la que disfrutábamos y bailábamos en mi adolescencia se llamaba reguetón y punto.

Esta concentración de exponentes en el concierto logró transportarnos a los momentos del bailoteo intenso. Debo felicitar a quien se le ocurrió la brillante idea y a los organizadores que al final de la noche cerraron con la satisfacción de un evento de altura y mucha nostalgia. No sólo fue un éxito para la producción, sino para todo el público presente y los artistas. 

De camino al Choli, era impresionante ver cómo los asistentes lucían los looks similares a la época de los 90, donde se impuso la moda de ropa grande para los hombres y las minifaldas para las chicas. Y, ¡hasta los accesorios y el caminar de cada uno de ellos revivía tiempos pasados!

En ese justo momento es que me doy cuenta cuán “madurita” estoy. ¡Las facciones nos delatan! Recordar los looks de aquella época, esta vez vistos en rostros duros marcados por la edad, acompañados por ingratas y traicioneras patas de gallina me hicieron pensar en cuán rápido pasa el tiempo.

¡Cuántos cuerpos diferentes y pipas imperdonables!

Bastó con mirar a la tarima para confirmar que los años no pasan en vano y la transformación de los artistas fue la sorpresa de la noche. Atrás quedaron los abdominales marcados, los recortes con cerquillos perfectos. Aún así, la alegría y motivación de los presentes hicieron olvidar todo eso. 

La sensación más latente entre el público fue recordar aquellos parties de marquesina que disfrutábamos tanto. ¿La emoción? Que jamás pensamos que ese junte se volvería a dar y, mucho menos, que el Coliseo de Puerto Rico se iba a convertir esa noche en la discoteca más grande del País.

¡Uuff! Había que estar allí para sentirlo. Yo me lo disfruté hasta decir basta. Lo mejor de la noche, sin duda, fue Rankin Stone, quien logró una ovación que puso de pie a todos los allí presentes. Wiso G, por su parte, despertó en el público aquella malicia de volver a sentir el cosquilleo cuando escuchábamos su música a escondidas de los adultos, usando cassetes pirateados. 

Travesuras imposibles de olvidar. Alberto Style, Rey Pirín y otros lograron también su objetivo. 

Frente a mí estaba Iris Guadalupe, de 41 años de edad, a quien veía reflejar toda su alegría a través del baile. Verla a ella disfrutar tanto me alegraba y contagiaba más. Cuando finalmente esta mujer se me acerca muy emocionada a saludarme, nos pusimos a repasar la época vivida y me confiesa que los tenis clásicos que tenía puestos esa noche se los había pedido prestados a su hijo de 11 años, pues lucir a la época era obligado para estar allí. 

De verdad que recordar es vivir y la música es alimento para el alma. Qué vivan los 90 y nuestra generación.