El ruido del taladro... nos deja saber que estamos vivos
“Hay que buscar la forma de atajar la crisis que nos sobreviene sin cogernos penas, ni asaltando bancos, ni paralizándonos, en espera de que nos parta el rayo”
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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Escuchar el incesante y tormentoso ruido del taladro, sobre tu techo, sobre tu cabeza, madrugándote, obligándote a tirarte de la cama antes de lo planificado, es enojoso, pero a su vez, es reconfortante, pues es actividad económica, es muestra de que alguien se gana los chavos: alguien comerá hoy en su casa, si el dinero que le pagan alcanza.
No es ánimo de tortura. Alguien trabaja.
Más allá del sonido estrepitoso, que ensordece, tortura e irrita, provocando el caos y la confusión, lo que verdaderamente sería preocupante, es si los taladros se callaran.
Sin trabajo… no hay comida. Suena a novela colombiana.
Los gobiernos municipales zozobran. A la vista emerge el desempleo. Habrá menos servicios y más impuestos, como el que acaba de aprobar la administración del gobernador Ricardo Rosselló, al aumentar las multas por las infracciones a las leyes de tránsito. Nos están multando por respirar. Es abusivo el aumento.
Hay que sacar chavos de dónde sea, hasta de debajo de las piedras. El problema es que buscan bajo las mismas piedras. La de los pelaos. La de los pobres y la clase media. Quienes pagan los platos rotos son los mismos. Los que menos o nada tienen.
Nos aumentaron la luz, el agua, los peajes, el cobro por recogido de basura... Como explicó un economista, el efecto en el aumento de la gasolina, por ejemplo, en el bolsillo de una persona que tiene un ingreso de $1,000 mensuales y tiene que pagar $40 por llenar el tanque, no es el mismo efecto en el bolsillo de una persona que gana $20,000 al mes. A uno le sobran $960 para cubrir los gastos del mes y comer. Al otro, $19,960.
La crisis fiscal comienza a manifestarse en toda su magnitud. En cadena. Si no hay dinero ni para comprar pan, se irá a la quiebra el panadero. Si no hay para comprar leche, se irá a la quiebra el dueño del colmado y también la industria lechera.
Si no hay dinero para pagar la energía eléctrica, nos alumbraremos con velas, lo que ya se viene haciendo pues los apagones son constantes.
Auguran que cerrarán 200 farmacias de la comunidad, que no podrían sostenerse, debido a los recortes al Departamento de Salud. El clamor es cada vez más ensordecedor, más que el taladro, para que la Administración de Servicios de Salud se deshaga de las aseguradoras codiciosas y abusadoras, que se tragan el dinero de la Reforma. El clamor es por un pagador único, por el bien de la salud colectiva de este pueblo.
El éxodo de boricuas continuará. Se nos vaciará la isla, se fragmentarán más familias. Se quedan solo y solos los viejitos, muchos de los que morirán de tristeza, carencia y soledad.
Hay que buscar la forma de atajar la crisis que nos sobreviene sin cogernos penas, ni asaltando bancos, ni paralizándonos, en espera de que nos parta el rayo. Tenemos que ponernos de pie. Es luchando.
Para aderezar lo que nos acontece, una delegación “muy encumbrada” irá en peregrinación y no precisamente para Tenesí, en busca de la estadidad, que nos daría “la igualdad”, según reclaman. Es algo así como la cumbre del G7 boricua. Lo que esperamos es que no nos cueste un chavo.
Son tiempos difíciles. Debemos insuflarnos de valor para valorizarnos. Valor para valernos por nuestros propios fueros. Valor para ponernos de pie como las naciones soberanas. De igual a igual. Esa es la verdadera igualdad.
El ruido del taladro nos deja saber que estamos vivos. Que no nos arrope el silencio.