Desde el inicio de esta recesión espantosa que nos tiene a punto de un infarto, venimos  escuchando a los pregoneros del desastre, sembrando el pánico y  creando la histeria, para arrimar la sardina a su vara, como si no tuvieran nada que ver con la debacle.

Se hablaba de la inevitabilidad del impago y la moratoria. “Se debió hacer hace dos años”, dicen algunos. 

Pues llegó el momento. O comemos o pagamos las deudas. Una vez, para entender el concepto de moratoria, se me dijo: “Mira, tu hijo necesita una medicina y lo único que tienes son los chavos de la renta. No consigues que nadie te preste. ¿Qué vas a hacer? ¿O pagas la renta o salvas a tu hijo?”. Salvo a mi hijo. La renta va a tener que esperar.

El Banco Gubernamental de Fomento viró sus bolsillos al revés. Están pela’os, descosidos y remendados.

Comienza el corre y corre para poner a buen resguardo los chavitos que nos quedan. Los acreedores hacen lo propio y se apresuran a radicar demandas, en reclamo de su pago.

El Gobierno procura la aprobación de una Ley de Moratoria, antes de que ocurra el impago. Algunos entran en pánico. Es la crónica de una moratoria esperada.

Es como si se acercara el fin del mundo. Imagino una película de suspenso en  la que aves de rapiñas gigantescas nos atacan.

Es horrible. Desesperante. Sus alas enormes arropan a Puerto Rico. No podemos escapar. Nos asfixian.  Nos amenazan con sus garras afiladas y abren sus picos con voracidad. Sus ojos astutos  identifican su presa a distancia. Observan que la alcancía del lechoncito está  vacía y convierten en esclavos a sus habitantes. Se apoderan con avaricia  del patrimonio que nos queda. 

La película  todavía no tiene final.

Hay que pagar  $2 mil millones del servicio de la deuda entre mayo y junio y no los tenemos.  Son cerca de $4,889 millones los que hay que pagar este año fiscal, del servicio de la deuda de las  corporaciones públicas y el gobierno central. El recaudo proyectado por el  Gobierno es de  $9,800 millones.

“Es solo un estimado. La mitad se destinaría al pago de la deuda”, explicó el economista José Alameda. 

“La noticia sobre el impago pone a uno crispy. Puerto Rico paga y está pagando. Pero no tenemos para pagar bajo las condiciones acordadas.  Ahora para mayo y junio nos van a chupar las brujas. No hay flujo de efectivo en Hacienda. Pero no es que haya cero chavos. El Gobierno siempre va a recaudar una cantidad”, apuntó.

Hay tres obligaciones a cumplir, o se usa para seguir proveyendo los servicios públicos y el Sistema de Retiro, o para el pago del servicio de la deuda.

Estamos a la merced de  un Congreso republicano,  a quienes “les vale”  lo que nos pase, que impondrá una Junta de Control Fiscal, a modo de compañía de cobro al servicio de los acreedores y  buitres.

Un fondo buitre, según su definición,  es un fondo de capital de riesgo o fondo de inversión libre, que invierte en una deuda pública de una entidad que se considera cercana a la quiebra. Su modus operandi consiste en comprar en el mercado deuda de países en una condición económica difícil, al borde de la quiebra, al 20% o al 30% de su valor nominal, para luego litigar o presionar por el pago del 100% de este valor.

Tenemos varias alternativas para enfrentar la Junta de Control Fiscal. Una es doblegarnos a la imposición de los congresistas, que ya anunciaron que piensan meterse hasta en Vieques con intención de convertir la isla y sus tierras protegidas en un gran resort.

La segunda opción es insistir en la negociación y reestructuración de la deuda.

La tercera es rechazar la Junta de plano, por  inaceptable, inmoral e inhumana. Tiene sus consecuencias y se requiere babilla. 

Hay una cuarta opción, según un economista: “Driblear y congelar la bola  hasta que venga otro presidente y cambie la composición  del  Congreso, lo que nos permitiría negociar bajo otras condiciones”. Debe estar pensando en Bernie Sanders, quien dijo que la Junta de Control Fiscal es inmoral y hay que derrotarla.

Todavía no tengo el final para esta película de horror. Esperemos que sea uno feliz, valiente y digno.