Trump y el español
Para comenzar, el inglés no es el idioma oficial de Estados Unidos.
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Las primeras semanas de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos han sido un verdadero tsunami. La fuerza de este maremoto se ha llevado por el medio a todo aquello que se encuentre en su camino.
Los aliados se han convertido en enemigos; los enemigos, en amigos. Los recortes presupuestarios amenazan con acabar con miles de millones de dólares en ayudas federales. La nueva arma de destrucción masiva son los aranceles que dispara a mansalva para imponer “respeto” entre las naciones del mundo.
Los migrantes son esposados y deportados en masa. Canadá será el estado 51, Groenlandia se convertirá en una posesión norteamericana, el Canal de Panamá volverá a ser propiedad de los Estados Unidos y la franja de Gaza será transformada en un hermoso complejo hotelero… o al menos todo esto afirma el señor presidente.
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Las fuertes corrientes han volteado todo boca arriba. Se han revolcado los cimientos del orden nacional y mundial. Y dentro de todo este remolino que nos arrastra, no sabemos hacia dónde nos llevará el ímpetu de esta ola.
Entre las primeras víctimas de este fenómeno se encuentra el idioma español. A pocas horas de tomar posesión de su cargo, el gobierno de Trump eliminó la versión en castellano del portal web de la Casa Blanca. Pero no es la primera vez: lo mismo ocurrió durante el transcurso de su primer cuatrienio, en el año 2017. Para Trump, en Estados Unidos se habla inglés, y punto.
¡Qué equivocado y mal informado está el señor Trump! Para comenzar, el inglés no es el idioma oficial de Estados Unidos. Aunque el inglés es el idioma predominante y el más utilizado en el gobierno, educación y negocios, el país nunca ha declarado un idioma oficial en su Constitución o en una ley federal.
Pero más aún, el presidente se olvida (o desea olvidar) que en Estados Unidos viven decenas de millones de personas que hablan español, el segundo idioma más hablado en ese país. Según el último censo, se estima que unos 43 millones de personas, el 13.7% de la población, usan esta lengua en sus casas. Además, se estima que en esta nación hay alrededor de 15.5 millones de personas que dominan el español como segunda lengua, lo que eleva el total de hispanohablantes a aproximadamente 58.9 millones de almas. Ante esto, Estados Unidos es el segundo país en el mundo con más personas que hablan castellano, solo superado por México.
Hay más hispanoparlantes en Estados Unidos que en la propia España.
Este comportamiento refuerza la visión del gobierno federal de que los hispanos en los Estados Unidos, incluyendo a los migrantes legales que cuentan con su ciudadanía y pasaporte norteamericanos, son considerados como “otros”.
Y esto, amigos, nos incluye a nosotros… los puertorriqueños.
Según el “Perfil narrativo de población y vivienda de Puerto Rico 2005-2009”, realizado por la oficina del Censo de Estados Unidos, el 85% de los puertorriqueños “no habla inglés muy bien”. Por lo tanto, si lo miramos desde nuestra perspectiva, alrededor de tres cuartas partes de la población en nuestra isla, ciudadanos estadounidenses, no pueden entrar a la página web de la Casa Blanca y entender, de manera oficial, las acciones y programas que tienen un efecto directo en nuestras vidas.
Para Trump, no merecemos ser incluidos e informados. Estas acciones demuestran, de manera clara y contundente, la categoría de ciudadanos de segunda clase que somos ante los ojos del gobierno de Estados Unidos.
Estos asuntos hay que mirarlos de frente, sin fanatismos, para reconocer la realidad a la que nos enfrentamos.
Que la ola que viene no nos coja desprevenidos…
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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